Las riadas son el gran riesgo en el Maresme
Las riadas son el gran riesgo en el Maresme

"Una combinación de temporal de mar y riadas podría ser fatal para el Maresme"

Los estudios de inundabilidad del Maresme no tienen en cuenta la combinación de tormentas y oleadas. Oriol Bassa reclama adaptar el territorio al cambio climático antes de que sea demasiado tarde

El ingeniero de montes e investigador ambiental Oriol Bassa alerta de que el Maresme podría verse superado por una tormenta como la de València si no actualiza infraestructuras y planificación. Cuando la DANA de octubre de 2024 colapsó València con lluvias de hasta 700 litros por metro cuadrado, Oriol Bassa quiso comprobar hasta qué punto había fallado la previsión oficial. “Busqué el mapa de inundabilidad de la zona de València, busqué el mapa de lo que cayó y los superpuse. No se parecían en nada. Los estudios que tenemos de inundabilidad no estimaban, con la metodología actual, lluvias tan intensas”, explica.

Los mapas oficiales del Estado y de la Agència Catalana de l’Aigua (ACA) se basan en los llamados periodos de retorno: lluvias teóricas que, estadísticamente, solo deberían repetirse cada 10, 100 o 500 años. Pero, según Bassa, esta lógica ha quedado obsoleta. “Los periodos de retorno con el cambio climático se han acortado. Aquello que era de 500 años ya no es de 500, es de 368. Por tanto, la metodología que utilizamos puede no ser adecuada”. La conclusión es clara: los mapas que delimitan qué es zona segura y qué no lo es, hoy ya no reflejan la realidad del clima. “Empíricamente están desfasados”, resume Bassa. Y esto tiene consecuencias directas para el Maresme, una comarca atravesada por unas cuarenta rieras que descienden desde la sierra hasta el mar, a menudo canalizadas y urbanizadas a su alrededor.

Oriol Bassa, investigador i enginyer de forests. Foto: R. Gallofré
Oriol Bassa, investigador e ingeniero de montes. Foto: R. Gallofré


El Maresme, dice Bassa, no solo debe temer la lluvia que cae, sino también la que empuja el mar. “Aquí no tenemos solo inundaciones de riera; tenemos también inundaciones marinas”, advierte. Hasta 2019, los estudios de la ACA preveían olas máximas de 2,7 metros. “Hoy sabemos que eso no es cierto. Con el Gloria, las olas en Mataró llegaron a 8, 9, 10 y 12 metros”. Esto significa que cuando una riera llega al mar, puede encontrarse con una especie de muro de agua que le bloquea la salida. “Imaginemos una tormenta de mar bastante importante, con olas de 5 o 6 metros, y una riera bajando llena. Si juntamos las dos inundabilidades —la de la riera y la del mar—, sí que podríamos tener una situación como la de València, alerta.

El mensaje es que los estudios actuales calculan por separado el riesgo fluvial y el riesgo marino. Pero en la práctica, un episodio intenso los combina. “Deberíamos recalcularlos juntos”, concluye. Esta doble amenaza —la lluvia y el mar— convierte al Maresme en uno de los territorios más vulnerables de Catalunya.

En su tesis doctoral, Bassa identificó las infraestructuras más expuestas de la comarca. “Las que tendrán más problemas son básicamente las de la línea del tren”, afirma. El diagnóstico es conocido, pero él lo respalda con datos: “En 2019 dije que había tres puntos muy débiles: Malgrat, Sant Pol y Santa Susanna. Pocos meses después, el mar se llevó Malgrat, y Sant Pol estuvo a punto”. Por eso defiende que la R1 deberá trasladarse tierra adentro, pese a la complejidad política y económica del proyecto. “Lo que está claro es que la vía del tren hay que sacarla de donde está y pasarla al interior. No se puede hacer en un año, pero hay que empezar ya”. Bassa prevé que, de aquí a 2050, la línea “no se romperá una vez ni dos, sino más veces cada dos años”.

Efectes del temporal de mar. Foto: Arxiu
Efectos del temporal de mar. Foto: Archivo


Los puntos críticos

Otro foco de riesgo es la planta de residuos del Maresme, en Mataró. Bassa considera que debería protegerse la instalación o, mejor aún, reubicarla fuera de la zona inundable. “Si está, hay que protegerla. Pero lo mejor sería que no estuviera”. Los cámpings como los del Maresme, dice, son las instalaciones más peligrosas de toda Catalunya. “En una riada nocturna, la gente duerme y no tiene tiempo de reaccionar”. Además, los efectos de las inundaciones no son iguales para todos. “Siempre afectan más a las clases más pobres”, recuerda. “El cambio climático rompe la sociedad: la clase media se está deshaciendo, y habrá gente que no podrá pagar el aire acondicionado o un seguro”.

  • Los seguros, precisamente, son otro punto débil. “No cubren zonas inundables oficialmente reconocidas. Si en el mapa del Ministerio aparece que tu casa es inundable, quizá te cubrirán un incendio, pero no una inundación. Porque saben que ocurrirá seguro; la única incertidumbre es cuándo”.

Tras la tragedia de València, Bassa observa con preocupación que el gobierno valenciano ha autorizado volver a urbanizar algunas de las zonas afectadas. “Es volver a cometer el mismo error. Lo que tenemos que hacer es adaptar el urbanismo al cambio climático. Si es necesario, desclasificar o expropiar zonas, y trasladar actividades fuera del riesgo”. El riesgo no es solo puntual: es progresivo. “El mar en nuestra costa sube unos cuatro milímetros al año. Eso significa cuatro centímetros en diez años”. El resultado, dice, es que “habrá una modificación del litoral”. Las zonas construidas sobre antiguos vertederos o terrenos ganados al mar —como en Mataró o Premià— serán especialmente vulnerables. “Esta costa no está estructurada para resistir el embate del mar”.

Los ayuntamientos, según Bassa, tienen una responsabilidad directa. “Los planes urbanísticos actuales todavía se basan en mapas antiguos. Hay que adaptarlos a las nuevas normativas de inundaciones y al cambio climático”. Esto implicará reducir suelo urbanizable y densificar en zonas seguras. “No nos gusta, pero es necesario”. También habrá que prever recursos para expropiar zonas de riesgo. “Los nuevos planes deberán pensar cómo obtener dinero para indemnizar a la gente a la que se expropie. Si no, habrá reclamaciones patrimoniales”. Bassa admite que esto no será fácil: “Significa menos viviendas y menos ingresos, pero más seguridad. Si no nos adaptamos, el riesgo será mucho más caro”.

Plou de valent a la plaça Gran de Mataró. Foto: Arxiu
Llueve intensamente en la plaza Gran de Mataró. Foto: Archivo


“El riesgo lo tenemos aquí”

“Yo he analizado el riesgo, y lo tenemos aquí. Acabará pasando un día u otro”, afirma con serenidad. Su tesis estimaba que un episodio extremo en el Maresme podía generar daños por 374 millones de euros y varias muertes. “Eso ahora ha quedado obsoleto. Mi escenario más duro entonces, hoy ya es el básico”. Pone un ejemplo: “Solo en el barrio del Rengle, si un aparcamiento se llena de agua, con los vehículos eléctricos que hay, podríamos perder 15 o 20 millones de euros. Y eso puede pasar”. Los nuevos materiales y las dependencias tecnológicas, como los ascensores o las puertas automáticas, agravan el riesgo en caso de corte eléctrico.

El investigador propone que los ayuntamientos elaboren ordenanzas de inundaciones que obliguen a medidas básicas de protección, como se hacía antiguamente. “En Malgrat o en Canet, la gente ponía tablones en las puertas cuando llovía fuerte. Ahora nadie lo hace. Nos hemos relajado, pensamos que todo es seguro”. También apuesta por los SUDS —sistemas urbanos de drenaje sostenible— que permiten infiltrar el agua de lluvia en el suelo en lugar de verterla a los desagües. Asimismo propone crear balsas de laminación, espacios agrícolas o naturales que puedan inundarse temporalmente para frenar el agua antes de que llegue a los núcleos urbanos. “En el Maresme nos faltan muchas. En Cabrils, en Pineda, en Dosrius… deberíamos empezar a hacerlas”. Es una medida, dice, mucho más barata y efectiva que muros o canalizaciones.

A pesar de los avances —el 70% de los municipios del Maresme ya tienen planes de emergencia por inundaciones—, aún hay mucho trabajo por hacer. Por ejemplo, de forma estacional, teniendo en cuenta que en verano la población de determinados municipios puede llegar a triplicarse. Para Oriol Bassa, el debate ya no es si el cambio climático es real, sino cómo nos adaptamos. “Cada vez tendremos más perturbaciones, más intensas y más frecuentes. Tenemos suerte de que muchas van al mar, pero habrá en tierra, y no en 500 años, sino en muchos menos”. El Maresme, dice, aún tiene margen para reaccionar. “Todavía estamos a tiempo, pero hay que empezar ya”. Los próximos planes urbanísticos, insiste, deberán incorporar criterios ambientales, drenajes sostenibles y zonas de laminación. “Si no, el coste humano y económico será mucho mayor. El riesgo lo tenemos aquí. Y un día u otro pasará”.

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