Protagonistas del 23F, en una imagen de RTVE.ES
Protagonistas del 23F, en una imagen de RTVE.ES

Miguel Guillén Burguillos

40 años del 23F: el intento del golpe de estado en Mataró

Reconstruimos el 23F, cuatro décadas después, dando voz a diferentes personas de Mataró que vivieron aquel acontecimiento en primera persona

Se cumplen cuarenta años del intento de golpe de estado del 23F, un hecho que puso el ay al corazón a todos los ciudadanos del Estado, entre ellos los vecinos y vecinas de Mataró . Eran prácticamente las seis y media de la tarde del 23 de febrero de 1981 cuando un grupo de guardias civiles, a las órdenes del teniente coronel Antonio Tejero, irrumpían en el Congreso de los Diputados en el transcurso de la votación de la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo, que días después sería proclamado presidente del gobierno en sustitución del fines hacía poco dimitido Adolfo Suárez. "¡Todo el mundo al suelo!", llamó Tejero, pistola en mano, y prácticamente todos los diputados se escondieron bajo su escaño, que sentían como las balas de las ametralladoras de los militares silbaban por encima de sus cabezas. Digo prácticamente todos porque sólo tres se mantuvieron sentados: el propio Suárez, el vicepresidente y militar Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista de España (PCE).

Este gesto de dignidad de los tres políticos nos brindó una de las imágenes icónicas de la Transición política española, que tan bien supo explicar Javier Cercas en el magnífico libro "Anatomía de un instante". Aquel instante, que en contra del que mucha gente piensa no se pudo seguir en directo por televisión, ha quedado grabado por siempre jamás más en el imaginario colectivo de nuestro país. El intento de golpe de estado se vivió de mil y una maneras diferentes en todo nuestra geografía, y como no podía ser de otro modo, también marcó por siempre jamás más las vidas de los mataronins y mataronines que vivieron aquel momento, singularmente de quienes entonces tenían responsabilidades políticas y sindicales en la ciudad.

En este reportaje a Renacuajo reconstruimos el 23F en Mataró dando voz a diferentes personas que vivieron aquel acontecimiento en primera persona.

El intento de golpe de estado sorprende el gobierno municipal en plena reunión

Mientras Tejero entraba al Congreso de los Diputados, se celebraba una reunión de la permanente del gobierno municipal (formado por PSC, PSUC y CiU) a Sala de los Leones del Ayuntamiento de Mataró, donde se estaba debatiendo el proyecto de participación y descentralización ciudadana. Tal y cómo se recoge en una detallada crónica del número de marzo de 1981 del boletín mensual del PSUC, "Progreso", se estaba llegando a un principio de acuerdo de cara a resolver la crisis del gobierno municipal abierta hacía algunos meses. A la reunión estaban presentes, además del alcalde de Mataró, Joan Majó, los regidores Ramon Manent, Manuel Mas y Carles Mantiene (PSC), Lluís Fernández, Pablo Morales y Manuel Molina, que acababa de llegar (PSUC), Pere Antoni Fusté y Josep Masriera (CiU). El líder de los convergentes, Ramon Pla, estaba de viaje en Valencia.

En aquellos momentos, el secretario del alcalde, señor Fradera, interrumpió la reunión para informar que algo estaba pasando en el Congreso de los Diputados, que unos militares habían entrado. El secretario del Ayuntamiento, señor Sánchez Isaac, dijo desde el primer momento que aquello no saldría adelante. El caso, pero, es que la incertidumbre y los nervios se apoderaron de los presentes, como del resto de ciudadanos y ciudadanas, que seguían con desazón los acontecimientos.

Els regidors del mandat 1979-1983 a Mataró. Foto: Alfons Quintana

Los regidores del mandato 1979-1983 en Mataró. Foto: Enric Quintana (Fons Maresme del Archivo Comarcal)

Joan Majó trucó el comandante de la guardia civil y le recordó que la primera autoridad de la ciudad era el alcalde. La respuesta del militar, pero, no fue nada tranquilizadora: "yo estoy esperando un télex con las órdenes que tengo que seguir", dijo. Majó, junto con algunos otros regidores, se quedaron en el Ayuntamiento para seguir las noticias que llegaban por la radio. También se instaló un televisor pequeño en la sala, pero durante horas no había señal, puesto que los militares ocuparon Radio Televisión Española. Hay algunas fotografías de Enric Quintana que dan testigo de aquellos momentos.

El PSUC llama a la movilización

El PSUC se encontraba en un proceso organizativo complicado a principios de 1981, pues acababa de tener lugar el conflictivo quinto congreso del partido, que lo destrozó internamente. En Mataró, aquel 23F los dirigentes del PSUC eran partidarios de llamar a la movilización popular para defender la democracia, mientras que los miembros del PSC preferían mantener la calma en aquellos momentos difíciles. Lluís Fernández solicitó poder dirigirse a la ciudadanía a través de Radio Mataró, pero no fue autorizado. Entonces, se pidió instalar megáfonos en las patrullas de la policía local, mide que también fue rechazada. Aun así, un nutrido grupo de personas se concentró enseguida ante el consistorio, con clara preponderancia de la militancia del PSUC (que en Mataró contaba con 600 militantes) y CCOO, que acudieron al llamamiento del partido y el sindicato. Los comunistas pidieron la celebración de un pleno extraordinario a las 22 horas, pero este no acabó teniendo lugar. Finalmente, se acordó celebrarlo en el día siguiente, para aprobar con el voto de los cuatro grupos municipales con representación municipal una resolución condenando el intento de golpe de estado y en defensa de la democracia.

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Regidores de Mataró siguiendo el golpe por la Radio. Foto: Alfons Quintana

Antonio Rodríguez Avellaneda era en aquellos momentos el secretario de organización de CCOO en Mataró y responsable político de la agrupación de Cereza del PSUC. Al conocer la noticia del intento de golpe de estado a la sede de CCOO de la calle Amàlia, marchó rápidamente al local del partido de la calle de la Montaña número 11, a Cereza, para recoger, junto con otros compañeros, varias fichas y otra documentación, para esconderla. Pep Isla, militante del PSUC y de CCOO, y entonces profesor al instituto Alexandre Satorras, recuerda que recibió la noticia del asalto al Congreso mientras preparaba clases en casa suya, al Camino real. Le comunicó otro profesor y compañero, Àngel Tarrés. Los dos cogieron el coche y se desplazaron hasta el local de la agrupación del Centro del PSUC, donde ya estaban dos veteranos militantes del partido: Teresa Cortina y Rossend Dalmau, que los dijeron que ya habían guardado toda la documentación en un lugar seguro, que no tenían que sufrir. Los dos recordaban perfectamente qué pasó el julio de 1936. Entonces, Isla y Tarrés marcharon al Ayuntamiento, donde estuvieron durante algunas horas con otros compañeros de partido y sindicato. La sensación compartida aquella noche fue de desgavell informativo, de no tener ninguna certeza del que estaba pasando en Madrid o en Valencia, donde el capitán general Milans de Bosch sacó los tanques en la calle.

Salvador Mila

Salvador Mila, regidor del PSUC de entonces

Salvador Milà, abogado y regidor del PSUC entonces, recibió la noticia del intento de golpe de estado a su despacho de la ronda Alfons X, por boca del arquitecto Narciso Majó, que le dijo que pusiera la radio. Milà marchó inmediatamente hacia el Ayuntamiento y allá se estuvo durante algunas horas, con varios compañeros del gobierno municipal. También recuerda tener una sensación de incertidumbre respecto del que estaba pasando, incluso en algunos momentos parecía que el golpe de estado podía triunfar. Milà compartía el posicionamiento de su partido: había que llamar a la movilización.

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Joan Majó, alcalde de Mataró durante el 23-F

El 1981, Antoni Segarra, ninguno de lista del PSUC en las elecciones municipales de dos años antes, trabajaba como profesor de formación profesional en Sant Adrià de Besòs. Conoció los hechos que se estaban produciendo en Madrid volviendo a Mataró en coche después de su jornada laboral. Enseguida fue hacia el Ayuntamiento, para unirse a los compañeros de consistorio. Trucó su mujer, Carmina Benito, para decirle que fuera con los hijos a dormir fuera de casa, por el que pudiera pasar. Si la cosa iba mal, quedaron que se verían en Francia, donde la Carmina tenía familia. En la escuela donde trabajaba Segarra había algunos elementos fascistas que conocían perfectamente su militancia en el PSUC, y esto lo situaba en una posición de claro peligro ante un eventual golpe de estado. De hecho, había sido advertido pocos días antes por un cura castrense que trabajaba en el mismo centro, que alguna vez lo había llegar a amenazar pistola en mano. Aquello hizo que la sorpresa por los hechos del 23F no fuera total para el líder psuquero, que hacía días que sabía que algo podía pasar. Segarra explica que el golpe de estado fracasó, pero semanas después todavía aparecieron cerca de su escuela carteles con su cara y un letrero de "Se busca". También recibió una amenaza seria en forma de uno salvo que alguien disparó e impactó en su coche particular, aparcado junto a su centro de trabajo. El consejero de enseñanza de la Generalitat, con quien tenía relación, le ofreció una baja o cambio de centro, que rechazó al tener ya concedido un traslado a un centro de Calella. Aquellos que dicen que la transición a la democracia fue pacífica y ejemplar tendrían que revisar la historia.

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Representantes políticos mataronins, durante el 23-F. Foto: E. Quintana (Fons Maresme del Archivo Comarcal)

Tranquilo, Jordi, tranquilo

Hacia la medianoche, el alcalde Joan Majó tuvo ocasión de hablar vía telefónica con el Presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que le trasladó que había que mantener la calma, que había hablado con el rey y lo había tranquilizado. Aquel ya famoso "tranquilo, Jordi, tranquilo" que han recogido los libros de historia. Majó habló nuevamente con el comandante de la guardia civil, que le explicó que estaba a sus órdenes. Otra conversación de Majó fue con su compañero de partido Narciso Serra, entonces alcalde de Barcelona, con quién compartieron sensaciones e incertidumbres. Más tarde, volvió a tener una conversación con Jordi Pujol.

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Antoni Segarra, regidor del PSUC

Durante aquella noche, había cierto miedo a que apareciera por el Ayuntamiento algún elemento incontrolado y armado de extrema derecha, pero el cierto es que no vino nadie. Los movimientos del cuartel de la guardia civil se conocían a través del sindicalista Paco Cantero, que se situó en una azotea que había cerca. Los militares formaron en el patio, pero en ningún momento mostraron intención de salir a la calle.

El famoso mensaje del rey a la televisión, hacia la una y media de la madrugada, fue seguido por algunos regidores a la pequeña televisión que había al Ayuntamiento. Otros, habían bajado a la Granja Montells y lo hicieron desde allá. Un golpe escuchadas las palabras de Joan Carles Y, como sucedió con millones de españoles, hubo cierta sensación de tranquilidad dentro de la gravedad de la situación, y algunos representantes políticos marcharon hacia casa, entre ellos el alcalde Joan Majó, que entonces vivía en Barcelona. El regidor del PSUC Pablo Morales había venido al Ayuntamiento en bicicleta, pero era una temeridad volver a casa suya con este medio de transporte, sin saber qué se podía encontrar por la calle. Uno de los regidores socialistas que también marchaba a descansar, José María López, lo acompañó en coche. La mujer de Morales estaba embarazada y la preocupación era máxima en aquellos momentos.

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Ramon Manent, uno de los regidores que pasó toda la noche al despacho de alcaldía

Al despacho de alcaldía se quedaron de guardia algunos regidores del PSC y el PSUC, con un termo pleno de café, que haría buen servicio, tal y cómo recuerda perfectamente Ramon Manent, que fue uno de los regidores que pasaron toda la noche allá. A la crónica del boletín "Progreso" se explica que las personas que formaron parte de aquella "guardia" en diferentes momentos fueron Ramon Manent, Fermín Fernández y Carles Mantiene (PSC), Lluís Fernández, Antoni Segarra, y Antoni Cuadras (PSUC). Una veintena de militantes del PSUC y de CCOO permanecieron también en el vestíbulo del Ayuntamiento durante algunas horas más, por el que pudiera pasar.

Pasadas las dos de la madrugada el gobernador civil de Barcelona contactó con el Ayuntamiento de Mataró para interesarse por la situación a la ciudad. Lluís Fernández atendió la llamada y le explicó que no había novedad. Fueron unas horas llenas de incertidumbres y miedos, donde llegaron rumores de todo tipo: que si había listas negras que la extrema derecha tenía preparadas con nombres de significados dirigentes de partidos y sindicatos, que si la guardia civil estaba a punto de salir a la calle, etc. El sistema democrático español era muy joven y frágil, y los luchadores antifranquistas sabían perfectamente que no se había conseguido gratuitamente, porque muchas personas habían muerto o habían sufrido largas penas de prisión para luchar contra la dictadura y en favor de la democracia. Hoy es fácil criticar el papel de las diferentes fuerzas políticas, sindicales y sociales en aquellos difíciles años, mucho más si se hace desde el sofá de casa o desde la comodidad que ofrece el paso del tiempo y el conocimiento de la historia. El que sí sobta es que haya personas que no movieron un dedo en aquella época, teniendo edad de sobra, y ahora quieran dar lecciones de lucha y juzguen los que sí se jugaron la vida. Quizás sería más prudente mantener una actitud discreta. Porque el movimiento se demuestra andando.

Tal y cómo explica Ramon Manent, durante aquella madrugada no se produjo ningún hecho destacado en Mataró, y a las 8 de la mañana los funcionarios y funcionarias entraron a trabajar en el Ayuntamiento. Aquel hecho dio una sensación de cierta normalidad que tranquilizó los regidores que habían sido toda aquella larga noche defendiendo la institución. Algunas de las personas que pasaron la noche al consistorio compraron los diarios matinales en el quiosco de prensa de la plaza de Santa Anna, y al ver los titulares que recogían el fracaso del intento de golpe de estado, quedaron más tranquilos y decidieron ir a descansar a sus respectivos domicilios durante algunas horas.

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Luis Fernández, regidor del PSUC en Mataró durante el golpe de estado

CCOO, al pie del cañón durante toda la jornada

A las 18.23 horas de aquella tarde del 23 de febrero de 1981 la sede del sindicato de Comisiones Obreras (CCOO) de la calle Amàlia estaba atestada, pues se celebraba una asamblea del textil así como varias reuniones otros ramos. Nadie se esperaba el que estaba a punto de suceder en el Congreso de los Diputados. Antonia Merchán era la responsable de acción sindical del comité local de CCOO y estaba allá. Recuerda que, al conocer la noticia por boca de Paco Cantero, se decidió desconvocar inmediatamente la asamblea y mucha gente marchó del local. Allá se quedaron algunos dirigentes del ramo del textil, como por ejemplo Carmen Ortega o Josep Lluís Llingonya, el secretario general de CCOO del Maresme, Jaume Puig, o el citado anteriormente Cantero, y empezaron a recoger fichas y expedientes para esconderlos. El destino de muchos de aquellos documentos fue una casa de una familia a la calle Argentona. Otros, se los llevó Cantero a su empresa, Inex, de artes gráficas, y allá las escondió. El objetivo prioritario en aquellos momentos era proteger los miles de afiliados del sindicato y sus familias.

Antonia Merchán recuerda que desde la sede nacional del sindicato en Barcelona se los conminó a esconder la documentación que tuvieran en casa y que pudiera contener nombres de afiliados de CCOO. Merchán recuerda que fueron hacia casa y escondieron documentación en el domicilio de su suegra en Arenys. También retiraron de las paredes los pósteres de la Pasionaria y Santiago Carrillo que tenían colgados. La noche fue larga para los dirigentes de CCOO de nuestra ciudad. Muchos de ellos marcharon a la puerta del Ayuntamiento y se concentraron allá durante horas, mientras que unos pocos se quedaron al local para imprimir octavetes. El sindicato había decidido llamar a la movilización y convocar una huelga de 48 horas, y había que informar los trabajadores y trabajadoras. Sindicalistas como Jaume Puig, Cristóbal Cobo o Paco Cantero estuvieron unas cuántas horas elaborando aquellas octavetes. Ya de madrugada, el último a marchar del local fue Puig, que lo cerró.

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Antonio Rodríguez era uno de los líderes de CCOO en Mataró

El propio Monte recuerda perfectamente como conoció la noticia: "llamó por teléfono al local de CCOO de la calle Amàlia en Jaume Roig, que estaba en casa convaleciente con la pierna escayolada, y dijo que un grupo de guardias civiles había entrado al Congreso de los Diputados". Un golpe desconvocada la asamblea del textil a que hemos hecho mención antes, Puig recuerda como alguna gente salió corriendo, y le llamó la atención que las personas supuestamente más radicales en sus discursos e ideas fueron las primeras a hacerlo. Un golpe recibieron el escrito que había elaborado la confederación sindical de la Comisión Obrera Nacional de Cataluña (CONC) -lo mataroní José Luis López Hierva era el secretario general- llamando a la movilización y la huelga de 48 horas, se pusieron a imprimir octavetes sin descanso.

En el imaginario colectivo ha quedado cierta idea de "normalidad absoluta" durante aquella noche del 23 al 24 de febrero, pero el cierto es que, mientras la mayoría de la gente restó en casa atemorizada y asustada, como era lógico y comprensible, muchos sindicalistas de CCOO de todo el país se movilizaron, acudiendo a proteger los ayuntamientos y sus suyos sindicales, imprimiendo panfletos para repartirlos a primera hora de la mañana a las puertas de las fábricas. En Mataró también. A las séis de la mañana varios miembros de CCOO fueron a repartir octavetes, y recuerdan como la gente estaba absolutamente atemorizada. De hecho, se cambiaban de acera para no tener que cogerlas.

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Concentración de ciudadanos en Mataró durante el golpe de estado. Foto: E. Q. (Fons Maresme)

El golpe de estado fracasa, el 24 de febrero sale el solo

A las 10 de la mañana del 24 de febrero se reunieron miembros del PSC, PSUC, UCD y ERC para intercambiar unas primeras impresiones, pero enseguida se fueron sucediendo los acontecimientos en Madrid (se liberaron los diputados) y se quedó al volver a hablar por la tarde. La huelga de 48 horas convocada por CCOO, a la cual el PSUC apoyó, quedó concretada en algunas paradas y muchas asambleas (UGT sólo llamó a hacer paradas de dos horas). El día 25 se desconvocó la huelga.

A las siete y media de la tarde se celebró en Mataró el pleno municipal previsto, con asistencia de fuerza público. Las diferentes fuerzas políticas aprobaron una moción en la línea de las que se estaban aprobando al resto de ayuntamientos, condenando el intento de golpe de estado y defendiendo la democracia. A continuación, se produjo una reunión donde participaron representantes del PSC, PSUC, CiU, UCD, ERC, CCOO, UGT y USTEC. El PSUC y CCOO propusieron convocar una manifestación en Mataró, pero no se acabó concretando. El día 27 por la tarde tuvieron lugar numerosas y multitudinarias manifestaciones en todo la geografía española, para condenar el intento de golpe de estado y en defensa de la democracia. Muchas personas de Mataró se desplazaron en Barcelona para participar en la que tuvo lugar en la capital catalana, que fue igualmente concurrida.

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Ilustración de la fachada del Congreso de los Diputados

40 años no son nada

Han pasado nada más y nada menos que cuarenta años del 23F, una fecha que marcará por siempre jamás más la historia de España. Seguramente nunca conoceremos todo el que pasó a las altas instancias del estado, singularmente al Palacio de la Zarzuela, en aquellas largas horas que fueron desde el asalto en el Congreso y el momento en que los diputados fueron liberados.

Esteban Martínez, exregidor de ICV-EUiA al Ayuntamiento de Mataró, estaba realizando el servicio militar en Sevilla cuando se produjo el intento de golpe de estado. Recuerda que justo en aquel momento de la tarde del 23F estaba a punto de salir del cuartel de capitanía general vestido de paisano, para pasar la noche al piso que tenía alquilado con otros reclutas en Alcalá de Guadaira. Empezó a escuchar gritos, diciendo que algo estaba pasando en el Congreso de los Diputados. Un golpe llegó al piso, se pasó la noche escuchando la radio, para volver al cuartel al día siguiente, un golpe ya había quedado claro que el golpe de estado había fracasado. Un soldado que prestaba sus servicios como camarero del capitán general Pedro Merry Gordon le explicó que este se había pasado la noche vestido de legionario lanzando vivas a la guardia civil, con un sable en una mano y en la otra su sempitern vaso lleno de whisky. Era el día 24 y todos los vascos del cuartel fueron apartados de sus servicios. hubo trucada del rey, comentó un larguirucho aragonés que trabajaba a comunicaciones. Habló con el general Gustavo Urrutia, compañero de academia de Joan Carles Y ,para saber si todo estaba controlado, incluido el propio Merry Gordon. "Todo controlado, respondió Urrutia". Por suerte.

Esteve Martínez, regidor d'ICV-EUiA

Esteve Martínez fue regidor de ICV-EUiA

Quizás hoy las nuevas generaciones tienen una idea muy vaga de aquel acontecimiento, probablemente desconocen muchos de los hechos que se produjeron y que tuvieron un impacto clarísimo en nuestra sociedad en aquel momento y también en el futuro. Aquella noche seguramente sirvió como vacuna contra el fascismo en las mentes de muchas personas, pero cómo sabemos, hay vacunas que requieren de dosis adicionales cada cierto tiempo. Las actitudes antidemocráticas ganan terreno en todo el mundo y quizás acudir a la historia nos ayudaría a recordar que disfrutar de un sistema democrático, por muchas carencias y cosas a mejorar que tenga, no es gratis, que requiere de la lucha y el sacrificio de muchas personas, como pasó en nuestro país, donde muchos millares fueron fusiladas y represaliades durante cuarenta años. Y la solución, obviamente, no pasa para llamar "fascista" a cualquier persona que piensa diferente. El 23F hubiera podido tener un desenlace diferente, con un impacto muy negativo en las vidas de los españoles y las españolas. Y obviamente, de los mataronins y las mataronines. Haría falta no olvidarlo.

* Este reportaje ha sido posible gracias a la colaboración de: Ramon Manent, Joan Majó, Lluís Fernández, Antoni Segarra, Antonio Rodríguez Avellaneda, Salvador Milà, Pablo Morales, Remo Merchán, Antonia Merchán, Jaume Puig, Carmen Ortega, Pep Canal, Pep Isla, Jaume Roig y Manuel Mas. A todos ellos y a todas ellas, muchas gracias.

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