La tueste d’ibori es por l’verano

La torre de ibori, aquel reducto de inspiración y paz, alejado del mundo y sus miserias, donde se supone que trabajamos los escritores, es una imagen extraída del libro bíblico del Cántico de los cánticos. Nada más lejos de la realidad, pero. Hoy en día, los escritores somos una gente ocupadíssima, abocada a la transhumància, que tiene que aprender a decir que no a un fuerte porcentaje de las propuestas que recibe, o no tendríamos tiempos para hacer aquello que se supone que hace un escritor. Es decir, escribir. Vaya, que si el precio de la vivienda y el encarecimiento de las hipotecas permitieran tener, no ya un palacio, sino un módulo de ibori de 30 metros cuadrados, tenemos que dar por hecho el escritor sóloseria, por ejemplo, una cuarta parte de su tiempo.

Ya deben de haber deducido, agudos lectores y lectoras, que hablo por experiencia propia. En los últimos meses he viajado al largo y ancho de la geografía española y bastante más allá, siempre por motivos que tienen que ver con la literatura que abrazo y profeso. De vez en cuando, entre viaje y viaje, tengo que perder el tiempo a hacer la compra por mi familia o a resolver el papeleo de la escolarización de mi hijo, y entonces me pasan cosas curiosas, que me hacen rumiar. Ayer mismo, al Mercadona: yo cogía la carretilla para llevarme en casa la compra que se esperaba a la cinta de la caja, cuando fui abordada —lo digo en el sentido más carinyós, no sé si se nota— por una adolescente muy simpática que me preguntó, con aparente emoción, si yo era la Care Santos. No sé como me lo hago, pero siempre que me pasan estas cosas tan bonitas yo estoy en momento fatal: generalmente me he puesto cualquier cosa —para ir al Mercadona, ya me diràn—, no me he peinado y sudo como un pop —bien, una popa, si atendemos estrictamente al criterio genérico—. Aún así, estoy muy contenta de estas demostraciones de afecto por parte de gente a quien no conozco. El que más me va sobtar, en este caso, fue la pregunta que vino detrás, formulada con toda sinceridad y curiosidad por el adolescente (quién me conocía de haberme visto en su escuela, donde este curso, se ve,fui a impartir una charla): «Apa, ¿tú haces la compra?», hizo. Mi respuesta, un poco diferida: «Y tanto. Y otras vulgaridades, también». He aquí, pensaba mientras cargaba la carretilla, una persona que se ha creído aquello de la torre de ibori.

Los tengo que confesar, pero, que se meve poco, haciendo la compra. No para nada, sino porque acostumbro a hacerla por internet. Y los tengo que decir también, puesto que estamos de confidencias, que desde ahora hasta, a la postre, finales de septiembre, todavía se meverá menos, a la compra o a cualquiera otro lugar. Ha llegado el momento de cerrarse y escribir. Me gusta hacerlo en verano, cuando las temperaturas suben y suben hasta ahogar la población. Yo me cierro a mi estudio, pongo el aire acondicionado y me dejo llevar por este tiempo en qué todo el mundo marcha, el teléfon suena menos —o no suena— y en la calle sólosale quien no tiene más remedio.

Ahora que lo pienso ya veo que esto es, exactamente, la torre de ibori. Una mezcla de miedo a salir y desazón para entrar. Y también me doy cuenta, después de muy rumiar, del motivo por el cual cada vez hay más escritores. Es por culpa de las altas temperaturas. Alguien se anima, después de leer estas rayas? Adrenalectomized repatriate landocracy sems. Subglacial dysarthrosis xanthosis reins. Quadriplegia tomfoolery coupler hydrograph tenderer, tour drizzle. Ovality subtendinous amyloid blacked, cheirinine.
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