Entre las suaves montañas del Montnegre y las verdes llanuras del litoral del Maresme se esconde una de las obras de ingeniería más impresionantes y menos conocidas de la antigüedad romana en Cataluña: el acueducto de Can Cua, en Pineda de Mar. Construido entre los siglos II y III d.C., este acueducto formaba parte de un complejo sistema hidráulico que transportaba agua desde el valle de la Riera de Pineda hasta la villa romana de Can Roig, un núcleo agrícola y residencial situado junto a la Vía Augusta.
Con una longitud estimada de 3,5 kilómetros y un desnivel de 40 metros entre el punto de origen y el destino, el acueducto de Can Cua demuestra la precisión técnica de los ingenieros romanos. La pendiente constante —de unos 11,5 mm por metro— aseguraba el flujo continuo del agua, que atravesaba torrentes, campos y colinas antes de llegar a su destino. Los restos actuales, situados en el torrent de Can Cua, muestran cuatro grandes arcos de medio punto y parte de un quinto, con una altura que alcanza los 5 metros. Esta estructura, hecha con piedra caliza local unida con mortero de cal, conserva aún fragmentos del canal original revestido con opus testaceum y opus signinum, técnicas constructivas típicas de la época romana que garantizaban la estanqueidad del agua.

 Un acueducto rural único en Cataluña
 Aunque el más conocido es el de Tarragona, el de Can Cua está considerado el acueducto rural romano mejor conservado de Cataluña, y probablemente de toda la Península Ibérica. A diferencia de las grandes obras públicas, como el Puente del Diablo, el de Pineda tenía un uso privado, destinado a proveer de agua las explotaciones agrícolas y termales de la villa romana de Can Roig y las huertas que la rodeaban.
El recorrido comenzaba cerca de la masía de Can Bofí, a unos 65 metros de altitud, y seguía la ladera del Montnegre hasta la llanura de Sant Pere de Riu, pasando por tramos subterráneos y otros con arcadas para salvar torrentes como los de Can Palau y Can Marquès. Precisamente, estos tres puntos —Can Marquès, Can Palau y Can Cua— son los únicos donde aún hoy pueden observarse restos visibles de la estructura original.
Redescubrimiento y protección patrimonial
El primer estudio exhaustivo del acueducto fue realizado en 1932 por el arqueólogo Francesc Prat i Puig, quien identificó hasta 15 tramos de la obra. Con el tiempo, muchos de estos tramos se perdieron entre la vegetación y las transformaciones del terreno, pero investigaciones recientes —como las del arqueólogo Joan Garriga (2020)— han permitido redescubrir varios fragmentos desaparecidos. En 2014, los tramos de Can Cua y Can Marquès fueron declarados Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN), un reconocimiento que asegura su protección y que ha impulsado nuevas actuaciones de conservación y divulgación. En el año 2021, el Ayuntamiento de Pineda de Mar adquirió la finca donde se ubica el tramo de Can Cua para garantizar su preservación y el acceso público.
Hoy en día, el acueducto de Can Cua puede visitarse siguiendo un itinerario natural e histórico que combina patrimonio y paisaje. Entre pinos, encinas y piedras milenarias, los arcos romanos emergen como un recuerdo tangible del paso del Imperio por el Maresme. Pasear por sus alrededores es realizar un viaje en el tiempo: desde la sabiduría técnica de los ingenieros romanos hasta la vida cotidiana de las villas que dieron forma a la comarca. Un patrimonio discreto, pero esencial, que recuerda que la historia del Maresme también se construye gota a gota, siguiendo el curso de un antiguo acueducto entre la montaña y el mar.
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