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Opinión de Pere Pascual Pic

Pere Pascual

En la muerte del pintor Ricard Jordà

El crítico de arte Pere Pascual glosa la figura de Ricard Jordà, muerto en Mataró el 19 de noviembre de este año

Siempre es muy difícil para el crítico juzgar adecuadamente a un amigo. Y creo que se vuelve imposible cuando ese amigo te acaba de dejar para siempre. Es lo que me pasa con Ricard Jordá de quien me resulta imposible resumir su hacer después de haber compartido cincuenta años de vida artística, haber vivido toda su evolución plástica y saber muchos de los trasfondos que la han provocado.

Ricard Jordá es uno de los pocos grandes artistas de Mataró de los últimos 50 años. El gran Cesareo Rodríguez Aguilera en la presentación que hizo de él en su primera exposición profesional en la galería Tertre, por un entonces Tantra, en mayo de 1976 decía: “A mi entender, el más adecuado calificativo para Ricard Jordá es el de pintor, por su formación que utiliza con habilidad una técnica minuciosamente adquirida. Un innovador que crea símbolos, rompe formas, inventa gestos o actitudes. Un revolucionario que lleva su pintura a una expresión simbólica, intencionadamente ambigua, directamente expresiva de una actitud o de una ideología”. Esto le decía hace cincuenta años y pienso que es muy difícil encontrar hoy una mejor.

Es así porque Ricard Jordá, siendo permanentemente fiel a sí mismo, ha tenido siempre en mente cuando empezaba una obra, que esta no podía ser inocua, no podía gustar por la perfección de su realización, por ser una obra “bonita” que quedase bien colgada en el comedor de cualquier casa.

Ricard conseguía que la belleza estética de sus duras y críticas composiciones sedujera a los espectadores, los enamorara de tal manera que desearan que aquella obra, angustiante a veces, pero con una rara y extraña belleza, permaneciera con ellos para siempre.

Una postura crítica permanente que le ha costado caro muchas veces, ya sea con clientes, galerías o estamentos públicos. Como le pasó con el Ayuntamiento de Mataró cuando se negó a cambiar de ubicación la antológica que ya tenía totalmente preparada. Una negativa que nunca se le perdonó ni cuando entregó una serie de obras al museo Municipal y que nunca se han expuesto ni casi se hizo noticia pública de ello.

Pero él tomó estas negativas con tranquilidad. Pensando y creyendo siempre en su hacer, ha creído que el agridulce de sus obras y personajes podía provocar respuestas en los espectadores que vieran sus trabajos y que esta respuesta incidiera en su manera de ser y de actuar.

Ahora que ya no comparte nuestro espacio podremos ver y comprender mejor su trayectoria y la incidencia de su arte. Y podremos coincidir con él creyendo que solo aquellos capaces de ver lo invisible son a la vez capaces de hacer un imposible. Como lo ha sido él, en su vida y su arte.

Ricard, da recuerdos a los muchos amigos que ya te acompañan. Y recibe el más fuerte de los besos, como aquellos con los que llenabas de afecto a todos tus amigos y conocidos cuando coincidías con ellos. Te echaremos mucho de menos.

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