La reciente edición de la Fiesta Mayor de Les Santes ha servido para constatar algo que la policía ya conocía, que las autoridades sanitarias lamentan y que quizás aún demasiadas familias ignoran. Es una práctica cada vez más extendida entre los jóvenes: inhalar óxido nitroso, más conocido como ‘gas de la risa’. El fenómeno, si bien no es nuevo, ha adquirido una presencia notable durante las noches de fiesta mayor, y el dispositivo policial desplegado este año lo ha constatado de forma clara.
Paseando por el Parc Central u observando con el dron policial, la imagen se repite: jóvenes sentados en el suelo, riendo, con globos de colores en la mano. Parece inocente, pero lo que contienen esos globos es una sustancia potencialmente peligrosa. El óxido nitroso, utilizado legalmente en ámbitos como la medicina o la gastronomía, se ha convertido en una droga recreativa de consumo rápido, barato y socialmente tolerado. Su efecto dura pocos minutos, pero basta para desinhibir y generar una euforia temporal.
- El ‘gas de la risa’ ha dejado de ser una anécdota para convertirse en una nueva forma de consumo de riesgo. Y, por ahora, sin herramientas legales suficientes para detenerla.
Capgròs y El Caso siguieron cómo se desarrolla la tarea policial para vigilar una noche de Les Santes en el dispositivo conjunto entre seguridad privada, Mossos y Policía Local. Un dispositivo que constató cómo la noche del concierto de Mushka había numerosos grupos de jóvenes en el mismo Parc Nou aislándose del concierto y ‘consumiendo’ esta sustancia.
Muy difícil de controlar
Fuentes policiales admiten que su proliferación es difícil de controlar. “Es muy barato, y lo puede comprar cualquiera por internet sin problemas. Además, como no está catalogado como droga, no se puede perseguir penalmente como un delito contra la salud pública”, explica un inspector del dispositivo de Les Santes. Durante un fin de semana cualquiera, los agentes han llegado a recoger más de un centenar de cartuchos vacíos en la zona de ocio nocturno del Pla d’en Boet. “Y eso solo es lo que queda en el suelo”, añade.
Este verano se han intensificado las inspecciones. Si se detecta transporte en grandes cantidades, la policía puede intervenir el material amparándose en la ley sobre transporte de materias peligrosas. También se pueden decomisar los globos in situ y citar a los implicados para que los recojan al día siguiente en comisaría. Pero, a pesar de estos esfuerzos, la sensación general es de impotencia. “Saben que no les podemos hacer gran cosa, y no se esconden”, lamenta el inspector.

Los riesgos del globo
Los riesgos, sin embargo, son muy reales. El óxido nitroso puede provocar hipoxia —una falta de oxígeno en el cerebro—, especialmente si se inhala de forma continuada o en espacios cerrados. Además, como el gas sale de la bombona a temperaturas extremadamente bajas, puede provocar quemaduras por frío en los labios, la nariz e incluso en las vías respiratorias. Y eso sin olvidar los efectos en el equilibrio y la coordinación, que pueden provocar caídas, lesiones o incluso accidentes de tráfico si se consume antes de conducir.
Los expertos sanitarios alertan también de los efectos a medio y largo plazo: alteraciones neurológicas, problemas cardiovasculares y dependencia psicológica. Pero lo que más preocupa por ahora es la ligereza con la que se utiliza. Se ve como una moda inofensiva, una manera fácil y económica de desconectar en ambientes festivos.
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