El Maresme se ha situado en el último cuarto de siglo entre las comarcas catalanas con un crecimiento demográfico más intenso, muy por encima de la media del país. Desde el año 2000, la población ha aumentado cerca de un 37%, hasta alcanzar los 472.572 habitantes, mientras que el conjunto de Catalunya ha crecido casi un 30% en el mismo periodo. Así lo ponen de manifiesto los datos del Idescat analizados por la Agència Catalana de Notícies.
Este crecimiento sostenido, sin embargo, no ha ido acompañado de un rejuvenecimiento de la población. Al contrario: el Maresme ejemplifica con claridad la doble dinámica que vive el país —aumento de habitantes gracias a la inmigración y envejecimiento acelerado— con implicaciones directas sobre la vivienda, los servicios públicos y la cohesión social.
Mataró concentra el crecimiento, pero por debajo del ritmo comarcal
Mataró, capital y principal núcleo urbano de la comarca, sigue siendo el gran polo demográfico del Maresme. En el año 2025 cuenta con 131.370 habitantes, tras haber ganado 26.711 vecinos desde el año 2000, un incremento del 25,5%.
A pesar de ser una cifra notable, el crecimiento de Mataró ha sido inferior al de la media comarcal, lo que evidencia un proceso de descentralización residencial hacia municipios medianos y pequeños del Maresme, especialmente aquellos bien conectados con Barcelona. Esta tendencia también se ha observado a escala catalana, pero en el Maresme ha sido especialmente intensa.
Vista aérea de la ronda presidente Tarradellas de Mataró
Municipios medianos al alza
El crecimiento no se ha distribuido de forma homogénea. Municipios como Alella, que ha alcanzado los 10.251 habitantes con un aumento del 21,8%, o Premià de Mar, que ya supera los 29.300 habitantes (+12,3%), ejemplifican cómo localidades tradicionalmente residenciales han dado el salto definitivo a la categoría de municipios medianos.
No es casualidad que siete de los nuevos municipios catalanes de más de 10.000 habitantes de los últimos 25 años sean del Maresme, una cifra muy elevada en relación con el peso territorial de la comarca. Este proceso ha tensionado infraestructuras, servicios educativos y sanitarios, y ha situado la vivienda como uno de los principales cuellos de botella del crecimiento.
Vista de Premià de Mar, uno de los municipios que más crece
Envejecimiento: un giro de la pirámide demográfica
Si el volumen de población ha crecido, su estructura por edades se ha transformado profundamente. En el Maresme, el peso de las personas de 65 años o más ha pasado del 14,5% en 2001 al 20% en 2024, un aumento de 5,5 puntos porcentuales, muy en la línea —e incluso ligeramente por encima— de lo ocurrido en el conjunto de Catalunya.
En paralelo, la población en edad activa (16-64 años) ha bajado del 69,1% al 64,8%, mientras que el porcentaje de niños y adolescentes (0-15 años) también retrocede, del 16,4% al 15,2%. La fotografía es clara: menos jóvenes, más personas mayores y mayor presión sobre el sistema de cuidados.
Mirando a 2034: más población, pero todavía más envejecida
Las proyecciones del Consell Comarcal del Maresme apuntan a que la comarca superará los 500.000 habitantes en el año 2034, gracias sobre todo a un saldo migratorio positivo de 42.000 personas. El crecimiento, sin embargo, vendrá acompañado de un envejecimiento todavía más acusado: si se cumplen las previsiones, casi uno de cada cuatro residentes tendrá más de 65 años.
La natalidad no acompaña este aumento. El año 2023 registró la cifra de nacimientos más baja de los últimos 48 años, y el crecimiento natural seguirá siendo negativo, con una pérdida proyectada de 12.000 personas. Esta tendencia es compartida con Catalunya, pero en el Maresme se combina con una fuerte atracción migratoria que amortigua sus efectos en términos absolutos.
La población inmigrada, clave para el aumento demográfico. Foto: R. Gallofré
El papel clave de la inmigración
Actualmente, el 13,5% de los residentes del Maresme tiene nacionalidad extranjera, una proporción inferior a la media catalana (18%), pero con un saldo migratorio positivo ininterrumpido desde 2002. Es esta aportación la que ha permitido sostener el crecimiento demográfico, especialmente en edades activas, y compensar parcialmente la caída de la natalidad.
Como ya ocurre en el conjunto del país, la inmigración no solo incrementa la población, sino que redefine el mercado laboral, la escuela y los barrios, planteando nuevos retos de integración y convivencia que se suman a los ya existentes.