El nuevo centro de menores del Plan de en Boet, que tiene que acoger los niños que hasta ahora residían al Cortijo Sant Jordi, casi está a punto. Su inauguración se había anunciado para mitjan mes de septiembre, después de varios atrasos. Pero todavía quedan pequeños detalles para resolver –dar de alta los servicios de agua y gas- que obligarán a atrasar la apertura de puertas todavía unos días más. Para sus responsables, en todo caso, ya no viene de aquí, después de haber tenido que superar un buen puñado de obstáculos. Conseguir que este CRAE (Centre Residencial de Acción Educativa) fuera una realidad no ha sido nada fácil.
El Centro de Formación y Prevención es la entidad que gestiona el CRAE, que durante tres décadas ha sido ubicado al Cortijo Sant Jordi, al barrio de la Llàntia. Hace tiempo que las instalaciones de aquel vetusto edificio quedaron pequeñas y obsoletas. La oportunidad de trasladarse a un nuevo espacio los surgió cuando la parroquia de Maria Auxiliadora, en el barrio de Pla de en Boet, los ofreció parte de sus instalaciones, que estaban en desuso. Un edificio de cuatro plantas, con patio, subterráneo y salas bastante amplias que supone un gran paso adelante para el centro y sus usuarios. La idea de trasladarse, pero, topó con la oposición frontal de buena parte de los vecinos de las calles Castaños, Sant Cugat y Santo Valentí, adyacentes a los locales.
Varias manifestaciones, pancartas a los balcons, apariciones al Pleno municipal y otros movimientos de protesta que generaron bastante tensión al barrio. Los reproches entre el grupo de vecinos de la zona, la Asociación de Vecinos del Plan de en Boet –que defendió la llegada del CRAE al barrio- y los gestores del centro no cesaron hasta después de mucho meses. Los vecinos contrarios temían que los niños que se instalaran en los antiguos locales de la parroquia tuvieran un perfil conflictivo, y se repitieran los problemas que se vivieron en el barrio de La Habana, donde los usuarios del centro de menores ocasionaron varios problemas de convivencia. Gracias a la intermediación del Ayuntamiento, y después de meses de conversas, finalmente se llegó a un acuerdo. Hoy ya no queda rastro de pancartas ni ningún signo de protesta a las calles de la en torno al futuro CRAE.
El acuerdo dictamina que los usuarios del centro de menores serien menores de 14 años. Al Cortijo Sant Jordi, la franja de edad llegaba hasta los 18. Se entiende que, de este modo, se reduce la posible 'conflictividad' de los usuarios, a pesar de que al barrio de la Llàntia no han provocado ningún incidente de mínima consideración durante 30 años. De este modo, al Plan de en Boetvivirán un total de 20 niños, niños y niñas. El más pequeño de los usuarios actuales tiene tan sólo 5 años, y el más grande, 13. El objetivo del Centro de Formación y Prevención es que el Cortijo Sant Jordi se convierta en una residencia para una decena de jóvenes de entre 15 y 18 años.
Mejora sustancial
La mejora para los niños, gracias a este traslado, es sustancial. Así se pudo comprobar en una visita que tuvo lugar el pasado jueves, día 13, a las instalaciones del nuevo centro, dirigida por Jaume Clupés, director del Centro de Formación y Prevención, y a la cualasistieron los miembros del Consejo territorial de Pla de en Boet y Peramàs-Esmandies. Dispondrán de más habitaciones y, sobre todo, de espacios comunes más grandes y variados. Una mayor comodidad que los tiene que ayudar a soportar mejor un proceso como el de la separación temporal de su familia que no deja de ser traumático. "La ley marca que estos niños tendrían que estar con nosotros un máximo de un año, pero tenemos casos en que se alarga tres o cuatro años porque sus familias son casos irrecuperables" explica Clupés.
La prioridad absoluta es que los niños -que provienen de todo Cataluña- vuelvan a su hogar, después de que la Generalitat haya tenido que retirar la tutel·la a las familias. Pero no siempre es posible. Los responsables del centro con la familia extensa (si no pueden volver con los padres, que lo hagan con tiets u otros familiares) y también disponen de pisos tutel·lats porque, a partir de los 16 años, los usuarios inicien el proceso de independizarse. "Reestablir los vínculos rotos con las familias a menudo es muy complicado, puesto que se dan casos de enfermedades mentales, o bien de delincuencia, adicción a las drogas y encarcelamientos", resuelve Clupés.
Mientras se intenta que estos procesos fructifiquen, los menores harán vida al CRAE, "como una familia normal y ordenada", dice Clupés. Todos están escolarizados en diferentes centros mataronins, y por la tarde también realizan diferentes actividades extraescolares. Las nuevas instalaciones cuentan con espacios comunes como por ejemplo una sala de estar con televisión, donde los niñospueden estar antes de ir a dormir, hacia las diez y media de la noche como mucho tarde. Durante los fines de semana, o bien salen si disponen de permiso para ir a ver a la familia, o hacen diferentes actividades culturales y lúdicas al centro con monitores especializados. Según el perfil de cada uno de ellos, hay niños que pueden ir más por libre, incluso salir sólo por la calle, pero en otros casos más conflictivos y problemáticos esto no es posible.
20 niños, 12 educadores
La veintena de niños del CRAE cuentan con un total de 12 educadores. Cada uno de ellos es el tutor de dos usuarios. Dos veces al más se celebra una reunión para la supervisión general de todos los casos. El equipo del centro se completa con los monitoris del fin de semana, el personal técnico y el grupo de psicólogos de que dispone el Centro de Formación y Prevención. El principal reto durante este último año ha sido para los monitores, que se han tenido que adaptar a trabajar con niños de una franja de edad bastante más baja que la que estaban acostumbrados, fruto del acuerdo porque el nuevo CRAE acullís niños por debajo de los 14 años. "No es un proceso fácil, hay educadores que trataban casos de mayores de 16 años y ahora los ha cambiado totalmente la perspectiva", dice Clupés.

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