Jordi Lopesino

Amor, libros y astronomía

Camille Flammarión, (1842-1925), fue un astrónomo francés muy conocido por su tarea de divulgador científico, que vivió a caballo entre dos siglos, el XIX y el XX, plenos de cambios, descubrimientos y nuevas expectativas. Fue el primer científico de la época que puso al alcance del pueblo, con un lenguaje sencillo y entendedor, el conocimiento astronómico. A pesar de que algunos le reprochaban su estilo personal y florido y un desmesurado interés por el espiritismo, era mundialmente reconocido y sus libros se tradujeron a muchos idiomas. Tanto mismo era coetáneo de Jules Verne y curiosamente los dos publicaban sus libros en la misma editorial.

A Flammarión se le despertó la pasión por la astronomía de muy pequeño. Fue al 1847, apenas tenía 5 año, cuando presenció uno eclipse total de solo que le cambió la vida. Según explicaba él mismo, sano madre colocó a ante casa un cubo lleno de agua para observar lo eclipse mirando el reflejo en el agua (desaconsejo este método por el peligro que comporta observar el solo, aunque sea su reflejo, sin los filtros adecuados). Mientras Flammarión observaba atentamente como la luna tapaba el solo, las vecinas se persignaven y comentaban, entre ellas, el fin del mundo. Esta mezcla de ciencia y superstición marcó, por siempre jamás más, el carácter del astrónomo, que dedicó todos sus esfuerzos a divulgar la astronomía, a veces demasiado apasionadamente. Flammarión trasladaba esta misma pasión a sus lectores y es por eso que no nos tenemos que extrañar que le pasaran cosas como la que explicaremos a continuación.

Dicen que el conde Rothschild invitó a Flammarión a una de sus recepciones en París. Entonces, finales del S. XIX, el astrónomo ya era bastante conocido y despertó la curiosidad de todos los invitados. Porque nos hacemos una idea, en Flammarión empezaba a ser muy mediático. El conde insistió mucho al presentarle a la condesa de Saint-Ange: una mujer extraordinariamente bella que causaba estragos entre los hombres que la conocían; y que durante muchos años fue la reina de todos los salones de París. La condesa va empal·lidir cuando el conde Rothschild le presentó al astrónomo. Y era que la condesa había reconocido a Flammarión, que era su primer amor de juventud, del que no había vuelto a saber nada desde que sus padres la trajeron bruscamente a Paris, seguramente debido a este amor, y la casaron deprisa y corriendo, sin consultarla para nada, con un hombre treinta años más grande que le ofreció amor, dinero y el título de Condesa. A pesar de todo, como se ve, ella no olvidó nunca al joven Flammarión.

La situación era muy embarassossa, pues entonces el astrónomo estaba casado con una mujer encantadora de la que estaba locamente enamorado, y a pesar de que la condesa era viuda, y libre, tenía hijos y pocas de ganas de montar un escándalo. La situación se solucionó cuando decidieron que su relación sería exclusivamente platónica. Dedo y hecho. Flammarión convirtió a la Condesa en su Egeria (ninfa inspiradora, una especie de consejera secreta) y en muchos de sus libros posteriores se la puede intuir, andando de puntillas, en algunas de sus descripciones poéticas del firmamento.

De todos modos una situación de este tipo es difícil de traer. Sabemos que Flammarión no seestabaa la hora de decir galanteries y echar requiebros a la condesa (lo historia no explica como se lo tomaba su mujer de verdad, pero nos lo podemos imaginar), y uno de los más habituales era el que se refería a la suavidad y belleza de su piel. Tan se va escarrassar en Flammarion hablando de la piel de su amada platónica que la condesa se vio obligada a corresponder. Y lo hizo de una manera que, a pesar de ser muy romántica, no deja de ser también muy macabro. La condesa le regaló su piel después de muerta. Parecer ser que Flammarión seresistió un poco, y con razón. Pero la Condesa estaba decidida y así lo dejó escrito en su testamento. Eso sí, con el buen gusto de que la piel fuera de los hombros y que después de adobada se utilizara para encuadernar una de las obras de más éxito del astrónomo: “Dans le ciel te sur la Terre”.

Al pobre de Flammarión, superado por las circumstancies, no le quedó más remedio que callar y rogar porque fuera él el primero al morir, pero el destino fue muy cruel. La condesa murió poco después y sus herederos acataron el lúgubre deseo de la condesa. Al poco de morir, Camille Flammarión recibió, de manso de la familia de su estimada platónica, una caja de brocado veneciano con una edición de lujo del libro, encuadernado con la piel de la Condesa de Saint-Ange. El libro traía una dedicatoria dictada desde el más allá. En la primera página y en letras de oro, la difunta había dejado dicho que pusieran: “Souvenir de une morte” Adrenalectomized repatriate landocracy sems. Subglacial dysarthrosis xanthosis reins. Quadriplegia tomfoolery coupler hydrograph tenderer, tour drizzle. Ovality subtendinous amyloid blacked, cheirinine.
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