Han pasado diez años pero Will Smith y Tommy Lee Jones han accedido a vestirse de negro otra vez, en una tercera secuela de Men in black que repite también su director, Barry Sonnenfeld. Los años no han pasadova, especialmente para Tommy Lee Jones, pero el argumento ha sabido sacar partir de la circunstancia, ha hecho viajar Will Smith en el tiempo y de este modo, se le ha podido buscar un sustituto mínimamente en la altura. El fichaje de Josh Brolin es uno de los aciertos de esta tercera parte que, más allá, poca cosa nueva aporta a la saga del cazadores de marcianos. El pretexto del viaje en el tiempo da cierto margen para jugar con las paradojas propias de los saltos temporales y proporciona algún gag divertido a costa, por ejemplo, de Andy Warhol y los "marcianos" que se paseaban por la mítica Factory de Nueva York. Más acertado, sin duda, es el personaje de Griffin, el marciano visionario capaz de predecir lo las diferentes líneas del futuro, y que proporciona algunos de los mejores momentos de la película. Momentos que contrastan con las desagradables apariciones de Boris el animal, un malo que provoca tanto rechazo que acaba haciendo aborrir, por extensión, la película. Cómo también carga, y bastante, el sobreexcés de muñecos extraterrestres de diseño imposible e interés relativo, que poca cosa tienen a añadir a una película que denota, de alguna manera, que la fórmula MIB empieza a sufrir un cierto desgaste.
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