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"Tenemos más de un 75 % de éxito en nuestros tratamientos"

Hablamos con Manuel Altabas González, médico mataroní del Servicio de Oncología Radioteràpica del Hospital Vall d'Hebron

Entrevistamos a Manuel Altabas González, médico de Mataró que desde hace catorce años desarrolla su labor profesional en el Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital de la Vall d'Hebron. Altabas es un ejemplo más de excelencia surgida de los barrios obreros de nuestra ciudad. Creció en Cirera y se formó en la escuela pública Jaume Recoder y en el instituto Alexandre Satorras, y estudió la carrera de medicina en la Universidad Autónoma de Barcelona y en el Hospital de Sant Pau. Actualmente, es un profesional de prestigio en su especialidad. Hablamos con él para conocer su día a día tratando a los enfermos de cáncer.

¿Quién es Manuel Altabas González? ¿A qué te dedicas?

Soy una persona normal, un chico de barrio, padre de tres hijos, esposo de mi esposa, que también es médica, hijo de mis padres, amigo de mis amigos... Crecí en el barrio de Cirera, estudiando siempre en la escuela pública: en el Jaume Recoder la primaria y en el instituto Alexandre Satorras la secundaria. Desde que tengo uso de razón quise ser médico, desde muy pequeño, y tengo la suerte de poder ejercer la profesión que siempre deseé, gracias al esfuerzo de mi familia y a la comprensión y apoyo de mis amigos (ríe). Estudié medicina en la Universidad Autónoma de Barcelona y en el Hospital de Sant Pau, y después del examen MIR elegí la especialidad de oncología radioterápica, donde se trata y cura el cáncer. Normalmente, el 90% de la gente cree que lo que más cura esta enfermedad es la cirugía, y aciertan, después colocarían la quimioterapia, mientras que la radioterapia es la que siempre dejan en último lugar. Ahora bien, lo que más cura realmente después de la cirugía es la radioterapia; de hecho, hay muchos tumores que se curan con radioterapia, sin cirugía y con pocas secuelas.

En 2005 terminé la carrera, al año siguiente hice el examen MIR y entonces comencé la especialidad en oncología radioterápica en el Hospital de Sant Pau, que son cuatro años. Desde 2010, trabajo en el Servicio de Oncología Radioteràpica del Hospital de la Vall d'Hebron, tratando cánceres de cabeza y cuello, de piel, de mama y de próstata. Los dos primeros ya no los trato por reestructuración del servicio y para poder profundizar mejor y subespecializarme en los de mama y de próstata, enfermedades a las que me dedico a tiempo completo. Además, más allá del tratamiento del cáncer también tengo publicaciones y trato con radioterapia el rechazo crónico del trasplante pulmonar.

¿Cómo es el día a día en tu trabajo?

Cuando me hacen esta pregunta me gusta hablar del recorrido que hace el paciente. Aquí, lo primero que hacemos es valorar individualmente a cada paciente diagnosticado de cáncer, y lo hacemos en comité, trabajando en equipo, con el oncólogo médico, el oncólogo radioterápico, el cirujano, el radiólogo, el patólogo, la enfermera, etc., para decidir qué tratamiento es el más adecuado. Si se decide que se debe aplicar radioterapia, entonces soy yo el encargado de tener la primera visita con el paciente, y entonces le explico la situación particular en que se encuentra, respondiendo a las preguntas que me hace, que eso depende mucho del paciente. Le doy toda la información sobre el tratamiento que aplicaremos, qué línea seguirá, etc. El paciente debe tener claro todo el itinerario que seguirá: nosotros no ocultamos ninguna información, pero tampoco damos información que él no demande, hay que ser muy cuidadosos con este aspecto. La gente suele preguntar si el tumor es bueno o malo, no suele preguntar si le queda mucho o poco tiempo de vida. Aquí me gustaría explicar que en mi consulta, por las patologías que trato, más del 90% de los pacientes que veo se pueden curar, y más del 80-85% se curan. Otras patologías tienen peores cifras, pero en general, en Oncología Radioterápica el objetivo que nos marcamos en la primera visita se consigue en más del 70-75% de los casos. Se trata de un dato optimista que quiero poner sobre la mesa.

Después, el paciente va a enfermería y hacemos una simulación del tratamiento. Hacemos un escáner de la zona donde está el tumor, y esto nos sirve para preparar el tratamiento, decidir qué dosis de radiación se aplicará a la zona del tumor, la dosis máxima permitida a los órganos sanos que hay alrededor, que debe ser la mínima posible, etc. Si yo aplico por ejemplo radioterapia a la próstata, debo conseguir que en zonas adyacentes como la vejiga o el recto haya la mínima afectación. Hay que tener mucho control del movimiento, y aquí la evolución de la técnica nos ha ayudado mucho, la precisión es milimétrica hoy en día. Una vez tenemos hecha la planificación, vamos al Servicio de Física, donde lo traducen, calculan y perfilan para que la máquina lo interprete. Luego, verificamos que la máquina está haciendo lo que he pedido y el físico ha calculado, milimétricamente, y una vez lo hemos verificado todo, es cuando el paciente comienza a recibir el tratamiento. Hasta que llega este momento, pueden transcurrir dos o tres semanas, dependiendo de las características del paciente y de su enfermedad. Esto es como cuando vas al sastre a que te haga un traje a medida, si se me permite el paralelismo.

Recientemente, el Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital de la Vall d'Hebron ha sido calificado como el mejor a nivel español, según el Monitor Empresarial de Reputación Corporativa (MERCO). A nivel de responsabilidad y exigencia, ¿qué supone este reconocimiento?

Sí, actualmente estamos situados como el mejor servicio de oncología radioterápica de España. Es cierto que es un reconocimiento importante, pero nosotros continuamos trabajando de la misma manera, intentando hacerlo de la mejor forma posible, porque la exigencia nos la marcamos nosotros, somos un centro muy autoexigente, que intentamos siempre cuidar mucho al paciente. La presión no nos la da el premio, más allá de participar en una gala en la que se nos reconoce el trabajo, cosa que está muy bien, sino que esta presión viene de una autoexigencia que es marca de la casa. A nivel científico, sí que creo que estamos por detrás de algunos hospitales porque tenemos mucho volumen de trabajo, de pacientes, también de exigencia, y eso te hace dedicar mucho tiempo que no puedes dedicar a hacer investigación. Sin embargo, estamos muy satisfechos del trabajo que desarrollamos en nuestro hospital, y los resultados están a la vista.

Manuel Altabas, a les instal·lacions de l'Hospital. Foto: Vall d'Hebron
Manuel Altabas, en las instalaciones del Hospital. Foto: Valle de Hebron


¿Qué implica a nivel humano trabajar diariamente con personas enfermas de cáncer?

Aquí quiero explicar que también trabajo haciendo guardias en el PADES (Programa de Atención Domiciliaria y Equipo de Apoyo), que consiste en la aplicación de tratamientos paliativos a domicilio a personas que están en la etapa final de su vida. Cuando hablamos de estos tratamientos paliativos, y a pesar de lo que podríamos pensar, resulta que es una tarea muy gratificante, y para aquellos que la medicina es una cuestión absolutamente vocacional, como es mi caso, el retorno es muy grande. El objetivo de curar a todos no es posible, eso lo sabemos, pero sí que podemos dar a todos un tratamiento digno, una reducción y control de sus molestias e inquietudes. Y en las peores situaciones, podemos ayudar a tener una muerte digna, que es una cuestión fundamental. Poder colaborar en este proceso es muy gratificante a nivel profesional y también personal. A veces, de madrugada te llaman porque tienen mucho dolor o porque se están ahogando, no saben qué hacer, y se puede solucionar telefónicamente ajustando la medicación o, si es necesario, nos desplazamos al domicilio para reevaluar el caso y paliar ese sufrimiento. Esto evita que esta persona tenga que desplazarse al hospital, con todas las molestias que eso le ocasiona. En definitiva, es una tarea muy gratificante porque ves claramente que estás ayudando a la gente.

¿Cómo has visto en los últimos años los avances médicos y científicos en el tratamiento del cáncer?

El cáncer existirá siempre, porque es inherente a la vida. Ahora bien, cada vez lo podremos curar y cronificar más. Seguimos avanzando mucho, podemos curar más y curar con menos daño e impacto en la salud del paciente. En este sentido, quiero transmitir un mensaje de optimismo. La dificultad de nuestra investigación es que es muy costosa, en primer lugar, en tiempo, y después, económicamente. Nosotros debemos dedicar mucho tiempo a investigación de forma absolutamente altruista, no remunerada, eso mucha gente no lo sabe.

¿A qué dedicas actualmente tu labor investigadora?

En primer lugar, están los estudios clínicos que desarrollo con los pacientes que trato en el hospital de forma directa. Luego, desarrollo investigaciones traslacionales, por ejemplo colaborando externamente y de forma voluntaria con el ICMAB, el Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona, un grupo del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) que trabaja con nanomateriales sólidos. Por ejemplo, ahora trabajamos con nanopartículas inorgánicas que nos ayudan a potenciar el efecto de la radioterapia. En el campo de la próstata, utilizamos nanopartículas de sílice rellenas con átomos de oro (el oro es un elemento radiopotenciador), y esto nos permite aumentar el efecto radioterápico con menos dosis, reduciendo así la afectación a los órganos sanos adyacentes. Este sería un ejemplo de una de mis labores investigadoras actualmente. Esto nos ayuda también a ganar visibilidad, algo también muy importante, ya que si no nos da de comer, algo de provecho debemos sacar (ríe).

¿Crees que la sanidad pública está correctamente considerada y bien dotada de recursos?

No, rotundamente. Está claro que necesitamos claramente más recursos: dinero, personal... Daríamos más servicio, con más calidad, en una cuestión básica como es la salud de las personas. No aumentan plantillas, por ejemplo. Después de la pandemia, parecía que cuidaríamos más la sanidad pública, pero ahora ya nadie se acuerda. Como ejemplo, hablando de Oncología Radioterápica, no puede ser que en España la gran inversión en tecnología y maquinaria de última generación, la protonterapia, haya llegado vía donación privada, y en mi opinión, en exceso y dejando otras necesidades sin cubrir o solucionar. Nosotros, en Vall d'Hebron, tenemos cuatro de las cinco máquinas (tres aceleradores lineales y el escáner), que prestan más del 80% del servicio, procedentes de una donación privada concreta, que se agradece, pero no se ve ese ahorro en mejoras en otras necesidades.

¿De dónde viene tu vocación por la medicina?

Como decía al principio, desde pequeño quería ser médico. Iba al pediatra con tres o cuatro años y ya decía que quería hacer lo mismo que ese señor. No tengo antecedentes familiares ni nada, es absolutamente vocacional. Nunca he entendido mi vida sin hacer esto.

¿Qué le dirías a una persona joven de barrio que quiere ser médico?

Le diría que no lo fuera (ríe). Pero ahora matizo esta afirmación: si realmente una persona insiste en ser médico, lo más importante es que de verdad quiera serlo. Hay que estar muy seguro, hay que tener vocación, porque hay que tener en cuenta que hay gente que lo deja a mitad del camino. Cuesta entrar en la carrera, y después esta es muy dura, requiere sacrificio, dedicación, esfuerzo... Y luego, está el examen MIR, al que hay que dedicar muchas horas y mucho esfuerzo durante muchos meses. Cuando, por fin, consigues acceder a la profesión, también hay gente que no soporta la presión de tratar con los pacientes, las enfermedades, las familias, etc. Hay quien no puede gestionar el fracaso, y el fracaso vive con la profesión, hay una presión y una autopresión, muy importantes. Si no es vocacional realmente, es complicado. La otra cara de la moneda es que la profesión de médico da también muchas satisfacciones, incluso en los casos más extremos, cuando tenemos que afrontar la muerte de una persona. Cuando curas a una persona y te lo agradece, es fácil cuantificar la satisfacción del trabajo bien hecho, pero cuando viene una familia y te da las gracias por haber acompañado y ayudado a morir dignamente a una persona, eso no tiene precio. Esa creo que sería la clave de todo.

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