Muchas personas experimentan abultamiento abdominal, gases o sensación de pesadez después de comer, a pesar de no haber hecho ningún exceso. Esta molestia, habitual en nuestro día a día, a menudo no tiene tanto a ver con el que comemos como con cómo lo comemos. Varios expertos en nutrición señalan que nuestro comportamiento durante las comidas es clave para prevenir estos síntomas.
Uno de los errores más comunes es beber grandes cantidades de agua mientras comemos. A pesar de que mantenerse hidratado es esencial, hacerlo durante las comidas puede retardar el proceso digestivo y favorecer la formación de gases, provocando una sensación de distensión abdominal. La explicación es sencilla: el exceso de líquido diluye los zumos gástricos y hace que la digestión sea menos eficiente.
Estar atento a la comida, otro de los errores
Además, la carencia de atención mientras comemos juega un papel fundamental. Comer rápido, con el móvil en la mano y sin masticar bastante los alimentos, altera el primer paso del proceso digestivo: la masticación. Cuando no trituramos correctamente los alimentos, forzamos el estómago a hacer un trabajo para la cual no está preparado, lo cual puede derivar en abultamiento y malestar.
También hay que tener en cuenta factores como el estrés y la carencia de descanso. El ritmo de vida acelerado puede desregular la microbiota intestinal y favorecer trastornos como el SIBO (sobrecreixement bacteriano), cada vez más diagnosticado. Por eso, es importante cuidar el descanso nocturno y encontrar estrategias para reducir el nivel de tensión diario.
El momento de cada alimento también importa
Finalmente, un buen control de los picos de azúcar en sangre puede ayudar a mantener la inflamación a raya. Escoger cuando consumir hidratos de carbono –preferiblemente antes de actividad física– y priorizar proteínas y grasas saludables en otros momentos del día es una estrategia eficaz para mejorar la digestión y sentirnos más ligeros.