Acabamos este 2012 en peores condiciones que lo comenzamos. Ha sido un año mucho llevar por los trabajadores y trabajadoras. Un año en el que hemos llegado a las 900.000 personas al paro en Cataluña, 325.000 niños viven bajo el umbral de la pobreza, tenemos 100.000 familias sin ningún ingreso y con todos sus miembros sin trabajo, se hacen 20 desahucios diarios, el paro juvenil llega al 53% y más de 10.000 de nuestros jóvenes han emigrado al extranjero. En Educación tenemos 20.000 alumnos más y 6000 profesores menos y el camino de la privatización de la Sanidad parece imparable con un 20% de pérdida de puestos de trabajo por la eliminación de los servicios. Un año en el que los conflictos sociales empiezan a agudizarse gravemente.
También ha sido el año de la más dura y lesiva Reforma Laboral del Gobierno del PP aprobada con el apoyo de CiU. Una reforma laboral durísima que modificó el precio del despido, liberó totalmente sus causas y dio un golpe de hacha a la Negociación Colectiva. Estas medidas no han hecho más que favorecer el paro dando alas al empresarios para hacer limpieza a sus empresas de una manera fácil, rápida y trueque.
Ha sido un año de mucha movilización social a la calle, un año con centenares de manifestaciones y concentraciones de todo tipo, laborales, sociales y civiles. Y un año con dos huelgas generales por primera vez en España. Un 2012, también, con un monumental recorte de derechos: la sanidad, la educación, la investigación, los servicios sociales que nos ha traído a una intensa actividad. De una intensidad proporcional a los graves y continuados ataques que estamos sufriendo los trabajadores y trabajadoras a las condiciones de trabajo y de vida desde el inicio de la crisis del sistema financiero internacional el 2007, con una Comisión Europea que continúa haciendo del dogma neoliberal la única posibilidad para gestionar la crisis, la austericidi. Los ataques a los derechos laborales y sociales pretenden, a través de la bajada de los costes laborales y de la transferencia de recursos públicos al sector privado (especialmente al sector financiero), consolidar la tendencia a la acumulación de poder y riqueza cada vez en menos manso. El resultado es de sobra conocido: más paro, más precariedad, más pobreza y más desigualdad.
Para aplicar la receta neoliberal los gobiernos no han dudado a atacar las libertades personales, colectivas y nacionales. Una clara muestra es el último paquete de iniciativas legales. La no revalorització de las pensiones, la ley Wert que representa los intereses de la jerarquía eclesiástica y de los sectores privados y la ley de tasas judiciales, que acaba con el principio que la justicia es un servicio público y que todo el mundo es igual ante la ley.
Estos son, pero, los tiempos en qué CCOO queremos incidir para transformar la realidad injusta. Lo tendremos que acertar. Hay que reforzar el sindicato, la organización de los trabajadores y trabajadoras que nos tiene que permitir a la empresa discutir las condiciones de trabajo en sentido amplio e incidir en la estrategia empresarial. Si somos fuertes a las empresas seremos más útiles a los intereses que representamos y podremos actuar también en la sociedad para exigir un reparto más justo de la riqueza creada.
Sin duda nos tenemos que renovar en formas y en propuestas para dar cabida a la pluralidad y diversidad de intereses de los trabajadores y trabajadoras (profesional, sectorial, generacional, de género, contractual, de expectativas vitales ante el trabajo, en activo o en situación de paro o pensionista). Pero también nos tenemos que reivindicar. Aquellos que insisten que los sindicatos son organizaciones caducas, tendrían que decir donde seríamos hoy sin sindicatos y como los trabajadores se organizarían en una empresa para negociar sus derechos. Países sin derechos sindicales hay, pero ni tienen mayor riqueza ni tienen mayor igualdad. Los sindicatos son necesarios y útiles y más en situación de regresión de libertades y de ataque a los derechos laborales y sociales. Los trabajadores y trabajadoras queremos ejercer el derecho a decidir sobre las condiciones de trabajo y cómo revierte en nuestro progreso personal la parte de la riqueza que creamos con nuestro trabajo. La democracia tiene que entrar a las empresas.
El sindicalismo es la mejor herramienta e instrumento de que disponemos los trabajadores y las trabajadoras para organizarnos dentro y fuera del centro de trabajo. Hoy, ante las fuertes agresiones que está recibiendo la clase trabajadora en sus derechos y libertades, ante los intentos de desmontar el modelo social que hemos ido construyendo con la lucha, el sindicalismo de clase es imprescindible.
Desear un feliz 2013 puede parecer baladí; el que necesitamos es que el año que está a punto de empezar sea lo de las oportunidades, el de la recuperación de nuestros derechos, el de la equidad, el de la justicia social. De la ciudadanía, y sólo de la ciudadanía, depende.
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