Que uno ropa, siempre saltará alguien diciendo que le tienen que cortar la mano; que hay un violador que sale cada día a las noticias, algún "justiciero" dirá que se lo tiene que ejecutar y que así no pasará nunca más... Ahora, es un requisito de todo pensamiento racional y de una sociedad progresista no sacar conclusiones inmediatas y absolutas, sino coger un poco de perspectiva y contrastar los hechos con la realidad.
Si ponemos en marcha la televisión hoy en día veremos desgraciadamente todo el contrario: una tendencia al imperio de la opinión y a la irracionalidad, veremos supuestos debates con gente pontificando de forma absoluta y vehemente sin contextualizar, y acompañándolo de insultos al adversario. Más grave es todavía en tiempo de campaña electoral. Así es como vemos que portavoces de partidos políticos que se presentan en estos programas televisivos cierran enseguida cualquier debate con absolutos que pretenden imponderables o invectives primarias al más puro estilo de la reina de Corazones: "Que le corten la cabeza!"
Esta forma de conversar está encarnada en partidos extremistas. Cogemos un tema que saltó a los titulares como ejemplo paradigmático: que las personas puedan llevar armas. Ha habido nunca problemas en España, uno de los estados de la UE con un índice de homicidio más bajo, porque la gente no fuera hasta ahora armada? No. Si de verdad es esta u otros proclamas una máxima expresión de la libertad individual, entonces esto quiere decir que hasta ahora todos estábamos encadenados y ahora vienen los salvadores? No. Entonces, no tiene sentido plantearse la opción de traer armas, que conceptualmente implica negar una situación que ya es buena y, al hacerlo, despierta unas percepciones sesgadas de la realidad. Así, de retruque, unos, los poderosos, se aprovechan de la desconfianza mutua entre iguales.
Fijémonos: las cosas se aprecian por el prisma de la percepción individual en detrimento de la ponderación dentro de la comunidad y se juzgan inmediatamente tal y cómo mana (y curiosamente los malos siempre son los otros, no un mismo: si quiero traer arma, es porque el otro me puede matar, pero yo no mataría, claro). Esto no puede sino traer a una concepción antiigualitària de la sociedad, que puede ser explícita (cuando se afirma ser correctas y naturales las desigualdades tal y cómo se presentan ahora) o implícita (rechazo de los principios de la democracia).
Este pensamiento no es ni una anécdota ni una caracterización personal, sino una característica social profunda y sustancial: se trata de la lucha entre la herencia de la Ilustración y la perpetuación del reino de las tinieblas. Por eso hay que estar políticamente y culturalmente preparados por el asalto que des des la extrema derecha tanto nuestros sistemas políticos como nuestro sistema de pensamiento recibirán. Hay que contraponer a las barrabassades la radicalidad democrática.
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