Josep Puig Pla

Josep Puig-Pla

Escritor

Fabra, el catalán y la gente

2018 es el Año Fabra con motivo del 150 aniversario del nacimiento y 70 de la muerte de Pompeu Fabra, el creador del catalán moderno. Fabra, gramático y filólogo, depuró, ordenar y actualizar la lengua catalana y la puso en condiciones de ser un instrumento moderno al servicio de la sociedad del siglo XX. Una lengua que pudiera ser usada en todos los ámbitos de la vida colectiva, de la enseñanza a la administración y desde la ciencia y la técnica hasta las artes.

En la transición postfranquista el catalán entró a la escuela como asignatura y como lengua de relación y de aprendizaje otras materias. Se estableció una sola línea educativa, no separando el alumnado por razones de lengua. Hacer el contrario habría supuesto dividirlo por origen lingüístico y también social. No hacerloevitaba la segregación y ayudaba a la cohesión social entre chicos y chicas, y familias de procedencia distinta. Las fuerzas políticas mayoritarias, que eran las de izquierdas, lo defendieron desde el primer momento. Y el nacionalismo gobernante, que proponía de entrada el contrario, lo repensó y lo aceptó.

Desde entonces ha ido bien. El catalán ha disfrutado de prestigio social y ha permitido a la mayoría de la población de lengua familiar castellana (u otra) de participar en la vida laboral y social con más posibilidades de integración y de promoción personal. A la vez, se generó una adhesión –de mayor o menor intensidad-, o al menos un respeto, hacia las tradiciones e instituciones catalanas.

Últimamente se nota una menor adhesión, cuando no hostilidad- también de más o menos grado- a estas. Es una consecuencia del aumento del independentismo, una consecuencia sin duda no buscada ni deseada por el mismo independentismo; y también es consecuencia de la presencia de los símbolos del independentismo a la calle, en el espacio público (que es de todos), de una manera a menudo demasiado invasiva. Por otro lado, y en sentido contrario, se han hecho más ostensibles los símbolos del Estado español (bandera, himno), que en algunos ambientes restaban poco visibles por cierto pudor o vergüenza, y en otras de manera querida, ignorando el sentimiento de muchos ciudadanos (que también son catalanes) hacia ellos. Demasiada guerra de banderas y de símbolos.

El Año Fabra en Mataró y por todas partes tiene que acercarse a toda la población catalana en favor del catalán y de su aceptación por todo el mundo. Y hacerlo con una actitud abierta y no partidista. Tiene que servir para poner en valor una lengua, nacida aquí y la propia del país, según las leyes, que es patrimonio de todos los catalanes. Cómo también, desde la otra banda, el castellano tiene que ser aceptado como patrimonio colectivo de nuestra sociedad. Tenemos que recuperar el consenso verso la lengua catalana, vehículo de cohesión y "lengua común", como dice un spot televisivo; un consenso que se está perdiendo. Y evitar las formas de violencia que empezamos a ver de manera preocupante, como hace pocos días a Canet. No tendríamos que asociar la figura de Fabra a la defensa de una posición política concreta, como la independencia, ni siquiera al nacionalismo, sino al catalanismo en un sentido muy amplio, de aquel que va del carlismo y la Liga de antes a la CUP y a los comunes de ahora.

Dos remarcas para acabar. Este año la Llama del Canigó, la noche de San Juan, sólo llegará al centro y a Rocafonda, cuando hasta ahora lo hacía en muchos barrios de la ciudad. La causa: no los gusta que se asocie al independentismo ni ver banderas estelades, mientras que siempre habían aceptado la señera oficial y el simbolismo de la fiesta. Vamos atrás.

Del acto de Sant Jordi al Ayuntamiento se ha dicho que el Gobierno municipal quería suspender la conferencia de Joan-Lluís Lluís, escritor de la Cataluña Norte e independentista. Más bien es Òmnium que no tendría que haber planteado su participación allí. Traer a un lugar donde eres invitat, y hacer sentar junto al anfitrión una persona que hará afirmaciones que chocan con el aquel piensa, no demuestra respeto institucional ni de buenas formas.

El Ayuntamiento de Mataró, desde la época del alcalde socialista Mas, ha puesto a disposición de una entidad como Òmnium el Salón de Sesiones por Sant Jordi y por el memorial Companys. Hasta hace poco las dos partes respetaban un pacto de colaboración con deferencias mutuas, que parece que se ha roto. A pesar de todo siempre hay ejemplos de concordia y saber hacer. El ex consejero Joan M. Tresserras de ERC, reconocido independentista, acostumbra a lucir un lazo amarillo a la solapa. Tresserras a la presentación del libro de alcalde Abril, sentado junto al alcalde Boto, no se lo puso. Tresserras no renunció a sus creencias, pero demostró que es un señor.

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