Esto que estás oyendo, ya no soy yo
. Con estas palabras empieza el último disco de Jorge Drexler, Eco, una frase que parecía hacer referencia a las circunstancias que condicionaron su visita a Sala Privado el pasado viernes día 29. Por un lado, el cantautor uruguayo volvía a Mataró por tercera vez precedido por el éxito que otorga haber sido el ganador de un Oscar a la mejor canción. Una metamorfosis mediática que no tenía nada que ver con la espectació que levantó en sus dos visitas anteriores, a Lasal y al Clap. Por la otra, el ritmo de actuaciones de los útims días afectó a la salud de Drexler provocándole una afección a la garganta el mismo viernes que hizo peligrar la celebración del concierto.
Entre el público se encontraban seguidores incondicionales de Drexler, curiosos atraídos por la estrella dorada que provoca la obtención de un Oscar, e incluso representantes de la comunidad uruguaya. Hemos venido por la parte que nos toca comentaba Andrea Morales. Sentados, tal y cómo aconseja la música pausada del compositor de Montevideo, los asistentes tuvieron que esperar durante un cuarto temprano a su aparición.
El idille entre el respetable y Drexler empezó desde el mismo momento en que hizo presencia arriba del escenario. Ataviat con una americana que le estaba larga, unos llampants pantalones verdes y unas sencillas bambes de estilo urbano, arrancó los aplausos de los presentes al excusarse por su estado de salud. Con la gente al bolsillo, y haciendo gala de un carácter introspectivo y pero extremadamente comunicativo a la vegada, Drexler empezó a desgranar todos sus éxitos.
Cuestión de complicidad
La complicidad que provocaban las composiciones del el urugaià de oro, hicieron que el público le apoyara en todo momento, más encara teniendo en cuenta las limitaciones vocales que sufría. De este modo, se sucedieron las respuestas corales de los presentes a temas como Eco, o Se va, se va, se fue. Los éxitos de Drexler transportaron al público Al otro lado del río, un universo propio moldejat a partir de pequeños encuentros, casualidades y energías que se reencuentran. Dos bisos sellaron un concierto que llenó la sala Privado con quinientas personas.
Lee la crítica de Albert Canalejo
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