Cuando la Fiesta Mayor de Mataró era poco más que la Misa, el castillo de fuegos y algún baile, en el programa ya seguardaba un espacio del 28 de julio para la Ida a la Residencia Sant Josep por parte de las figuras y autoridades. Este antiguo acto, pues, entrañable para muchos, forma parte del ADN de las Santas, y es lleno de particularidades. Por ejemplo esto de hacer un pasacalle por la mañana en un día que, a no ser que caiga en fin de semana, no es paso festivo para la mayoría de ciudadanos. Y esto comporta imágenes contrapuestas: mientras los unos bailan a los sonidos del flabiol y van a un ritmo festivamente relajado, otros hacen cara de atareados con carpetas entre manso queriendo pasar por allá donde es imposible hacerlo, coches con conductores que se incordian porque los cortan la circulación ante los faros, o tiendas en la calle de Sant Josep con la puerta tímidamente abierta pero los escaparates apretujados de cartones para impedir que los petardos hagan quebradiza.
Pero sobre todo el que hay son muchos abuelos y muchos nietos siguiendo el pasacalle. Estos abuelos que hacen de canguros, en algunos casos sufridos y en otros contentísimos, a buen precio cuando los pequeños ya no van a clase pero los padres sí que trabajan, y a los que el día 28 los va de perlas distraer los niños con la presencia de gigantes, enanos y compañía. Abuelos que van a ver otros abuelos, los que se están a la residencia y que con una sonrisa de oreja a oreja van recibiendo las docenas de personas y personajes que aquella mañana cruzan la reja verde. El alcalde se estrena saludando como máxima autoridad de la ciudad uno por un todos los residentes, mientras su predecesor se queda en segundo término mirándoselo de reojo. Pero los más pequeños "pasan" de estas escenas y ya hace rato que enredan por debajo los vestidos de los gigantes y de la Momerota, ahora que se están quietos reponiendo a un lado del patio. Es un día en qué muchos niños se hacen algo más grandes: dejan el chupete colgante de la mano de algún gigante, y ya no lo aguantarán nunca más a sus boquetes. Los chupetes van acompañados de un lazo con el nombre del pequeño y la fecha de nacimiento. "Es muy 'santera', nuestra hija, y ha dejado un chupete al Robafaves y otro a la Toneta", dicen Lídia y en Llibert, padres de Júlia, de tres años, que lo han querido acompañar en este momento tan especial. Realmente el Robafaves se lleva la palma, pero siempre hay alguna excepción. "Es muy serio, yodejaré un a la Toneta y el otro a la Momemota", se explica el Amanecer, también de tres años. Pero a última hora se lo repiensa y, al ver la colección quetiene el padre de familia de los gigantes, acaba cambiando sus opciones y el hombre serio le deja de caer mal.
Y todo ello acompañado de fondo por el sonido de las sardanas de La Principal de la Bisbal, y por varias rotllanes de bailaores que aportan a la estampa de la residencia de una mañana, hoy sí soleado, la danza más bella de todas las danzas que se hacen y se deshacen.

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