La cafeína es una sustancia natural que se encuentra en más de 60 especies de plantas, como los granos de café, las hojas de té, el cacao, el guaraná, la hierba mate y las nueces de cola. También se añade de forma artificial a muchos productos como refrescos, bollería industrial, helados o yogures de café y, sobre todo, a las populares bebidas energéticas.
Este compuesto tiene un potente efecto estimulante sobre el sistema nervioso central. En dosis moderadas puede ayudarnos a mantenernos despiertos y mejorar el estado de alerta, pero un exceso puede acarrear consecuencias negativas como insomnio, nerviosismo, irritabilidad, dificultades de concentración, dolores de cabeza, molestias estomacales, náuseas, taquicardia y tensión arterial elevada. Además, la cafeína actúa como vasodilatador periférico, vasoconstrictor cerebral y diurético, motivo por el cual también se utiliza en medicamentos analgésicos y para el mareo.
En adultos, consumida con moderación, puede aportar beneficios en el ámbito cardiovascular y metabólico e incluso contribuir a prevenir ciertas enfermedades crónicas. Aun así, en dosis elevadas puede provocar graves efectos adversos, y por eso las autoridades sanitarias recomiendan limitar su consumo.
¿Cuál es la dosis recomendada?
No existe un nivel seguro de cafeína para niños menores de 12 años: simplemente no deberían consumirla. La Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria (ACSA) establece un máximo de 40 a 100 mg diarios para los menores según la edad, pero muchos expertos lo consideran contradictorio, ya que la misma agencia desaconseja el consumo infantil. Tal como explica el pediatra Sebastià González, “los niños no deben tomarla y punto. Poner un mínimo es una doble moral, porque, ¿qué dosis es segura?”
En adultos, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) sitúa el consumo moderado entre 200 y 400 mg diarios, aunque otros organismos recomiendan no superar los 160 mg. Para ponerlo en contexto, una sola lata de 330 ml de bebida energética ya puede superar la cantidad diaria recomendada para un adolescente. Esto equivale a unos dos cafés exprés pequeños o cuatro cafés filtrados.
Cómo reducir o eliminar la cafeína
Eliminar completamente la cafeína de la dieta puede ser complicado, sobre todo en niños y adolescentes, ya que a menudo se encuentra de forma “oculta” en productos cotidianos. Sin embargo, es posible reducir su consumo evitando refrescos, bollería industrial y bebidas estimulantes, y ofreciendo alternativas más saludables como agua, leche o zumos de fruta naturales.
En el caso de los adolescentes que ya han adquirido el hábito de tomar café o bebidas energéticas, los especialistas recomiendan reducir el consumo de forma progresiva para evitar efectos de abstinencia como dolores de cabeza o desánimo.
La psiquiatra Mercè Balcells, jefa de la Unidad de Conductas Adictivas del Hospital Clínic de Barcelona, recuerda que “los jóvenes solo necesitan una dieta sana y mucho descanso, sin añadidos artificiales”. Y añade: “Es un contrasentido pensar que necesitamos química externa para tener energía, sobre todo en la adolescencia y la juventud”.
En definitiva, la clave está en la moderación y en promover hábitos saludables desde la infancia, conscientes de que la energía real no proviene de una sustancia externa, sino de un buen descanso, una alimentación equilibrada y un estilo de vida saludable.
Fuente: www.3cat.cat/3catinfo
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