El mito de los dos litros de agua al día: qué hay de cierto?

A menudo se siente a decir que hay que beber dos litros de agua al día, o el equivalente a seis vasos, para mantenernos hidratados y garantizar el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. A pesar de ser una recomendación popular, este consejo no tiene una base científica generalizada, segundos apuntan expertos en nutrición. La cantidad de agua que necesita cada persona varía en función de varios factores, como los hábitos de vida, la dieta, la temperatura ambiental y la actividad física que se realiza.

Una recomendación genérica, pero no para todo el mundo

Según la dietista y nutricionista Júlia Farré, la famosa recomendación de beber dos litros de agua diarios se basa en las necesidades de un hombre estándar de unos 70 kilos. Aun así, Farré subraya que "cuando cambias cualquier de estas características, la recomendación ya no tiene sentido". Esto significa que personas con diferentes pesos, alturas o niveles de actividad física tendrán necesidades de hidratación diferentes. Por ejemplo, cuanto mayor sea el volumen corporal, más agua se necesita, puesto que "el agua es el medio de transporte de nuestro cuerpo", esencial para mantener tejidos hidratados y mover sustancias de rechazo.

Además, según la nutricionista Alba Coll, el tipo de alimentos que consumimos también afecta nuestra necesidad de agua. Los días que comemos más fruta y verdura, alimentos con un alto contenido de agua, es posible que necesitemos beber menos. Por otro lado, si sudamos más o basura más ejercicio, las necesidades de agua aumentan, a pesar de que, como afirma Farré, la cantidad de ejercicio no es el único factor clave: "EL agua que necesitamos depende de la transpiración, y hay gente que, sin hacer ejercicio, suda mucho y necesita beber más".

Escuchar el cuerpo: la importancia de la sed

Los expertos coinciden que es importante escuchar nuestro cuerpo y estar atentos a la sensación de sed, que es el mecanismo natural del cuerpo para indicar que necesita hidratación. Sin embargo, Júlia Farré advierte que no siempre es fácil detectar esta necesidad, especialmente cuando estamos muy ocupados o estresados. "Hay mucha gente que, cuando está atareada, no se da cuenta de sus necesidades corporales", comenta Farré, razón por la cual se recomienda incorporar el hábito de beber agua durante todo el día, incluso sin tener siete, y mantener una botella de agua a mano.

Además, ciertos colectivos, como las personas grandes, pueden perder la capacidad de sentir siete, hecho que las posa en riesgo de deshidratación. Por eso, es importante recordarlos que tienen que beber agua de manera regular. El mismo pasa con las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, que tienen necesidades de hidratación más elevadas.

Quizás bebemos demasiada agua?

Todo y la preocupación para mantenernos hidratados, beber demasiada agua también puede ser perjudicial. Según Farré, hay personas que llegan a beber cinco o seis litros de agua al día, hecho que provoca que eliminen demasiadas sales minerales y entre en juego un círculo vicioso de deshidratación. Cuando esto pasa, el cuerpo continúa pidiendo más agua, cosa que puede ser difícil de corregir.

Qué nos deshidrata?

Al otro extremo de la balanza, hay alimentos y bebidas que, en vez de hidratarnos, nos deshidratan. Las bebidas con alcohol son un claro ejemplo de bebidas deshidratants. En cuanto a los alimentos, los ultraprocessats y las comidas excesivamente saladas, como los que contienen mucha salsa de soja, también contribuyen a la deshidratación.

Farré también recomienda no beber grandes cantidades de agua de golpe, especialmente durante las comidas. Beber mucha agua mientras se come puede diluir los zumos gástricos, dificultando la digestión. En las comidas, es preferible beber un vaso de agua si se desea, pero no más.

En definitiva, la cantidad de agua que necesitamos beber a lo largo del día depende de muchos factores, y no hay una fórmula mágica que se aplique a todo el mundo. La mejor guía es escuchar nuestro cuerpo y adoptar hábitos saludables de hidratación para garantizar que nos mantenemos en equilibrio.

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