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V. B.

Màrius Serra y Vicenç Labrador, vidas paralelas de dos escritores juguetones

Los dos autores muestran a Robafaves su interés por los elementos lúdico, los lenguajes surgidos de las nuevas tecnologías y el hecho cotidiano

Uno se define como 'ludolingüista'. El otro ha titulado uno de sus últimos libros 'Los jugadores de whist'. Màrius Serra y Vicenç Labrador Jordà son dos escritores que aprecian mucho el juego, el elemento lúdico de la vida, sin rehuir su reverso dramático. Seguramente por este motivo el tándem que formaron el pasado viernes, día 2, a la librería Robafaves, fue uno de los más divertidos y concurridos del ciclo Nuevos Narradores Contemporáneos. Un encuentro que también sirvió para establecer los múltiples puntos en común de estos dos autores, amigos y compañeros de generación, que cómo siempre estuvieron acompañados por Jordi Carrión y Manel Guerrero, promotores del acontecimiento.

"Con en Màrius Serra hemos vivido vidas paralelas", resolvió Labrador. Los dos nacieron en 1963, y sus trayectorias literarias presentan bastantes similitudes. "Ambos tomamos el juego como punto de partida, y a pesar de que este elemento quizás ha perdido importancia en nuestras carreras, se mantiene presente", dijo. El carácter juguetón se asocia con la capacidad de inventiva, con el combate contra el aburrimiento. Por eso, los dos autores intentan "no repetir nunca el mismo libro", en palabras de Labrador. Al contrario que tantos otros escritores, que explotan siempre el mismo modelo de éxito en cada nuevo título, Labrador y Jordà aprovechan cada nuevo proyecto literario para reinventarse. Novelas, compilaciones de cuentos, títulos pensados para plataformas digitales, trabajos puramente autobiográficos, ensayos y no ficción... todo tiene cabida en estas dos trayectorias literarias.

Labrador ha cultivado ensayos literarios como Un tranvía llamado texto, cuentos y novelas breves como Carta a la Reina de Inglaterra, o libros que sobrepasan las 500 páginas como el aplaudido Los jugadores de Whist. El caso de Serra es todavía más extremo. Autor de miles de crucigrama, de novelas como Mon tío, de descarnados textos de marcado carácter autobiográfico como Quieto y de relatos para ser leídos al teléfono móvil. "Como lector de Cortázar que soy, me entusiasma la idea que cada nuevo libro sea como un salto al vacío, no repetir fórmulas", apuntó el mediático autor. Una voluntad de ser original que casa con su concepción, también bastante prosaica, de la creación literaria. Citando Borges, Serra dijo que la literatura es "poner juntas palabras que nunca antes lo habían sido". Y a Georges Perec, para quién escribir era "una actividad física, poner una palabra detrás otra".

Interés por la tecnología
Cuando llegó el turno de leer textos inéditos en voz alta –uno de los momentos que se repiten a todas las citas de los 'Nuevos narradores contemporáneos'-, Serra leyó varios capítulos de un texto que está preparando para una plataforma digital. Labrador, por su parte, relató el capítulo de un nuevo libro que está preparando, una hilarant definición de un alumno de ESO a través de los grupos de Facebook a los cuales pertenece. Este hecho dio pie a hablar del interés de los dos autores por los efectos de las nuevas tecnologías en la creación literaria. Serra criticó los autores que ven la tecnología "como un enemigo", desde "el miedo y el prejuicio". Aseguró que plataformas como Twitter han dado pie en un nuevo espacio por la escritura, sin normativitzar, que denomina "oralidad transcrita", que considera "muy estimulante desde una perspectiva creativa".

Labrador se definió como "más conservador" en este ámbito que su compañero de aventuras literarias. A pesar de emplear facebook para definir un de sus personajes, el autor dijo que esto "no hace más 'bueno' ni 'moderno' mi libro". Carrión los alertó del hecho que la introducción de estos lenguajes podía acelerar la caducidad de sus libros, pero Labrador apuntó que esta caducidad ya es un hecho intrínseco en la literatura actual. "Si un libro mío se mantiene en una librería a la cabeza de dos años de publicarse, ya me puedo dar por satisfecho", resolvió.

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