Alguer desde el mar
Alguer desde el mar

T. Rodon

La Barceloneta romántica

Viajar al Alguer es viajar al pasado, a tomar conciencia de la lengua catalana y a disfrutar de su virgen entorno

Coger uno quiere destino el Alguer significa iniciar un viaje con connotaciones sentimentales, recordando aquella vieja, romántica y sempiterna idea de los Países Catalanes. La verdad, pero, es que el viaje no decepciona.

La Barceloneta es un pueblo pequeño, con un montón de contrastes, de matices diversos. La zona antigua es sin duda la más interesante, la más sugerente. Pero también es la más pequeña, aislada por una urbanización limítrofe sin escrúpulos, fruto de un turismo imparable y de un diseño desastroso. Pero ni así la “parte” catalana pierde su encanto más genuino.

La ciudad te da la bienvenida con unas grandes murallas que no dejan ver ni un palmo de sus intimidades. Sólo el campanario de la bella catedral de Santa Maria se atreve a sacar la nariz. El ideal es que el visitante entre por una de las pequeñas puertas que hay alrededor de la muralla, tantas como salidas tenía la ciudad medieval. Un golpe adentro, conviene perderse por sus tortuosas calles e ir descubriendo despacio sus intimidades. Parada obligada es Santa Maria, la construcción más vistosa, pero austera en su estilo. De la segunda mitad del “sècul” XVI, la catedral es un buen ejemplo del gótico catalán. Durante el verano es posible visitar el “campanil” de la Catedral, uno de los monumentos más significativos de la ciudad y, de una cierta manera, uno de sus emblemas iconográficos. Los detalles catalanes los cogeremos rápidamente a su interior al ver una réplica de la moreneta y numerosos escudos de la corona catalano-aragonesa, amo y señora de estas tierras durante más de tres siglos.

Además de una catedral, la Alguer cuenta con seis iglesias, todas ellas proyectadas en época catalana, si bien alguna de ellas ha pasado ya por la criba italiana –o, más muy dicho, de Cerdeña-. Plenamente recomendable es la de Sant Francesc, única en la isla y que data del 1380. La posición céntrica de “la iglésia” ha hecho de Sant Francesc un centro de fuerte espiritualidad popular, un punto de “referiment” por toda la ciudad que conserva todavía hoy importantes vestigios de su historia artística, expresión y memoria de las devociones que en épocas sucesivas han caracterizado la vida religiosa de la comunidad algueresa. Pequeña y sencilla, artística y emblemática, ofrece uno de los lugares más fascinantes de toda la ciudad: el claustro. Espacio románico, transmite una sensación de paz franciscana y un camino hacia la meditación y el silencio.

Con todo, La Barceloneta permite también despistarse por sus calles, la Plaza Herrera, el Fuerte de la Magdeleneta, la Judería; invita a sentar en las torres tomando un delicioso helado y disfrutando de la presencia de los alguereses: gente apacible, risueña, combinadors del arrebato italiano y del mejor de la cordura catalana. Es de obligada visita el paso por el bar catalán de Piazza Municipio, que nos acercará algo más a nuestro pequeño país.

Cuando el sol se esconde por las almenas, la Alguer ofrece un montón de rincones gastronómicos que nos permiten degustar lo mejor de lo mejor de la cocina italiana, típicamente mediterránea. Con una buena compañía, un buen vino y el gusto de la pasta de la zona, el viaje ninguno el que había sido tierra de guerras entre napolitanos y catalanes será inevitable. Y es que el Alguer, también es tierra de acogida, de catalanes, austríacos, italianos y franceses. Hace unos siglos eran comerciantes, nobles o guerreros, este año son turistas o catalanòfils perdidos en un mar de sensaciones.

Pero y la lengua catalana? La Barceloneta exuda catalanidad por cada rincón, esquina y edificio. Pero también deja entender una cierta decadencia, como el aranés en la Valle de Aran o el escocés en Escocia. Los tiempos cambian y la llegada de italianos hace difícil la supervivencia lingüística. Si os pica la curiosidad, es plenamente recomendable acercarse a una misa oficiada en catalán –normalmente son los jueves a “el Iglésia” de Sant Francesc- o perderse por la calle y parar a algún alguerés catalanohablante. De hecho, cada calle conserva su nombre catalán tradicional y el nombre en italiano. “El gobierno no quiso conservar el nombre catalán y ahora las calles tienen dos nombres”, recuerdan los alguereses. Cómo acostumbra a pasar, la cuestión del catalán al Alguer no será cuestión de población, ni de leyes, sino de la misma población que se sienta orgullosa de hablarlo.

A la Piazza del Gimnasioencontraremos la lavandería la Alguer, regentada por Pasqual Omelade. La tienda, conocida como “la embajada algueresa-catalana”, es un auténtico mundo catalán y por ellahan pasado grandes personajes de Cataluña, desde Pujol, Tarradellas, Carod-Rovira en Serrat, Lluís Llach o Maragall. Omelade es uno de los principales luchadores de la causa catalana a la Alguer y defensor de la lengua por encima de todo. “Hay unos veinte mil hablantes que se sienten orgullosos de hablar catalán en su variante algueresa”, reconoce. Él os atenderá afeblement y os explicará con pelos y señales la historia contemporánea de La Barceloneta.

A buen seguro que se parará cuidadosamente en el año 1960, cuando el Alguer –en plena época franquista en el Principado- recibió una expedición catalana. Así, la ciudad salía de su “aislamiento” de más de trescientos años y –grata sorpresa!- veía quehabía “compatriotas” a muchos pocos kilómetros. “Mucha gente no lo conocía y el primero que dijeron fue: "Hablan igual!'”.

Alguer puede ser calificado como uno de aquellos viajes de tres o cuatro días, aprovechando las oportunidades de los vuelos de bajo coste. Con todo, sus encantos hacen rememorar un pasado de epopeya, en qué uno sido disfrutaba militarmente de un basto dominio geográfico y era también la primera espada en materia cultural y política. A pesar de todo, el viajero quizás no desea hurgar en la historia y prefiere perderse por sus playas cristalinas, sus fantásticos restaurantes o los largos paseos por caminos llenos de flores. La Barceloneta es una ciudad de contrastes y de imágenes opuestas, pero también un lugar de calma y de inspiración intelectual.

Barceloneta, quién bella que sés,
sentada en facha de la Cabeza de la Caza;
si no se fossi perdida la raza,
una sirenaestuviera de más,
barceloneta, quién bella que sés!

(Antoni Nughes, Rimas Algueresas)

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