Hace unos pocos años Lleida decidió imitar en Mataró e invitar a un artista consagrado a realizar un cartel de autor para la fiesta Mayor. Este año parece que además también ha decidido importar la tradicional polémica mataronina con la buena obra de Àngel Jové que ha provocado verdaderas convulsiones en la capital de la Tierra firme.
Esta circunstancia me hace pensar que el trabajo que ha presentado Laia Arnau por estas Santas 2016 será un trabajo que a buen seguro no creará ni mucho controversia ni potentes sentimientos de rechazo, más bien el contrario, creará un clima general de aceptación pero, eso sí, sin conseguir motivar grandes pasiones por que en conjunto la obra presentada es más que discutible en el artístico y el conceptual, y principalmente está carecida de la fuerza y trempera que exigen estas obras y más cuando se quiere popularizar al extremo.
El más positivo de la obra es que responde perfectamente al criterio de cartel de autor. Su visión es perfectamente identificable con el trabajo habitual de Laia Arnau con este mon de cariz ilustrativo con el que acostumbra a confegir sus obras. Pero lamentablemente ha roto la fidelidad a su concepto genérico para establecer una obra rebosante de elementos, personajes , signos, símbolos y segundas lecturas que lo convierten en un totum revolutum cuando su gran virtud está en la poética de la simplicidad y la naturalidad.
Quizás todo rae en la explicación dada por la propia autora diciendo que ha querido hacer un cartel popular pensante en un póster que los jóvenes y los niños se puedan colgar en la habitación. Y este ha sido lo gran error. El cartel se tiene que hacer pensándolo como cartel, de y para la ciudad. En el momento en que se crea pensando en cualquier otro cosa la posibilidad de quiebra es muy alta, cómo ha sucedido en esta ocasión.
Si además entendemos que la obra visualmente se enfarfegada y farinosa, que el montón de personajes que la conforman no quedan integrados en un volumen común y si en cambio están sobrepuestos en una demasiado informe sin ningún tipo de estructura compositiva sólo ligada por la tipografía. Y además el tono cromático es acaramel·lat y poco vibrante, tendremos que convenir que, artísticamente hablando, este es un cartel para pasar con más pena que gloria.
Pero cómo que hay todas las piezas de la auca santera y en Mataró parece gustar esto, es muy posible que la valoración general sea más positiva que la de este crítico, sin llegar pero, y de cabeza de las maneras, a un toque de vallamos.
Un cartel además que nos permite una juguesca a la que los invito. Hagan abstracción de casi todo y centren la obra en la sola imagen de la diablesa que domina el primer plan. Su fuerza plástica supera en mucho al conjunto del presentado. Y es que poco es muchas veces mucho, y mucho puede acontecer en casi nada, como sucede en el supuesto de que ahora nos ocupa.
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