Es más que evidente que la última crisis del capitalismo avanzado a occidente ha tenido consecuencias en el empeoramiento tanto de las condiciones de ocupación como en las condiciones de trabajo. Los datos que ofrecen las encuestas de condición de vida de la UE, así como la que se publicará en breve a nivel español con datos del 2011, ponen de relevo esta afirmación y dónde ha incrementado la precariedad laboral – en la globalidad que simboliza este concepto- que se suman a los dramáticos datos de paro, destrucción de trabajo y un cambio importante de las condiciones laborales incluido al ámbito de la función pública.
En este escenario dos fenómenos ponen de relevo también un cambio importante: por un lado la contracción temporal se ha reducido en relación a la UE, pero que se explica por la destrucción de estos puestos de trabajo más coyunturales desde el 2008; y por otro lado que desde el 2009 se ha reducido el absentismo laboral de forma acentuada también ( del 3 al 2,1%).
Uno de los síntomas de esta situación es el llamado presentisme laboral; donde la inseguridad, el miedo a perder el trabajo, la percepción que no se valore el trabajo que se aporta o que sea considera como prescindible... hace que los asalariados/des no se arriesguen a coger una baja laboral o inclús de disfrutar los días personales o de permisos contemplados a los convenios colectivos. Este situación va más allá porque incluso ha hecho aparecer prácticas como quedarse más horas al trabajo, estar disponible, asumir más responsabilidades... pero también un incremento de la desmotivación, la baja autoestima en determinados sectores y empresas. También se ha observado como trabajadores/nada que no están en condiciones saludables para trabajar van al trabajo con el que esto comporta para la persona y sobre todo para el mismo proceso productivo o de prestación del servicio. Presentisme pues, no quiere decir mayor productividad ni mejor calidad del producto o servicio, ni por ende una mejora de las condiciones de trabajo. Este fenómeno se está empezando a observar de forma considerable en las pequeñas y muy pequeñas empresas, y últimamente también en la función pública, sobre todo en el ámbito local y en determinados servicios donde hay una mayor presencia de trabajo temporal.
La crisis comporta también pues, un proceso de cambio – o adaptación- en las relaciones laborales informales que a pesar de no estar normativitzades muestra que no son saludables ni por el bienestar, ni por la calidad de vida, ni por la misma organización empresarial.
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