Ya es muy curioso que cada año, cuando llegan las fiestas de Semana Santa, tenga que sentir el discurso de algunos amigos catalanes de origen -retóricamente interculturales además de multe-neo-puesto-lo-que-convenga- poniendo en cuestión una cosa tan simple cómo son las procesiones de Semana Santa. En algunos casos, la negativa llega a puntos de racismo hacia unas sensibilidades -generalmente andaluzas o castellanas-, con formas de expresión y manifestaciones de los sentidos con un grado de exterioritat más elevado a las supuestamente autóctonas.
La parada de las procesiones a finales de los años sesenta fue una necesidad: la tensión entre unas formas de pietisme popular intimista desvinculada de la práctica con la situación econòmico-social y política que se vivía en nuestro país -especialmente a partir del gran impulso que había supuesto el Concilio Vaticano II- era difícil de mantener. El gran cambio -individual y comunitario- que vivieron las comunidades cristianas, convertidas en escuelas de compromiso con la realidad, atentas a los nuevos signos que la realidad ponía delante, no se veía reflejado en las manifestaciones más populares. Hay que remarcar, pero, que estas prácticas intimistas de las que he hablado no eran consecuencia directa de las manifestaciones en si, de la simbología- que conocemos con el nombre de procesión- porque la simbología es, por definición, polisémica.
Pasaron los años. Nuestro país vivió un cambio democrático importante. En Mataró, como en otros ciudades de Cataluña, la participación de las comunidades cristianas fue importante en la construcción de los nuevos valles Cereza, Cerdanyola, Molinos, La Llàntia, etc.-, hechos en base de población inmigrada otros lugares del estado. Pero también hay que empezar a decir que algunas lecturas migrades que se hicieron a partir de los cambios del Concilio Vaticano II tuvieron consecuencias nefastas, ya no sólo en las comunidades cristianas sino también a nivel social.apuntaré sólo una: la eliminación del sentido de misterio de la vida humana, esto es, de la pedagogía de la contingencia de la vida humana ante la cual aparece el Otro, el desconocido, la sorpresa infinita del Ser, el mysterium del amor infinito. Sin ir más lejos, el repertorio importante de obras de Bach, Mozart, Haydn, Beethoven, Schönberg, y de autores catalanes era expulsado del templo para dejara guitarras que cantaban al compromiso social, la primavera, las flores, la bondad espontánea y naïf, el amor ingenuo. El misterio de la música dejabaa repertorios mediocres con letras todavía más insustanciales.
En todo esto, hace veinte años, vuelven las procesiones. Y se me pide que haga algunas consideraciones. En primer lugar, considero que su regreso se debe de en gran medida a la carencia de expresiones simbólicas que contengan por sí suelas el misterio. Seha algo que hoy no diga nada son, precisamente, las celebraciones religiosas cristianas. Especialmente porque no son expresión de aquello que tendrían que expresar: el misterio de la condición humana, la paradoja del ser contingente y limitado ante su deseo ilimitado de Absoluto. Por eso hemos recurrido a las espiritualidades de Oriente.
En segundo lugar: tanto se vale que las procesos surjan del si de la Iglesia o no. La cuestión principal no es la motivación de quienes traen los pasos sino del relato que los espectadores ven. Quienes judiquen las procesiones con la óptica de los años sesenta se equivocan. También hay quienes dicen que detrás del costaleros no hay ninguna experiencia de fondo: es difícil poder entrar en el corazón de cada persona. Incluso podríamos decir que tanto se vale la motivación subjetiva. Porque el fundamental es el relato, la narración que explican.
Este es el tercer punto: los relatos que explican las procesiones son relatos fuertes; ni requiebros, ni utopías de hermandad universal, ni idealismos utópicos, ni barricadas contra los patrones. Porque precisamente si podemos augurar un futuro mucho más largo por las procesiones que por cualquier otro procesión de Mataró (la de en Robafaves o la Momerota, a quien tarde o temprano habrá que promocionar con el presupuesto público y argumentario culturalista), es que si bien estos son únicamente expresión del deseo de fiesta, las procesiones son la narración de momentos antropológicos fundamentales de la vida humana y expresan las paradojas o misterios fundamentales del existir: la paradoja o misterio de la soledat Virgen de la Soledat- ; la paradoja o el misterio del dolor que te traspasa el corazón ante el sufrimiento alìè Virgen de Dolors-; la pregunta del por qué de la traición a la amistad más sincera -Judas-; el misterio de la gratuidad del amor que damos a los otros, (por qué?) la Santa Cena-; el misterio de la bondad y el misterio del mal, el misterio de la muerte y la enfermedad y su sentido la crucifixió-; y el misterio o la paradoja de la muerte de las personas justas, que es la paradoja de la in-justicia, o del por qué en el mundo la corrupción y el trato de las personas como mercancías es un recurso tan utilizado.
La procesión, pues, es un texto lleno de sentido. Como narración vehicula parte de las experiencias más profundas de la existir yda explicación. Y esto en un contexto donde el silencio de los espectadores y la fuerza de la combinación entre tambores y trompetas le da la profundidad escenográfica que no tienen el resto de procesos lúdicas que se realizan en el mundo contemporáneo, ya esté en Mataró, en Port Aventura o a Disneyworld. En Atenas, a los medios de transporte se los decía metaphorai, porque te transportaban de un lugar al otro. Las procesiones actúan como metáforas de la existir de la condición humana. Es por eso que, en un contexto donde el laicismo ignorante de poca monta tiende a eliminar las fuentes de conocimiento de los relatos originarios que dan sentido a nuestra cultura, las procesiones pueden acontecer una herramienta pedagógica de primer orden. Y creo que es de agradecer que esta pedagogía de la condición humana salga a la calle, sin gran necesidad de subvención pública, de pagar entrada ni, mucho menos, con pretensión de ser gran cosa.
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