Pere Tió

Josep Blahà y Rodoreda, Pepito

El el pasado viernes, ahora que le faltaba medio año para llegar a centenario, murió en Pepito, superviviente de una generación que, por instantes, se está extinguiendo. Nació cuando en las casas todavía nohabía llegado la electricidad, y ahora se meravellava de la televisión y de los reportajes que le permitían conocer todo el mundo. Cada sábado iba a comprar al mercado de la plaza de Cuba con su chándal de colores llampants y sus zapatillas de ciclista. Entre semana iba a la biblioteca buscar libros, discos y películas. Tenía una memoria privilegiada, interés por todo y era un grande conversador, de conversación amena.

Nació a Belgrano-Buenos Aires, a la república Argentina el 1911, y de allá, además de la partida de nacimiento y de la medalla que recibieron los suyos pares "miedo haber contribuido al crecimiento demográfico de la Nación",trajo su afición a la música, a los tangos y su capacidad de explicar, de narrar de los mejores novelistas sudamericans.

Antes de que Gabriel García Márquez, Borges o Rómulo Gallegos nos descubrieran el realismo mágico en Pepito ya nos explicaba la vida de personajes increíbles que había conocido, como el Llorón de Camarma de Esteruelas, que conoció en tiempo de la guerra, un ploraner que cobraba 25 céntimos por cada persona que consiguiera hacer llorar en un luto –"a real la pieza", decía–; el Catamierdas, que tenía una nariz como un tomate que pasaba por las casas a valorar la mezquita, "esta no vale más de 15 céntimos, pero esta se puede vender a real"; o el rico fabricante de su calle, la calle de Amàlia, Pepito Cabot (de la fábrica Cabot y Barba), soltero y goloso, que tenía un criado negro que cuando se acercaba la hora de comer lo esperaba plantado al paso de la puerta con guantes y librea; pero el personaje más fantástico de su repertorio era su cuñado Eduardo "Tenía un loro que sabía cantar todas las ranxeres de en Jorge Negrete y por la mañana saludaba el amo diciendo: Buenos días, don Eduardo! El cuñado una vez arregló un transatlántico averiado en alta mar con un alambre y el capitán le quería dar todo. Hacía el que quería con los animales y llegó a brujo de una tribu de negras de la África".

"Mi padre –decía en Pepito–, allá en América había acogido muchos mataronins cuandollegaban de emigrantes. Hacía de pintor y le decían "en Llavaneres", para ser hijo de este pueblo. Era un aventurero y un vagabundo. Así que tenía uno peso al bolsillo, cogía el barco que iba más lejos y desaparecía unos meses a la aventura".

En Pepito llegó a Mataró con su madre, hija de aquí, y su hermano el 1914, el año de la Primera Guerra Mundial. Le gustaba evocar el Mataró próspero de los años veinte, con los ingleses y escoceses que venían por el negocio de la exportación de las Mataro Potatoes, que se paseaban por la Riera con sus pantalones de golfo y calcetines de quadrets.
A pesar de que tenía pasaporte argentino, el 1936 un comisario con un pistolot lo cogió por la nuca y lo obligó a ir a la guerra. Primero lo destinaron en Begur y alláaprendió a tocar la guitarra, que lo acompañó toda la vida.aprendió tanto que causaba la admiración cuando se ponía a cantar los tangos de Gardel. Fue tomado al frente de Madrid y acabó en un campo de concentración. Acabada la guerra entró en una compañía de varietés. "Eran los años del estraperlo. Los sótanos de la estación de Francia eran una cueva de ladronas: se robaba, se traficaba y se xantatjava a gran escala. Imperaba la inmoralidad más descarnada". Hizo compañía con un humorista y un mago, el Profesor Nossmann. Y también hizo recitales con el barítono Carbonell y el tenor Floriach con quien se divertía mucho y seganaba la vida.

Acabada la bohemia se puso a hacer de tejedor hasta que el 1969 fue el conserje del primer Casal de Abuelos de Mataró, el que se instaló en el antiguo Blinco, en la calle de Santa Teresa haciendo esquina con la plaza de Santa Anna, donde ahora hay la oficina de la Caixa Laietana. En este trabajohizo muchos amigos y seretiró.

El que más le gustaba era coger la bicicleta y hacer kilómetros por el Maresme y el Vallès. Si veía un labrador trabajando cerca de la carretera, bajaba de la bicicleta y podía organizar una tertulia de dos horas, o tres. Los sábados y domingos los aprovechaba para ir a guardar las exposiciones de las salas de la Caixa donde podía tratar con mucha gente, la otra gran afición. Uno de los disgustos de la vida lo tuvo cuando –a los noventa años!– tuvo que dejar la bicicleta. Desde entonces se lo podía ver por Mataró paseando su perrito.
Siempre proclamó que le gustaba ser un hombre libre, que no lo mandara nadie, ni los relojes.lo cumplía.

Protagonizó los mejores momentos de "La Murga", que dirigía el maestro Roldós. Las estrellas eran en Sixte Sàmper y el mismo Pepito que cantaba tangos y ranxeres y tocaba la guitarra con tanta traza que llegaron a ser campeones de España de charanga.
Cuando le hicimos la foto nos dijo "La música, el canto y la bicicleta son mis aficiones, pero la foto la haremos con la bicicleta, porque la guitarra es una cosa demasiado seria y se tiene que ir vestido adecuadamente para retratarte".

Un día nos dio unos cassetes con el poema "Martín Fierro", que narra la vida dura del gautxo de la Pampa. En Pepito cantaba el largo poema –que se sabía de memoria– acompañándose a la guitarra con música compuesta por él mismo.

Siempre hemos pensado que sesentía totalmente identificado, con este poema. Viene't aquí unas estrofas:

Cantando me tengo que morir
cantando me tienen que enterrar
y cantando tengo que legar
al pie del eterno padre
dende el vientre de mí madre
ven a este mundo a cantar.
Mí gloria se vivir tan libre
como el pájaro del cielo:
No hago nido en este suelo
ande hay tanto que sufrir
Y naides me tiene que seguir
cuando yo remuento el vuelo

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