Se acostumbra a creer que la vergüenza tiene que ver con situaciones actuales y está relacionada con el juicio de los demés sobre nosotros mismos, pero en realidad la vergüenza adentra sus raíces en la infancia y le pasa a uno
con un mismo. Es un sentimiento individual, primario e inconsciente.
Para Andrew P. Morrison: La vergüenza es fundamentalmente un sentimiento de aversión hacia nosotros mismos, una visión odiosa de nosotros mismos a través de nuestros propios ojos
Se puede sentir vergüenza por algo tan primario cómo es la propia existencia, por no haber podido conseguir determinados deseos tempranos y por el agravio comparativo al no haber sentido con la suficiente madurez física y psíquica para emprender estos retos.
La vergüenza es un sentimiento que no evoluciona y que está escondida y activa detrás de la ira, la desesperanza, la depresión, la negación y/o la superioridad grandiloqüent.
La persona se acostumbra a quejar, se pregunta por sus fracasos e incompetencias intelectuales, afectivas e instrumentales. Se muestra deprimida y abunda en descripciones negativas sobre sí misma. A veces hay un sentimiento de indefensión que aboca la posibilidad de fracaso en la vida el que hace que experimente una sensación de incompetencia vergonzante.
Este sentimiento de indefensión proviene de la etapa infantil, cuando el niño se ve expuesto a frustraciones traumáticas que le conducen a procesos o vivencias extremadamente vergonzantes las cuales le dejan como secuela una descreença, una desesperanza y un retraimiento de la personalidad, o por el contrario, como sobre compensación un desenfreno, una desaprensió por la vida o una grandiosidad exhibicionista desvergonzada y que, a pesar de esto, tienen la vergüenza como sustrato o condición inconsciente.
A la vergüenza acostumbra a unirse la culpa. La misma contradicción que corresponde a la culpa, la de un sentimiento que no es sentido, corresponde también a la vergüenza. Los dos sentimientos inconscientes se expresan por suyos sustitutos capaces de hacerse conscientes y que comportan cierta mortificació o desdicha. Alguien dijo alguna vez que nos sentimos culpables porque hemos obrado mal y nos sentimos avergonzados por la esencia misma de nuestro ser.
La vergüenza está relacionada con nuestro narcisismo, con la imagen ideal que tenemos de nosotros mismos. Cómo que no llegamos a conseguir este ideal sentimos una vergüenza inconsciente que se manifiesta a través de una serie de sentimientos mortificants como puede ser el enojo, el silencio excesivo, la inhibición, incluso el enrojecimiento de la cara y/o en casos severos la furia narcisista.
Mucho se ha dicho de la vergüenza como algo pasivo. La pasividad del vergonzoso le trae a callar y aislarse, razón por la cual cuando el elemento predominante de una personalidad es la vergüenza, la persona es muy rebec a buscar ayuda para solucionar sus problemas y no es fácil ayudarla por qué los sentimientos imperantes son la soledat, la desesperanza y la creencia de que no se puede hacer nada.
Estas personalidades han vivido situaciones precoces de aflicción, conflicto o déficit que han provocado un desarrollo insuficiente de recursos psicológicos maduros. Para llevar a cabo esta maduración hay que hacer un tratamiento psicoanalítico. Puesto que como dijo Nietzsche:
La liberación es no sentirse nunca más avergonzado de un mismo.
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