Ahora hace un año de la exposición retrospectiva que organizada por los Amigos de can Arenas y realizada al Ateneo, nos permitió hacer repasada a las diversas caras de este poliédrico artista que fue Manuel Cusachs que repentinamente nos ha dejado, produciendo un gran vacío en el ámbito artístico y cultural de la ciudad. Por si alguien todavía no lo sabía, allá quedaba muy claro el alto nivel cualitativo que había logrado el artista, a la vez que nos permitía ver su evolución y diversidad.
Esencialmente escultor, aunque siempre reivindicaba al dibujo, el lápiz y el papel como elementos básicos en toda obra, evolucionó desde un cierto clasicismo en el entorno de la tradición escultórica mediterránea hasta desatarse con obras mucho más conceptuales y osadas, logrando plenitud con estas esculturas táctiles, en las que el manoseo y los "dedos" generaban una textura muy personal que lograba calidez y proximidad.
Fundamentado en una solvencia técnica envidiable que le permitió cultivar los más varios materiales empezando por el granito, el más preciado, y pasando por la madera, tierra cocida, tiza, bronce, metal, resinas..., supo cultivar desde la pequeña y íntima pieza hasta la escultura pública monumental de la que tiene representación en lugares tan importantes como la Sagrada Familia, Montserrat, Palau de la Generalitat, Santuario de Meritxell, Claustro laico de la Seu d'Urgell y como no en su ciudad de Mataró.
Pero para mí, la sabiduría del artista estaba en la capacidad de análisis del que iba a representar y la traslación de esta interioridad a la obra final. Una capacidad estructurada en base a una formación intelectual muy potente y a una gran capacidad a escuchar todo y siendo él un gran palabrería y conversador. Esto lo hizo ser capaz de convertirse en un retratista excepcional puesto que no sólo captaba el rostro del retratado más bien nos daba fe de la personalidad interior del mismo. Los retratos de Salvador Espriu (estructurado sobre las ojeras) o el de Josep Pla (con la boina y una verruga como esos) sueño simplemente magistrales.
Igualmente supo trasladar escultóricamente, con oportuna sensibilidad y perfección grandes poemas literarios (la serie de "El andado y el muro" es excepcional) o la simbología del país, a la vez que supo dar un aire de modernidad y actualidad a la siempre encarcarada escultura de cariz religioso, que en sus manos dio un tumbo importante, humanizándola.
Hay que añadir su sabiduría en el tratamiento del dibujo, esencial para él. Gran dibujante, buen ilustrador y notable paisajista, cuando Cusachs se enfrentaba a la tela o el papel, lo hacía con las mismas armas que en la escultura, buscando la apariencia pero expresando el alma ya fuera de la persona o el lugar. Y a fe que lo conseguía, tal y cómo había aprendido de sus maestros Cuyàs y de Torres de quienes siempre hablaba con admiración y respeto.
Todo esto aliñado con una fuerte personalidad. Integra, valiendo, terco, constando y perfeccionista, aprendiendo y luchando siempre, reflejando a la perfección aquello que dejaba claro en el autorretrato que realizó por Mataró Report allá el 2002. Ninguno con personalidad, mano y herramienta. Es decir concepto, técnica y trabajo. Unos ejes de pensamiento a los que se mantuvo fiel siempre.
Ahora, en su muerte, a pesar del tópico bien cierto de que los artistas nunca mueren, que siempre permanecen entre nosotros en sus obras, si podemos afirmar que su desaparición hace de Mataró una ciudad más gris y pobre. Y que el arte y los artistas locales pierden un potente referente. Y muchos perdemos todavía más, perdemos un gran amigo.
Gracias Manuel por todo el que nos has dado y que la tierra te sea leve.
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