Cuando el tren de Rodalies se adentra en el túnel de Montgat, pocos viajeros sospechan que están cruzando una auténtica pieza de museo vivo. Esta galería de ladrillo y roca, situada entre las estaciones de Montgat y Montgat Nord, es el túnel ferroviario más antiguo en uso de la península Ibérica, inaugurado en 1848 dentro de la pionera línea de ferrocarril Barcelona–Mataró. Desde hace 177 años, este paso subterráneo perfora la montaña y la historia del Maresme.
El trazado del primer ferrocarril peninsular siguió la línea de la costa, aprovechando el dominio público marítimo entre Barcelona y Mataró. Solo había un obstáculo serio: el Turó de Montgat, un promontorio rocoso conocido en la Antigüedad como Lunarium Promontorium, formado por granitos paleozoicos y volcado directamente al mar. La ingeniería del siglo XIX optó por la solución más valiente: perforar la montaña y crear lo que la gente pronto bautizó como «La Muntanya Foradada».
La construcción del túnel de Montgat fue, con diferencia, la obra más compleja de la línea Barcelona–Mataró, junto con el puente sobre el Besòs. Se excavó a pico y pala, con barrenas y pólvora, en una época en la que todavía no existían las perforadoras mecánicas de aire comprimido. La piedra extraída se reutilizó como balasto para la plataforma de la vía. Aunque la roca era tan dura que no habría hecho falta revestimiento, el ingeniero residente William Locke decidió recubrir toda la bóveda con ladrillo para garantizar la seguridad. Según la investigación del ingeniero Xavier Nubiola, presentada en la conferencia «La Muntanya Foradada. El primer túnel ferroviari d’Espanya, al turó de Montgat» y en el libro que se deriva de ella, sabemos con detalle cómo se perforó el túnel, cómo se planificaron las comunicaciones entre estaciones y cómo, a inicios del siglo XX, se ensancharon el túnel para la doble vía sin alterar prácticamente su fisonomía exterior. Nubiola también documenta la presencia de pozos de ataque en la cima del turó, la técnica de perforación con galería superior de avance y el uso de la piedra de la cantera para escolleras y terraplenes.

El túnel de Montgat nació con vocación moderna. El Real Decreto de 1844 ya obligaba a construirlo lo suficientemente ancho para dos vías (7,55 metros iniciales), aunque durante décadas solo se colocó una. No sería hasta alrededor de 1900 cuando, ante el aumento del tráfico, se decidió instalar la doble vía y ensanchar la galería unos 70 centímetros hacia el lado de montaña para adaptarla al nuevo gálibo de los trenes. Hoy, su longitud es de 127 metros, según los planos de ADIF.
- Uno de los elementos más singulares de la historia del túnel de Montgat son sus embocaduras. Originalmente, tanto la boca norte como la sur estaban rematadas con un arco triunfal de estilo ecléctico, que recordaba a un pequeño castillo medieval inglés, con dos torres laterales coronadas por capiteles de inspiración oriental y medallones decorativos que aludían al ferrocarril. Aquel portal monumental quería simbolizar el poder del nuevo medio de transporte que estaba cambiando el país.
Pero la historia no ha sido nada amable con el Turó de Montgat. La explotación de la cantera ferroviaria para construir terraplenes y escolleras, los temporales de mar y, sobre todo, los estragos de la Guerra Civil, han modificado radicalmente el perfil de esta montaña. De los aproximadamente 70 metros de altura iniciales se ha pasado a los 40 actuales, y el turó ha retrocedido unos 100 metros respecto a la línea de costa. El golpe más duro, sin embargo, llegó en enero de 1939, cuando la boca sur del túnel fue volada en la retirada republicana, hecho que comportó la pérdida de unos ocho metros de túnel y la desaparición del portal original. Después de la guerra, la reconstrucción fue funcional y austera: la nueva embocadura sur, de hormigón, ya no tenía la ornamentación romántica del siglo XIX. En cambio, la boca norte del túnel de Montgat aún conserva, a pesar de modificaciones y ensanches, buena parte del carácter original y se ha convertido en un icono del paisaje ferroviario del Maresme. Desde lo alto del turó, hoy mirador, se puede ver cómo la línea costera y el túnel han condicionado –y protegido– este espacio.
El túnel ferroviario más antiguo de la península, hoy integrado en la línea Barcelona–Maçanet, sigue haciendo exactamente el mismo trabajo que en 1848: dejar pasar trenes, personas e historias. Ha visto pasar locomotoras de vapor como La Mataró, convoyes de mercancías, vagones de madera y unidades de Rodalies llenas de bañistas. Ha sobrevivido a temporales, bombardeos, obras, ampliaciones y cambios de operadora. Y sigue siendo, discreto pero imprescindible, un símbolo del nacimiento del ferrocarril en Cataluña y en la península Ibérica. Para los amantes del patrimonio industrial, del ferrocarril Barcelona–Mataró y de la historia del Maresme, el túnel de Montgat es mucho más que una simple galería bajo una montaña: son 177 años atravesando el tiempo y manteniendo vivo el recuerdo de la primera gran revolución del transporte en el país.
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