Jordi Cabezudo

La SGAE, un engaño?

Este artículo lo encabeza una palabra de referencia: presunción de derecho y de hecho. Aun así, si se confirmaran las últimas sospechas, estaríamos ante un hecho que se sumaría a los acosos que sufrimos constantemente como sociedad por parte de quien en teoría tendría que preservar nuestros derechos económicos, éticos y morales en un momento de extrema precariedad.
He aquí que todos aquellos razonamientos, explicaciones, manifestaciones y grandilocuencias de la dirección en pleno de la Sociedad General de Autores y Editores -según ellos, acotxar los derechos y beneficios que inspiran las musas a sus creadores y a sus composiciones, así como las ganancias que se desprenden de los cánones aplicados a todos los artículos acústicos o de visión-, seirían a pique y vaciarían de contenido toda la oratoria para dara una simple acción delictiva de los tan actuales escurabutxaques de turno. Execrables, malos y rateros de guante blanco que se permiten perseguir legalmente supuestos piratas intelectuales que sustraen las prebendas de los desvalidos autores.

El más curioso es que en este "mundillo" de traficantes de valores culturales seencuentren implicados personajes de renombre (ahora o en cierto momento) dentro del ambiente artístico. Son los mismos que, una vez desvanecida su popularidad, se involucran en sociedades de oscuras maniobras crematísticas, hasta ahora los mismos que firmaban manifiestos a favor de la honestidad y la honradez intelectual.

Ahora habrá que hacer entender a todos los asediados, inspeccionados y sancionados (bares, peluquerías, forneries, papelerías, talleres, tiendas en general y un largo etcétera) que por haber escuchado música o tener un aparato de televisión puesto en marcha los han "empapelado", y también habrá que explicarlos dónde han ido a parar su dinero requisado por un sistema corrupto, blanqueado por fuera y pudrido por dentro.

Por suerte, sólo se habla de 400 millones de euros. Podrían ser muchos más.

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