Con Los Abrazos rotos, Pedro Almodóvar quiere rendir homenaje en el mundo del cine y lo hace relatando la historia de amor marcada por la tragedia entre un director de cine y una joven actriz casada con un rico empresario mucho más grande que ella. El punto de partida es de melodrama, pero la historia pronto se tiñe de la fatalidad del cine negro en una clara voluntad de tocar varios géneros. Por eso, no faltan tampoco los clásicos toques de la comedia almodovariana, más presente que nunca con un autohomenatge y varias referencias implícitas a Mujeres al ladro de uno ataco de nervios. Precisamente es el sucedáneo de esta película, Chicas y maletas, la que rueda el director protagonista, un Lluís Homar convertido en un curioso alter ego de Almodovar que proclama a través del actor catalán la suya más absoluta pasión por Penélope Cruz. La actriz luce especialmente atractiva pero no acaba de llegar con su personaje a la intensidad de la Raimunda de Volver. Ni su violenta historia con el rico empresario ni el amour fue con el director ni el dolor ni la pasión acaban de hacer vibrar como se podría esperar.
La mezcla de géneros, citas y tramas no acaba de cuajar en una por ellícula de personajes poco dimensionants y excesiva sumisión a un guion demasiado literario, que se refia que los tópicos manllevats del cine clásico explicarán aquello que no se acaba de explicar a través de las imágenes las situaciones y los diálogos. Almodóvar ha querido relligat la historia de amor a diferentes bandas y en dos tiempos con un guion tan millimètricament planificado que no deja espacio al sentimiento que le haría falta a un melodrama que se pretende bigger than life. Entre Lluís Homar y Penélope Cruz se conoce la pasión pero no se siendo, y su historia acaba resultando más creíble explicada que no vivida. El mejor Almodóvar, curiosamente, dejar sacar la cabeza en los momentos en que se autocita, a pesar de que también logra algunos momentos álgidos en escenas como por ejemplo la confesión del personaje de la grande Blanca Portillo o en la qué Penélope deja a su marido. También el final, cuando el director manchego obsequia sus seguidores con una escena de la falsa Chicas y maletas, constituye uno de los mejores momentos de Los Abrazos rotos, confirma el enorme talento de comediante de Carmen Machi y hace añorar profundamente aquel Almodóvar más ligero y petardo que parece haberse perdido.
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