El día 5 de septiembre de este año 2009 por fin ha sido enterrado, casi dos meses después de su muerte, Michael Jackson. Incluso el entierro se ha convertido en un espectáculo obsceno; día a día las arcas de la familia se iban llenando más y más ante el precio de la taquilla, que engruixia el morbo circense alrededor de un cadáver corrompido que los buitres iban picotejant hasta dejar sólo los huesos.
La investigación del éxito y la fama se hace desesperada, al precio que sea y a expensas del que sea. Al artista a menudo el reconocimiento le llega casualmente para ser al lugar justo y en el momento oportuno.
Tres ejemplos de muestra: Elvis Aaron Presley. Al chico le gustaba cantar los diferentes estilos rurales de la tierra de Tom Sawyer y menear las caderas como lo hacían los negros. Ahorró haciendo de camionero para poder regalar un disco de una sola copia a su madre, a quien adoraba, y pagó cuatro dólares. Llamó la atención de una secretaria de la editora Sun Recuerdos, que lo puso en contacto con el amo de los estudios de grabación. Una carrera fulgurante y una fama agobiante. Al final, el rey del rock, tildado de graso y adicto a todo tipo de pastillas, sexo, drogas y una vida disipada, lo encontraron inconsciente el 16 de agosto de 1977. Murió de un ataque de corazón.
Por otro lado, Jimi Hendrix nació en un gueto negro y sobrevivió a todas las penurias. Por casualidad, lo vio actuar en un café la prometida de Keith Richard, miembro de los Rolling Stones. De allá a la fama fue dicho y hecho. Después, drogas, alcohol y pastillas para dormir, y el 18 de septiembre de 1970 su cuerpo dijo bastante: tenía 28 años. Se ahogó con sus propios vómitos después de una de tantas noches de excesos.
Finalmente, Kurt Cobain líder del grupo Nirvana, que el que menos quería a la vida era ser famoso. Problemático y carismático a la vez, marcado por el abandono y la separación de sus padres, excéntrico y con trastorno de personalidad e hiperactividad (TDAH), la fama y el éxito lo abrumaron de tal manera que se suicidó disparándose un disparo al hacia la edad de 27 años.
Michael Jackson ya puede descansar en paz. Una infancia desvalida, uno pare dictador, una vida ajetreada por la fama, un Peter Pan en un castillo de sueño, un zoo privado, ganancias y deudas millonarias, escándalos, juicios, una vida rodeada de masas y, al final, la soledad. Fue un excepcional artista de quien, como de tantos otros, se puede decir: era tan pobre que sólo tenía dinero. Es el precio de la fama.
Descansen en paz.
Comentarios