El film más reciente de Christian Molina, 'De mayor quiero ser soldado' ha sido víctima del que la propia película relata. La empresa del autobuses de Barcelona censuró el cartel de la película, que muestra el niño protagonista con una pistola, porque consideraban que "podía atentar contra las normas sociales de convivencia y afectar la sensibilidad y buen gusto de los ciudadanos". Es bastante irónico que la preestrena en Barcelona del film tuviera lugar, precisamente, el día en qué todos los medios difundían alegremente y sin cesar las imágenes del asesinato y del cadáver de Gadafi.
La película, con cierta voluntad gamberra y provocadora pero también con bastante voluntad didáctica y crítica, advierte de los riesgos de someter los jóvenes al bombardeo continuado de imágenes violentas. Quizás el punto de partida pueda resultar un pelo maniqueo y moralista: Un niño de ocho años insiste hasta que sus padres acceden a instalarle una tele propia en su habitación. Un par de años después el niño, rodeado a todas horas por las imágenes violentas de películas y series, pero también de los informativos, ha perdido la noción de realidad y ha creado una fantasía propia en que se imagina como un soldado justiciero que persigue y mata "enemigos" indefinidos. Pero son muy reales las consecuencias de todo: se traduce en una actitud violenta en la escuela y en casa, con ataques a los compañeros de escuela y a sus hermanos pequeños, y continuos desafíos a la autoridad de los maestros y los padres.
La confusión del niño se expresa a través de los amigos invisibles que se imagina, un militar vengativo y violento y un astronauta cándido que representan, mucho a grosso modo, el bien y el mal según la percepción de un preadolescent. Este joven, sin unos límites y pautas muy marcados en casa y sometido a la violencia gratuita y continúa, acaba para confundir realidad y ficción sin ser capaz de ver donde acaba el juego y la fantasía y dónde empieza el mundo real. Hipócritamente, se censura el cartel de la película cuando el que se tendría que hacer, en realidad, es proyectarla obligatoriamente a escuelas e institutos pero, sobre todo, a las AMPAs y otras entidades de adultos con niños y adolescentes a su cargo.
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