Ramon Bassas

La bronca de en Mañach

Josep Mañach, hombre de una trayectoria impecable al sector público, fue ninguno de lista de CiU en 1995 y obtuvo el mejor resultado por los nacionalistas que nunca se haya visto en Mataró. Yo, el 1997, fui nombrado regidor de Servicios Centrales. Recuerdo muy bien la primera comisión informativa que presidí, el primero o segundo día de haber accedido al cargo.iban las ordenanzas fiscales de 1998 (los impuestos y tasas locales) y yo traía gripe y fiebre. Mañach, el regidor de la oposición más muy preparado que nunca he visto, traía anotadas página por página sus objeciones y preguntas, me clavó una bronca (con toda la razón) por el poco tiempo que había tenido para mirárselo y me lanzó un argumento que me quedó grabado: "¿cómo caram quieres que nos posicionamos sobre las ordenanzas si no tenemos ni idea de qué presupuesto queréis hacer? ¿por qué no hacemos el debate conjunto?". Mi respuesta -entonces-, corra-cocida, fue la de decir "primero miramos qué tenemos y después veremos en que nos lo podemos gastar". Una respuesta de circunstancias, porque quienes tenía razón era él.


De forma que nos pusimos manso a la obra y en un par de años da cambios importantes en la manera de hacer del Ayuntamiento (con algunas inercias y rutinas que parecían eternas) pudimos tratar conjuntamente las ordenanzas fiscales -que tienen un periodo rígido para su aprobación, por eso la premura- con el presupuesto incluyendo un periodo previo para poder hacer las primeras aportaciones bastante largo (los anteproyectos) y acompañados de un Programa de Actuación anual cosa que con alguna excepción explicable, se ha mantenido hasta hoy. Además, sepudo introducir un importante proceso de participación (Audiencias, etc...) y, ya en el mandato posterior, con mayoría absoluta socialista, llegamos a amplios acuerdos en materia fiscal con CiU, entonces encabezada por Joaquim Esperalba, el Grupo Mixto e ICV. La bronca de en Mañach, sinceramente, me motivó y, con el liderazgo del entonces alcalde Manuel Mas, hicimos este y otros cambios de los que me siento muy orgulloso en materia de organitzacó interna. Cambios que nunca se acaban, por cierto.

Vamos atrás
Jueveshubo la aprobación de las ordenanzas fiscales por el 2011, al Pleno del Ayuntamiento. Según parece, con un acuerdo a prueba de bombas con el PP y otro con la Cup que salvó por pelos la aprobación inicial (queda otra votación). Dejo a banda comentar la barrabassada que supone incrementar el IBI (la contribución) un 32% en plena crisis, en una ciudad donde la inmensa mayoría de la población es trabajadora y propietaria del inmueble donde vive. Y hacerlo cuando hay alternativas. La pereza, la desconfianza hacia el pacto y las ganas de ingresar sin pensar demasiado parecen haber traído a esta decisión que, en caso de haberse consensuado, habría comprometido los socialistas en el debate presupuestario.

El que quería mostrar hoy es que el nuevo Gobierno de CiU, con franca minoría, usa los argumentos que Mañach me reprochaba; dicen que no pueden presentar e lpressupost porque primero tienen que contar con qué ingresos podrán pagar el que hay que hacer y, especialmente, los que provendrán de nuestros bolsillos... No dice qué presupuesto hará ni qué programa quiere aplicar a la hora de hablar sobre los esfuerzos que pedirá a los mataronins. Tampoco ha abierto ningún proceso de participación. Y, el que es más grave, a diferencia de sus predecesores, no ha buscado el acuerdo entre los dos grupos mayoritarios en materia fiscal, acuerdo que le permitiría una cómoda mayoría y no depender de los partidos extremistas.

Es decir, por un lado, se devuelve a las inercias y rutinas que hace más de diez años habíamos cambiado -entre otros razones- empujados por las broncas de Josep Mañach. De la otra, se abandona el espíritu de acuerdo y diálogo en materia fiscal con que los gobiernos presididos por el PSC habían ofrecido siempre al principal partido de la oposición (y que explica, también en parte, las políticas de incrementos moderados que se han venido llevando a cabo en décadas). Y, por último, se aboca a la dependencia de partidos extremistas: un día el pétreo pero minoritario acuerdo PP-CiU depende de PxC y el otro de la Cup. Una mala deriva. Una carencia de liderazgo. Y uno, o varios, pasos atrás.

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