Las baterías de litio, ampliamente utilizadas por su alta capacidad de almacenamiento, contienen compuestos perfluoroalquilats (PFA), productos químicos tóxicos para los humanos que acaban al medio ambiente, puesto que la mayoría de estas baterías no se reciclan adecuadamente. Así lo revela una investigación realizada a los Estados Unidos, que destaca que los PFA presentes en estas baterías son poco estudiados y se utilizan sin restricciones, a pesar de ser tan peligrosos cómo otros compuestos químicos ya prohibidos.
Los riesgos en la salud
Los compuestos perfluoroalquilats (PFA) son una gran familia de miles de productos químicos utilizados para hacer que varios objetos y materiales sean resistentes al agua o el calor, entre otras propiedades. Estos compuestos no se descomponen de manera natural, lo cual los convierte en una amenaza persistente para el medio ambiente. Mientras se mantienen dentro de las baterías, los PFA no presentan peligro, pero un golpe liberados, acontecen contaminantes que se incorporan a los organismos a través del aire, el agua o los alimentos.
Muchos PFA están asociados a un mayor riesgo de cáncer y malformaciones genéticas, así como a otros graves problemas de salud cómo dolencias hepáticas, trastornos hormonales y una reducción de la fertilidad masculina. Esta es la razón por la cual se exige un análisis detallado del impacto de los PFA presentes a las baterías en la salud humana, puesto que estos compuestos no se degradan y se acumulan en los organismos vivos.
Investigación pionera
La investigación, publicada a la revista Nature, ha sido liderada por investigadores de las universidades de Texas Tech y Duke. Los resultados indican que el problema irá además, puesto que el uso de baterías de litio está en aumento. Jennifer Guelfo y Lee Ferguson, los autores principales del estudio, han detectado la presencia de PFA cerca de fábricas, vertederos y en el agua, confirmando experimentalmente que se acumulan en los organismos y son tóxicos.
Los PFA utilizados en las baterías de iones de litio pertenecen en una clase llamada bis-perfluoroalquil sulfonimides (bis-FASI). Los investigadores han observado que estos compuestos están presentes cerca de los lugares de fabricación y en vertederos, y que sus concentraciones ambientales, ecotoxicitat y tractabilitat son comparables a las de los PFA cómo el ácido perfluorooctanoic, que ya están prohibidos y regulados en todo el mundo.
El estudio ha demostrado que pequeñas cantidades de bis-FASI pueden causar cambios significativos en los procesos metabólicos fundamentales de animales cómo el pez cebra o el crustáceo Daphnia magna. A través del análisis de muestras antiguas de vertederos, los investigadores han constatado que los bis-FASI no se introdujeron al medio ambiente hasta medios de los años 90, coincidiendo con el inicio de su producción.
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