Maria Coll

Montserrat Julió: 'Mataró no tendría que perder el aliento de pueblo que conserva'

Entrevista a la actriz mataronina, que presenta sus memorias de juventud a la Biblioteca Pompeu Fabra

Montserrat Julió (Mataró, 1926), nacida al si de una familia mataronina de ideales republicanos, marchó de la ciudad en 1939, camino del exilio. Después de una temporada en Francia fue acogida en Chile, donde estudió arte dramático. A inicios de los sesenta volvió a Barcelona, aunque ahora vive en Madrid, donde continuó su carrera de actriz. Ha participado a una sexagésima de films y ha dedicado su vida a los escenarios. Un golpe retirada y con la prespectiva del paso del tiempo ha escrito sus memorias de juventud Vida adentro, con las cuales ha ganado el premio de memoria histórica que convoca el Archivo Municipal de la Roca del Vallès.

Usted marchó de Mataró en 1939. Qué recuerda de aquella ciudad donde vivió la niñez?
Tengo un recuerdo muy vivo y muy claro de Mataró de aquellos años. Recuerdo las tartanes que pasaban por las calles, sobre todo el sonar de los cascabells de los caballos. Vivíamos en la calle Lepanto. Recuerdo el tranvía que subía ningún Argentona, era un puente de comunicación al exterior, porque entonces Barcelona nos parecía que estaba muy lejos. Era una ciudad tranquila de sólo 30.000 habitantes. Tengo presente vivencias suceder en el parque, en la playa, a Santo Simó,... a veces íbamos andando hasta Argentona. Era una ciudad mal iluminada, pero podías ver al cielo miles de estrellas.

Hasta que la Guerra Civil rompió esta vida....
La guerra fue un golpe mucho llevar y lo rompió todo. Vino la hambre , el racionamiento y el repelús de los bombardeos y de no saber que pasará. Cuando faltaba poco por el desenlace los padres decidieron marchar al exilio. El padre fue contundente: “no quiero vivir con el fascismo”. El padre era obrero, republicano y socialista. Si nos haguèssim quedado no se que habría pasado.

Usted tenía diez años, comprendía la situación?
Entendía perfectamente todo el que pasaba porque en casa siempre se hablaba abiertamente de política y de la actualidad del momento. Era consciente que había gente que quería atacar aquella república. Además, el tío era delegado comarcal de provicionament y el padre se pasaba bastante tiempo en el Ayuntamiento.

En sus memorias hace mucho de énfasis en la época de exilio en Francia. La aventura empezó el enero del 1939...
Sí. Un golpe pasamos la frontera los soldados separaron las mujeres y los niños de los hombres: a nosotros nos hicieron subir a un camión y los hombres, entre ellos los mío pare, los hicieron andar a pie. Así nos separaron. Nos trajeron a un campo de concentración. Eran unas barracas junto a la playa. Pasábamos hambre y estábamos mal atendidos, pero no había represión ni nos hacían trabajar. Recuerdo que hacía mucho frío. Entonces, a pesar de no savíem nada del padre, la madre decidió coger un tren hacia el interior de Francia, concretamente a Coñac. Allá vivimos a un refugio para mujeres, erem una cuadragésima más las criaturas. Después nos trasladaron a un castillo, allá tuvimos noticias del padre y con las postales que nos enviaba me pareció que volvíamos a ser una familia. Más tarde, nos trasladaron a una masía en ruinas. Allí estuvimos hasta que nos avisaron que podíamos embarcar en un barco de carga habilitado por pasajeros que nos traería a Chile, era una iniciativa pagada por Pablo Neruda. Al puerto nos reencontramos con el padre.

Cómo fue la llegada en Chile?
Si pudiera volver a revivir un día de mi vida sería la llegada en Chile, Fue una bienvenida extraordinaria, apoteòsica. Nos mostraron un gran efecto. Pero tuvimos la desgracia de llegar el mismo día que estallaba la II Guerra Mundial y el barco no pudo hacer más viajes. En total llegamos a Chile unos 1200 exiliados, había bastantes de Mataró. Entonces todo el mundo intentó reubicarse. También recibimos la ayuda de los catalanes que ya residían agrupados en el Centro Catalán. La relación con el resto de exiliados lo hemos mantenido siempre.

Desde Chile, la comunidad catalana como vivía los acontecimientos que pasaban en Europa y el devenir de la dictadura franquista?
Durante los primeros años estábamos muy pendientes de todo el que pasaba porque todo el mundo creía que cuando acabara la guerra mundial Franco caería. Entonces, mi padre y otros amigos que tenían pensado volver a Cataluña cambiaron de opinión. Viendo que el exilio sería largo, el padre decidió poner un negocio.

Mientras tanto usted decidió estudiar teatro. Había sido siempre su vocación?
Cuando tenía doce años tuve una enfermedad a los pulmones y el padre me llevó en casa de una señora catalana que vivía en los Andes. Era una mujer de teatro, muy culto y tenía muchos libros. Allá organizamos una pequeña representación. Después decidí estudiar teatro y entré a un grupo que se denominaba Teatro de Ensayo de la Universidad Católica. Con ellos participé a siete u ocho obras.

A inicios de los años sesenta decide volver a Barcelona.
Cuando llegué a Barcelona, intermediando en Joan Oliver, contacté con la Agrupación Dramática de Barcelona. Era un grupo muy interesante pero carecido de recursos. Con ellos participé a diferentes espectáculos, el más importante “Pigmalió”. Precisamente con el estreno de esta obra finalizo mis memorias de juventut. Además, este final demuestra como una persona que pasa tantas vicisituds puede volver a reubicarse.

Ha vuelto alguna vez en Chile?
No, no he vuelto más. A veces tienes unos recuerdos de los lugares un poco idealizados y si vuelves los destruyes.

Le pasó esto con Mataró?
No cuando vine desde Chile, pero actualmente sí que me pasa. En Mataró hay edificios tan feos... sé que se tienen que hacer nuevos edificios, pero no hace falta que sean tan altos, podrían sintonizar más bien con el paisaje. Además, se han invaït todas las montañas con chalés. Otro ejemplo, a Burriac de castillo casi no queda nada. Me siento mataronina y reconozco que tengo un poco idealizada la ciudad, por eso me decepciono cuando veo ciertas cosas. Hoy he observado dos señoras hablando ante un portal y he pensado dos de mi época. Mataró no tendría que perder este aliento de pueblo que encara conserva.

Y con Cataluña?
Cuando vengo a Cataluña me hace mucha pena sentir tan poco el catalán. Estoy contenta de no vivir en Cataluña porque aquí me hacen enfadar muchas cosas. Los catalanes ya no sé donde somos.

Y no es peor vivir en Madrid sintiendo afirmaciones contrarias a los catalanes?
De estas cosas no hago ningún caudal. No me gustan, pero no puedo hacer nada, sólo soy una mujer y un voto.

Lee la segunda parte de la entrevista

 

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