Hace unos días, al Spotify encontré un álbum muy antiguo, creo que editado el 1972, con una magnífica portada de Llucià, en el que la Guillermina Motta y La Trinca repasaban en canciones los disparos más significativos de la historia de Cataluña, con letra de Jaume Picas y música de Antoni Ros Marbà (Edigsa). Yo tengo grabado al cerebro, desde muy pequeño, la canción de los antepasados ("Todo esto pasaba antes / quehubieran catalanes..."), y de golpe me hizo gracia de recuperarla. Sentí el disco entero, pensé que no estaría nada mal que se volviera a usar y, sobre todo, me sonó extraño queusaran la palabra 'moros', palabra que el pensamiento correcto ha eliminado de su vocabulario y que ahora sólo se usa -al parecer- para descalificar.
En una de las canciones, la narradora la introduce, entre otros cosas, diciendo: "Después de los romanos, que se estuvieron seis siglos a la península Ibérica, vinieron los visigodos que eran gente norteña de Europa. No los tuvimos mucho tiempo entre nosotros porque los sarracenos, los moros, los sacaron. Ah!, pero... otros hombres norteños, los francos, empezaron a empujar los sarracenos para echarlos". Y a la siguiente canción,dice: "Poco a poco, los condes catalanes fueron sacando los moros de nuestra tierra".
Una de las características que habrá tenido el lenguaje si hago repaso de mi vida es -sin duda- el cambio sustancial de las 'malas palabras', si seguimos el término que utilizaba el psicoanalista Ariel C. Arango en un libro que leí de muy joven (veáis aquí la edición electrónica del 2000) y que otorgaba a las palabras tabú, a las palabras obscenas, una capacidad liberadora ...si eran utilizados en contadas ocasiones.
Leí hace poco (no acuerdo de quién ni cuando) un articulista que se quejaba precisamente que el exceso del uso de estas palabras le hacen perder todo el efecto y que, incluso, han acontecido palabras que indican todo el contrario. Así, quizás, que uno sea un cabrón, o una puta, podría referirse a calidades elogioses o positivas. Es decir, si pierden su condición de excepcionales, de levemente proscritas, si son normales a las conversaciones de adultos o a las series y films, perderían también la capacidad liberadora de que hablaba Arango. Es decir, la 'normalización' de los 'tacos' podría contribuir al cierre de determinadas represiones que este tabú, y su ruptura, canalizaba. A veces, tapar las cosas es el que permite 'descubrirlas'. Y sí, también se refiere a la sexualidad.
Volvemos a los moros. El otro proceso lingüístico, contemporáneo al anterior, es el de la aparición de nuevos tabúes ligados a la idea del políticamente correcto. Por ejemplo, en Mataró hace añoshabía el Patronato Pro-Subnormals, después fue la Fundación pro persones con disminución psíquica y ha acabado diciéndose Fundación Maresme. Hemos pasado de (mal) citar los protagonistas de la entidad a hacerlos desaparecer del nombre, con toda la buena intención. Pasa también con los ciegos (invidentes), con los enfermos (utilizando términos rarísimos), etc. Es obvio que con las personas que provienen del Magreb pasa algo parecido. Curiosamente, pero, la palabra 'moro' adopta el papel transgresor de las 'malas palabras' y se usa -y tanto que se usa- únicamente -como decía- por blasmar-los. Tiene el mismo efecto psicológico y antropológico: abre también las puertas de una cierta represión interna, sitúa quien lo dice "fuera" del mundo de la corrección y apresura el resto a buscar eufemismos que nunca serán bastante eficaces, y que traen a la confusión. Magribins, por ejemplo. pero también decimos 'musulmanes' (cuando esto designa una religión) o 'inmigrantes' (cuando se trata de una situación legal atribuible a gente de muchísimas etnias, obviamente, incluida mi).
Me hace pensar, esto, que cuando una palabra tiene la desgracia de asociarse al lenguaje agresivo (por racismo u otros motivos) lo estamos regalando sólo a una sola intención, la del lenguaje agresivo. Por el resto de usos, esta palabra queda proscrita. Y entonces no sabemos como designar algunas personas o algunas cosas, personas o cosas que pueden .con tanta elipsis- acabar desapareciendo del lenguaje y, por lo tanto, de la vida, convirtiendo en proscrita también su existencia como tales. O puede complicar notablemente los discursos e incrementar notablemente la incertidumbre. "No quiero que me dejes de decir 'negro', 'gitano' o 'marica' si así me olvidas" -quizás tendrían que decir los interesados- "sólo quiero que no lo uses tan sólo para insultarme o para obviar el resto de facetas y matices de mi persona". Y todavía podríamos responder "dímelo también a mí, blanco, heterosexual, del primer mundo, puesto que no tengo ningún insulto que me designe y no puedo ponerme a tu nivel". Y sí, esto también se refiere a la política.
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