La depresión mayor es una de las principales causas de discapacitado a nivel mundial y continúa aumentando. A pesar del uso extensivo de antidepresivos convencionales, aproximadamente un tercio de los pacientes no responden a estos tratamientos, lo cual se conoce como depresión resistente. En este contexto, los fármacos psicodélicos emergen cómo una opción prometedora para estas personas.
Un ejemplo de estas sustancias es la droga conocida como "soplo" o "sapo", producida de forma natural por un tipo de sapo con el nombre científico "Incilius alvarius". Además, la psilocibina, otra droga al·lucinògena presente en setas del género Psilocibe, comparte propiedades similares con el LSD. A pesar de que estas sustancias han sido estigmatizadas por su uso recreativo, actualmente se están investigando por sus potenciales aplicaciones terapéuticas.
Investigadores del Parque Sanitario Sant Joan de Deu están llevando a cabo tres ensayos clínicos para evaluar la eficacia de la psilocibina y otros psicodélicos en el tratamiento de la depresión más resistente a los tratamientos habituales. Según el doctor Juan Pariera, psiquiatra del centro, estas sustancias se utilizan en dosis controladas y en un ambiente terapéutico seguro, con profesionales formados específicamente para esta tarea.
El proceso terapéutico con fármacos psicodélicos implica una preparación previa del paciente, puesto que las experiencias inducidas pueden ser muy intensas. "Puede aparecer una alteración de la percepción del tiempo y el espacio, así como experiencias místicas y dissociatives", explica Rosa Dueñas Herrero, psiquiatra investigadora del Grupo de Fármacos Psicodélicos del Parque Sanitario San Juan de Dios. También se pueden producir alteraciones en el estado de ánimo, que forman parte del proceso de tratamiento.
El tratamiento con estos fármacos consiste en una o dos sesiones, con el objetivo de romper estructuras mentales rígidas y creencias muy arraigadas, características de la depresión. "Ayudan la persona a enfrentarse a aspectos que, por la dolencia, han sido evitando durante mucho tiempo", afirma el doctor Pariera. Estas sesiones se complementan con psicoterapia posterior, que ayuda el paciente a entender e integrar las experiencias vividas, permitiendo abordar temas con una gran carga emocional.
Además, los psicodélicos mejoran la neuroplasticitat, facilitando nuevas conexiones entre las redes neuronales. Esto ayuda a flexibilizar patrones de comportamiento muy rígidos, cosa que contribuye a la mejora de los síntomas depresivos.
Una investigación prohibida hace décadas
La investigación con psicodélicos fue interrumpida durante décadas debido a la prohibición de su uso recreativo, pero ha experimentado un resurgimiento en los últimos años. A pesar de las reticencias iniciales, especialmente en el ámbito sanitario, los resultados positivos están empezando a cambiar la percepción de estas sustancias. Juan París reconoce las dificultades iniciales, pero subraya que "los pacientes con depresión resistente, que han pasado por múltiples tratamientos sin éxito, se muestran muy agradecidos de poder acceder a estas nuevas opciones".
Según los investigadores, el riesgo de adicción de los fármacos psicodélicos es mínimo cuando se utilizan en entornos médicos controlados. Además, ya existe un precedente con el esketamina, un derivado de la ketamina, que está siendo utilizado para la depresión resistente. Con estos avances, se espera que la aprobación de psicodélicos para el tratamiento de la depresión resistente llegue pronto, ofreciendo una nueva esperanza a muchos pacientes.
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