Durante los años 50 y 60, Mataró vivió una transformación profunda que marcó su fisonomía y su historia. La ciudad, tradicionalmente agrícola e industrial, se convirtió en un polo de atracción para personas venidas de otras zonas de España, especialmente de Andalucía, Extremadura y Murcia, que llegaban con la esperanza de encontrar trabajo en las fábricas textiles y de género de punto. Este flujo migratorio supuso un notable incremento demográfico y propició la creación de los primeros barrios de la ciudad, que transformarían para siempre el paisaje urbano de Mataró.
Los primeros barrios: Cerdanyola y Ciutat Jardí
A partir de la década de los 60, Cataluña y el País Vasco concentraron buena parte de la inmigración laboral del estado. Mataró, con una trayectoria industrial destacada desde el siglo XIX, se convirtió en uno de los puntos clave donde los recién llegados podían encontrar ocupación. Inicialmente, muchos hombres llegaban solos, enviando dinero a sus familias, pero con el tiempo la mayoría trasladaba a sus seres queridos a la ciudad. Este proceso hizo que la población de Mataró aumentara de manera significativa: mientras que en 1950 la ciudad contaba con 31.000 habitantes, en 1960 ya superaba los 40.000, un cuarto de los cuales nacieron fuera de la ciudad.
El crecimiento demográfico generó la necesidad de nuevas viviendas. Los primeros pasos hacia la formación de barrios fueron modestos. Ya en los años 40 aparecieron algunas casas dispersas en Cerdanyola, en Los Molinos y en la zona de Ciutat Jardí. Durante la década de los 50, estas agrupaciones de casas se consolidaron y formaron las primeras barriadas propiamente dichas. Cerdanyola fue el primer barrio con más de 1.000 habitantes, donde convivían catalanes e inmigrantes que adquirían parcelas agrícolas para construir sus propias viviendas.
Un gran auge constructivo
A medida que la población crecía, Mataró se expandió en todas direcciones. Los años 60 vieron la transformación de terrenos agrícolas en zonas urbanizadas con casas y bloques de pisos. Nacieron barrios como Cirera, Molins, Vistalegre, Rocafonda, Paremàs y La Llàntia. El consistorio también impulsó la construcción de bloques en el Escorxador y en Sant Simó, y más adelante se urbanizaron zonas como la calle Jaume Recoder y el polígono Espartero, que se convertiría en el barrio de Pla d’en Boet. Esta expansión supuso la práctica desaparición de los campos y viñedos que habían caracterizado la ciudad.
El crecimiento acelerado y desordenado generó muchos problemas. Los nuevos barrios sufrían carencias estructurales: calles sin empedrar, falta de alumbrado, ausencia de alcantarillado y escasez de equipamientos públicos como escuelas y servicios de recogida de basura. El barrio de Cerdanyola, por ejemplo, solo estaba conectado con el centro de la ciudad a través del tranvía que iba hasta Argentona, que a menudo iba saturado y sufrió un grave accidente en 1961 con más de 40 heridos. Estas carencias provocaron la formación de las primeras asociaciones vecinales, como la “Asociación de Cabezas de Familia San Juan Bosco” en La Llàntia, que luchaban por mejorar las condiciones de vida.[banner-AMP_5]
Las asociaciones de vecinos se convirtieron en uno de los principales espacios de reivindicación durante el franquismo. En Mataró, estas agrupaciones lograron pequeñas metas, como la inauguración en 1965 de la primera línea de autobuses que unía los barrios con el centro de la ciudad. Estas acciones eran una forma de lucha social que, sin estar prohibida como los sindicatos o partidos, permitía introducir un cierto grado de crítica y organización comunitaria.[banner-AMP_6]
La administración local se adapta
Para hacer frente a la nueva realidad urbana, el alcalde Emili Albó nombró en 1952 a Daniel Mataró como alcalde de Cerdanyola, con el objetivo de servir de enlace entre los vecinos y la administración. Una de sus primeras reclamaciones fue el alumbrado público, que finalmente llegó en 1960. También se comenzó a construir la parroquia de María Auxiliadora en 1955 para evitar que los vecinos tuvieran que desplazarse hasta el centro para asistir a misa. El barrio continuó creciendo y en 1965 ya contaba con más de 15.000 habitantes.[banner-AMP_7]
El desarrollo industrial y demográfico exigió una mejora de la red de comunicaciones. En 1957 se desvió la carretera Nacional II, y se rectificó el trazado de la línea de tren, acercándola al mar. En 1969, Mataró acogió la primera autopista de peaje de España, de Mataró a Montgat, mejorando la conexión con Barcelona. Mientras tanto, el tranvía hacia Argentona cerró en 1965 después de que las riadas hundieran el puente de Argentona.[banner-AMP_8]
Los años 50 y 60 transformaron radicalmente Mataró. La ciudad, antes centrada en la agricultura y la industria textil, vio cómo sus campos desaparecían bajo bloques de pisos, casas y polígonos industriales. Solo el cultivo de la patata, con destino a la exportación, sobrevivió a la expansión urbana. Los barrios creados durante esta época establecieron las bases de la Mataró moderna y, pese a las carencias iniciales, lograron integrarse plenamente en la vida de la ciudad.[banner-AMP_9]
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