Sobreproteger no és amar
Sobreproteger no és amar

Sobreproteger no es amar: las consecuencias de limitar la infancia

Según el psicólogo Rafa Guerrero, impedir que los niños afronten retos o tomen decisiones por ellos mismos tiene consecuencias directas en el desarrollo emocional y la construcción de la autonomía

“Un niño que ha sido sobreprotegido durante su infancia por sus padres se convertirá en una persona muy indecisa de mayor”. Con esta afirmación contundente, el psicólogo Rafa Guerrero alerta sobre los riesgos de una crianza basada en el miedo y el control excesivo. En una conversación con Álex Fidalgo para el pódcast 'Lo que tú digas', Guerrero defiende que la sobreprotección, lejos de ser una muestra de amor, es en realidad una proyección de los temores de los adultos.

Según el psicólogo, impedir que los niños enfrenten retos o tomen decisiones por sí mismos tiene consecuencias directas en el desarrollo emocional y la construcción de la autonomía. “La sobreprotección ocurre cuando el padre o la madre se dejan llevar por sus propios miedos infantiles”, asegura. Y este enfoque, por muy bienintencionado que sea, acaba enviando un mensaje claro a los niños: “Tú no puedes”.

¿El resultado? Adultos con baja tolerancia a la frustración, inseguros, dependientes e incapaces de poner límites personales. Guerrero explica que este tipo de crianza hace que el niño delegue primero en los padres y, con el tiempo, pierda la confianza en su propia capacidad para resolver situaciones por sí mismo.

Muchas veces, comenta el experto, son los propios progenitores, desde su inseguridad, quienes impiden a sus hijos explorar el mundo. Acciones tan sencillas como montar en bicicleta, jugar a la pelota o servirse un vaso de agua pueden ser frenadas por el temor a que algo salga mal. “El niño no tiene miedo, tiene curiosidad”, dice Guerrero, y es esta curiosidad la que hay que preservar y acompañar, no reprimir.

Ahora bien, Guerrero no defiende una crianza permisiva ni desatendida. Más bien, propone una educación basada en el acompañamiento respetuoso, donde el error, la frustración y la repetición sean partes naturales del proceso de aprendizaje. “La primera vez que coges un cuchillo no lo haces bien; la primera vez que juegas a los bolos, no haces un pleno”, recuerda. Validar las emociones de los hijos cuando fracasan y animarles a volver a intentarlo es fundamental para construir una personalidad resiliente.

Amor incondicional

Otro pilar esencial, según Guerrero, es el amor incondicional. Amar a los hijos por el simple hecho de ser quienes son —y no en función de sus resultados o habilidades— es clave para una autoestima sana. “Amo a mis hijos por el simple hecho de que son mis hijos”, insiste.

En definitiva, Rafa Guerrero pone el foco en una realidad incómoda pero necesaria: proteger en exceso no es proteger, es limitar. Y esos límites, impuestos durante la infancia, pueden convertirse en cadenas invisibles que condicionen toda una vida adulta.

Fuente: www.lavanguardia.com


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