Más impuestos y menos sueldos: compulsión farisaica y doble moralidad

Artículo de opinión de Alfons Canela, portavoz de Juntos por Mataró, sobre la subida de impuestos decretada por el gobierno municipal en Mataró

Esta semana, dos noticias generadas desde el gobierno municipal nos han dejado paralizados y boquiabiertos además de ud. La primera ha sido el aumento de las ordenanzas fiscales, básicamente el Impuesto de Bienes Inmuebles y que lógicamente no va ligado a ninguna actividad. Se trata de una subida de impuestos a una ciudadanía que ha visto como en el 2020 sus ingresos menguaban notablemente debido a la crisis que ha comenzado la pandemia, mientras la ciudad ha seguido degradándose. La segunda noticia ha sido la exhibición de fariseisme de una parte del gobierno, el PSC, informante que propondría una reducción de los salarios de los cargos electos.
Si la primera decisión puede provocar cierta alarma, la segunda nos puede hacer entrar directamente en pánico.

Vale la pena que nos explicamos: es cierto que en estos tiempos hay una demanda generalizada respecto a que los políticos -entendiendo como tales aquellos electos que ocupan cargos de representación institucional y que reciben un sueldo público- tienen que reducir los gastos ocasionados por el ejercicio de sus cargos o, cuando menos, se tienen que estrechar el cinturón.

Detrás esta posición hay, además, una crítica recurrente de que cobran mucho y hacen poco, una afirmación que, a todos los efectos, es excesivamente populista y por lo tanto preocupante, puesto que si la sociedad decide ir por este camino, acabarán para hacer de políticos los que económicamente se lo puedan permitir (ricos), mezclados con los que utilicen el cargo como plataforma para otra cosa (aprovechados), y los que no sirven por casi nada (incompetentes).

Parece razonable, pues, que la aspiración de los ciudadanos sería mejor que fuera toda otra. Por ejemplo, aspirar a que los electos fueran pagados, de manera directamente proporcional a la eficacia del trabajo que tendrían que hacer. Si lo hiciéramos así, seguramente la mayoría pensaría que los electos que hacen el trabajo bien perciben un salario correcto y los que no la hacen, ingresan cantidades excesivas para exhibir incompetencia.
El problema, pues, no es de sueldo sino de eficacia y rigor.

Por eso decíamos de buen comienzo que los mismos que aumentan impuestos a la ciudadanía, no pueden simularlo ahora con el argumento farisaic que se rebajarán el sueldo.
Porque, todos se tienen que rebajar el sueldo?, o sólo aquellos que han mostrado su inoperancia o ineficacia? No olvidamos que, al fin y al cabo, forman un equipo de gobierno. Si en vez de aplicarse mancomunadament, se hubiera planteado esta rebaja como un ejercicio solidario en el seno del Gobierno y en función de una reestructuración bajo criterios objetivos y racionales, seguramente hoy no estaríamos escribiendo estas rayas.

El regidor que hace trabajo las 24 horas del día -y doy fe que hay-, repercutiendo negativamente esta actividad en su vida personal y familiar y teniendo en cuenta que el trabajo de electo no es una ocupación fija y que, un golpe acabada, se tiene que volver a buscar trabajo, tiene que bajarse el sueldo y hacerlo en la misma proporción del que no ha demostrado su valía y resulta ineficiente o ineficaz en el seno del Gobierno? La respuesta es obvia.

Hablamos de la ciudad en la cual la primera secretaria del principal partido del gobierno tiene el trabajo al gabinete de alcaldía. La de la regidora que, para no sacarle el sueldo y en una muestra de corporativismo mal entendido, lo han nombrado regidora adjunta, a pesar de tener en su antigua área de mando cargos de confianza con una más que dudosa trayectoria al área. Sólo hay que ver los resultados.

Antes de hablar de rebajas de sueldo -que cómo hemos visto, en algunos casos, puede estar plenamente justificado- el que adentro del Ayuntamiento de Mataró hay que hacer es reducir cargos de confianza sin una responsabilidad clara y que han sido nombrados a dedo simplemente para tener la misma adscripción partidaria que el primer edil, a pesar de que al final no vemos su impronta en las tareas del Gobierno.

Ahora que quieren subir impuestos en un porcentaje desconsiderado y en un momento, que por razones obvias, no corresponde hacerlo, son muchos los que echamos de menos una limitación de mandatos; sueldos públicos por los electos que no se pudieran fijar desde las mismas administraciones que gobiernan y supresión de cargos innecesarios. Todo ello supondría un gran ahorro y una regeneración indispensable, pero esto desgraciadamente todavía no está en nuestro alcance.

En un momento como el actual de grave crisis económica y social, con la carencia de futuro de tantos jóvenes que no se pueden pagar ni el alquiler de una vivienda, con un porcentaje de pobreza que no para de crecer, este derroche de recursos públicos es además de pornográfico absolutamente imperdonable. Que si a todo ello añadimos impúdiques exhibiciones farisaiques, con un intento de esconder cuál es la realidad, resulta del todo injustificable (lo decíamos al comienzo) que si el aumento de los impuestos crea cierta alarma, las supuestas rebajas de sueldos nos generan pánico.

A quien quieren engañar? El que cobra el alcalde o un regidor del gobierno no es por si suele ninguna exageración. Naturalmente, siempre que su trabajo al servicio de la ciudad sea eficaz y productivo. En caso contrario, cualquier cantidad, incluso la más pequeña, supone tirar dinero a la basura.

Y esto tanto sirve para los regidores de gobierno como de la oposición. Este es el 'quid' de la cuestión: no importan tanto los 4 o 5 mil euros el año, de más o de menos, que cobre un alcalde o un equipo de gobierno, en comparación al regreso que pueden suponer para la ciudad el buen ejercicio y gestión de sus cargos.

Nos tememos que el pronunciamiento "populista" de parte del gobierno mataroní, es un reconocimiento muy explícito de la pérdida de rumbo. El que ahora han vuelto a hacer sirve para confirmar el colmo de compulsión farisaica y doble moralidad que encuentra escalf en el comportamiento de buena parte del gobierno local, que predicando una cosa acaban haciendo exactamente la contraria.

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