La danza acompaña a la humanidad desde siempre. Los antropólogos explican que bailar es una forma de comunicarnos, contar historias, reforzar vínculos o incluso seducir. Ya aparece representada en pinturas rupestres, y todavía hoy los niños se mueven instintivamente cuando escuchan una música que los cautiva. Tal como recogía el folklorista Aureli Capmany, la danza es “la expresión más completa que el hombre y la mujer pueden hacer con su propio cuerpo”.
Con esta mirada, las Bibliotecas Municipales del Maresme publicaron en 2015 una guía inédita que recoge bailes y danzas tradicionales de la comarca. Un trabajo de investigación que consulta fuentes documentales y expertos para recuperar un patrimonio a menudo desconocido para el gran público. La guía evidencia que, en el Maresme, se bailaba —y se baila— casi por todas partes: en fiestas mayores, carnavales, plazas, carpas o celebraciones cargadas de simbolismo social.
Entre esta diversidad, destacamos cinco danzas sorprendentes, emotivas y muy locales, que también cuentan la historia y el carácter de sus pueblos.
El Baile de las Morratxes – Canet de Mar

Una danza nacida de un episodio digno de novela. En el siglo XVII, Canet de Mar era víctima recurrente de ataques piratas. En uno de estos asaltos, una niña del pueblo, Mercè, fue raptada y llevada al extranjero. Años después pudo regresar a casa convertida en una joven admirada.
Durante una fiesta en el Castillo de Santa Florentina, un acaudalado mercader argelino le ofreció una morratxa —un elegante recipiente de perfume—. Mercè, indignada, la lanzó al suelo y la hizo pedazos. El gesto, simbólico y contundente, dio origen al Baile de las Morratxes, que se bailaba solemnemente en las fiestas del pueblo como recuerdo de aquel orgullo y liberación.
El Vals de las Pepones – El Masnou
En la Fiesta Mayor de Sant Pere, la carpa del Masnou vibraba al ritmo de un vals tierno y popular: el Vals de las Pepones, también conocido como El Cantaire del Masnou. La música es obra de Joan Costa, aunque se desconoce el autor de la letra.
El nombre sigue siendo un misterio. Una hipótesis apunta a que, al final del baile, se rifaba una muñeca —una “pepa”— entre los participantes. Fuera como fuera, el vals se ha convertido en una pieza identificativa, con melodía en compás 3/4 y letra romántica que habla de amor, mar y pescadores. Una postal viva del Masnou marinero.
El Baile de Gitanes – Mataró
Hoy es una cita imprescindible del Carnaval de Mataró, pero su origen es mucho más antiguo. Los Bailes de Gitanes nacen en el siglo XVIII, cuando las prohibiciones de bailar en Carnaval empujaron a los jóvenes a organizarse en grupos itinerantes.
Con flautas y sacos de gemidos, buscaban chicas con quienes bailar y, con el tiempo, el baile evolucionó hacia una exhibición pública con bastones, figuras y coreografías vistosas. En Mataró hay constancia de Bailes de Gitanes desde el último tercio del siglo XIX, con interrupciones y desaparición posterior. En 2010, sin embargo, el baile renació y hoy llena la plaza de Santa Anna de color, timbales y energía en pleno invierno.
El Baile de Geps – Montgat

Baile de Geps en Montgat
Más que una danza, era un juego de identidades. El Baile de Geps, documentado ya a inicios del siglo XX, se celebraba en Carnaval y tenía una característica clave: nadie sabía quién era quién.
Los bailarines se enfundaban ropa grande, cojines y disfraces que deformaban la silueta —de ahí el nombre “geps”—, y mantenían el anonimato hasta el final de la velada. Incluso durante el franquismo se continuó celebrando, a menudo bajo vigilancia de la Guardia Civil. Desapareció en los años noventa, y algunos intentos de recuperación no han tenido éxito. Hoy es una joya casi mítica del folclore de Montgat.
La Espolsada – Premià de Dalt

Un baile de gitanes creado expresamente para Carnaval en 1860 y encargado al músico Jep el Pastor. Con varias partes —entrada, contradanza, pavana…—, la Espolsada evolucionó constantemente, y hasta se bailaba en dos grupos socialmente diferenciados: los blancos o bonitos y los gitanos.
Después de desaparecer durante décadas, el baile revivió en los años noventa y hoy se mantiene vivo gracias al Esbart l’Espolsada. Se baila en las escuelas municipales y ha viajado por todo el mundo como embajador cultural de Premià de Dalt.
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