Sant Jordi es uno de los días que más hace brillar a Mataró. Desde primera hora de la mañana hay decenas de paradas de rosas instaladas por toda la ciudad. Desde ayer, jornada de víspera, que la Feria del Libro ocupa la plaza de Santa Anna. Desde hace días que las estanterías de las librerías —y las furgonetas, y los almacenes— están llenas y van vendiendo. Por más enganchado que esté a Semana Santa, este ‘Sant Jordi de Pascua’ no ha estallado del todo hasta media mañana. Pero entonces, ya, la multitud ha sido protagonista: en la parte baja de la Riera se avanza al ritmo de retención viaria pintada de rojo en los mapas interactivos desde bien temprano.
Sant Jordi es una marea humana de diferentes oleadas y una de las primeras en llenar las calles del eje de Santa Anna y la Riera siempre está protagonizada por las escuelas. Grupos que van y vienen, visitas al Ayuntamiento aprovechando las puertas abiertas que se celebran. A todo esto el sol brilla y calienta. El día es radiante y todo acompaña.

Buen ritmo de ventas
Floristas profesionales y paradistas de entidades o grupos coinciden en la mayoría de los casos con los buenos pronósticos de días anteriores: será un muy buen Sant Jordi en cuanto a ventas. Las flores se venden a buen ritmo y no hace falta ni mencionar que la roja es la flor hegemónica y que el detalle hay que buscarlo en la presentación, en el envoltorio. A lo largo de la Riera hay un auténtico batiburrillo de paradas de asociaciones, partidos e iniciativas de lo más variadas.
En la Plaza de Santa Anna ya a primera hora se necesita paciencia y afinar el codo para encontrar espacio en alguna parada, escena que se puede dar por segura a medida que avancen las horas. Los aspirantes a más vendidos se notan por una pila mayor y un ritmo de reposición también consecuente. Pero también hacen gracia las especialidades: desde los cómics al libro infantil pasando por la cuota local, mataronense y mataronista. Totalmente capgrossa, vaya.

Bequeteros endémicos
De las primeras trazadas a modo de paseo por la Riera arriba y abajo se desprende que la música puede acompañar las ventas y la jornada. La Orquesta de Mataró aporta clásica en el año de su décimo aniversario, pero el sonido de grallas y tambores o incluso otros instrumentos sube el volumen en hasta tres puntos diferentes desde donde se interpreta a modo de himno endémico el Bequetero. Los niños que pasean lo celebran y los de las paradas vecinas ponen cara de calcular cuánto tardarán en tener la cabeza como un bombo.
Hasta las dos se espera que, con la salida de clases, trabajos y ocupaciones diversas, se viva una nueva hora punta de la jornada. Después, la calma. Y al terminar, cuando ya sea la tarde y se vislumbre el atardecer, la marea humana será inundación cívica, cultural y compartida. Como debe ser.
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