Ricard Aymerich

Montserrat Solà

Montserrat Solà es el nombre de una compañera, educadora convencida -de quien recordaré su entusiasmo encomanadís por los conocimiento científicos-, que nos dejó demasiado pronto.

Montserrat Solà es el nombre cedido de buen grado por una familia, una casa, para ilustrar durante muchos años aquello que tiene que ser la tarea ingente de una escuela: educar criaturas, tejer una manera de entender la vida y la relación entre las personas, dar valor al conocimiento, a la cultura, a la participación, la libertad y la convivencia.

Montserrat Solà es el nombre con el que se conoce, en Mataró, un proyecto pedagógico, una comunidad educativa que crecerá y crecerá; y, en este crecimiento, acogerá –también– el legado de todos los maestros, alumnos y familias que han formado parte, y forman, de la escuela Menéndez y Pelayo, a los que habrá que reconocer, como se merecen, el que de bono han aportado a los ciudadanos y ciudadanas de Mataró, y a la ciudad en su conjunto. Este crecimiento repentino, y no nada fácil, tiene que ser, además, respetuoso con esta historia. Montserrat Solà es el nombre, también, con el que identificaremos un edificio y un emplazamiento que están cambiado, ya, la fisionomía de Hace falta Collut. Fisionomía que – durante siglos – tomaba forma de actividad agrícola predominante y que, hoy, tiene todo el aspecto de un equipamiento moderno, acogedor y abierto en la ciudad. Era del conocimiento, ahora predominante.

Montserrat Solà es una apuesta de futuro de la ciudad y del mundo educativo local. Que el acierto y la ilusión (tan viva y tan presente el día de su inauguración) también vayan asociados a este nombre ya tan nostrat.

Y que, por muchos años, sea así.

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