Xaubet

Hèctor Xaubet

Profesor y sociólogo

12-O, maquillaje sobre la fiesta laboral

Recientemente hemos vivido otro episodio de escenificació estètica, bañado por un discurso nacionalista, protagonizado por partidos de izquierda: en ocasió de la festividad del 12 de Octubre, 40 ayuntamientos de Cataluña, principalmente gobernantes por ERC y CUP, decidieron no hacer fiesta, però és conocido sobre todo el caso, que saltó a las portadas, del Ayuntamiento de Badalona.

Se decía que, como que "no tenemos nada a celebrar", entonces la fiesta no se tiene que hacer. Però fijémonos en què implica això: usar la identidad nacional como argumento exacerba sentimientos que no se tienen que implicar ni en el deber de trabajar ni en el derecho de no hacerlo cuando així està reconocido. Vet aquí como una medida així és profundamente reaccionàría y, al apelar justamente a la excusa nacional, no hace sinó romper la neutralidad de las instituciones democràtiques y traer a una cierta arbitrariedad. En efecto, si un gobierno municipal independentista decide no hacer fiesta el 12-O, entonces, por la misma regla de tres, otro ayuntamiento podría decidir no hacer fiesta la 11-S.

Ahora corderó, en el fondo hay otro elemento que patentiza més claramente el aspecto reaccionario. El quid de la qüestió és que las fiestas laborales, sea cual sea la forma como se presentan, sonidón un derecho. La lucha obrera de siglos para conseguir fiestas y vacaciones no se hizoperquè ahora un ayuntamiento utilice estas fiestas como una arma a su favor. Així, reduïm-lo a sus proposiciones esenciales: el Ayuntamiento, abusando de su competència, dice a los trabajadores que, como que no és español, sí que vayan a trabajar y no disfruten del día de fiesta laboral. Os dáis cuenta del caràcter perverso de esta postura, aunque el Ayuntamiento oferís en compensació otro día? Os imagináis que una empresa volgués cambiar las fiestas laborales a su criterio?

Este és el problema real, això és el que aquellos ayuntamientos olvidaban, y això és el que el opinió pública no ha visto, bajo el velo del conflicto nacional, que se ha sobrepuesto. A més, las instituciones no sonidón de los representantes, y por lo tanto estos no pueden traspasar su ideología a la actividad pública y condicionar los funcionarios. Hay quién se queja de la instrumentalització política de la justícia; pues bien bé parece que nos encontramos ante una instrumentalització política de la administració pública. Que el primero al hacer el gesto fuera un gobierno supuestamente alternativo como és el de Badalona, que sea la izquierda quién sustituye las fiestas cuando le apetece, és muy preocupante, y a més tensar la cuerda del conflicto territorial actual és peligrós.

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