Redacció

Campaña sobre almohadas de pluma

Una gran amiga que sigue la campaña de ERC me explica que cada día van de bòlit. En Carod es como el culo de en Jaumet, que nunca para quieto. Un mitin, otro mitin, comer, paseada, conferencia, cenar... No paran. Supongo que es la manera de darse a conocer. Un problema que en Maragall, naturalmente, tiene superado. Y a la pandilla de en Pasqual nos tratan con tanta delicadeza como si fuéramos una colección de muñecas de porcelana.

Nos tienen a dieta. Sólo nos sirven una rueda de prensa por la mañana y el mitin del anochecer. Acabamos siempre hacia las 9, porque a 3/4 lo pinchan al TN (ayer me fijé que lo avisan con unos focos rojos). Está claro que también hay la posibilidad de seguir los actos desde la redacción, por un canal vía satélite. Es la pera! Y al autocar tenemos mesas con enchufes, teléfonos y conexión en Internet. Algunos días, incluso, nos reciben con croissantets calientes.

Todo ello forma parte de esta relación incestuosa entre política y prensa. El caso es que los "peceseros" tenemos bastante tiempo libre. Hay quién aprovecha para leer, para escuchar música, quien hace lista de los clichés maragallians... Y alguna hora, debatimos sobre la profesión. Por qué tenemos que comer siempre de la mano de los actos convocados? Por qué no vamos por libre? Quién se ha dedicado a comprobar las prometidas electorales incomplertes? Y por qué se busca siempre la declaración y la contradeclaració fácil? A quien le interesa? Hasta qué punto tiene sentido esta obsesión por la inmediatez? Sobre este interrogante, los recomendé una exposición del CCCB: Después de la Noticia.

Fue un brainstorming estimulante. En una época en que las neuronas prefieren la comida precocinada, ayer descubrí que la utopía periodística también existe.

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