Siempre hemos hablado sobre la democracia, la convivencia, los derechos fundamentales partiendo de un diálogo de gente madura y con capacidad de razonar. Siempre se ha participado de una manera activa por parte de los ciudadanos autóctonos e inmigrantes que cruzan en la convivencia y el desarrollo por el bien de la sociedad.
Como principio, sabemos que la caravana pasa y los perros ladran. Esto quiere decir que el camino de la convivencia que se ha empezado y la inversión de tiempo y esfuerzo no pueden caer en saco roto. La convivencia no es un medio estratégico para llegar a otros objetivos, sino un fin en el cual creemos a fondo y que tenemos que defender con todos los medios posibles. Y si por un lado queremos luchar contra los xenófobos, por otra tenemos que educado al inmigrante en el sentido que si quieren tener derechos, también tendrán que cumplir con sus obligaciones.
La xenofobia ha tenido la suerte, porque algunos quieren castigar los partidos políticos clásicos con el voto xenófobo. Otros no han ido a votar porque están cansados de la política. A estos se suman los "acampados" en las plazas que están contra muchas políticas públicas de las cuales discrepan frontalmente. Según unos observadores de la vida política: "los poderes políticos no le dan a la máquina de fabricar billetes sino que nos apreten más a los que ya pagamos". Pero dejar de votar es un error estratégico, porque este acto ha dejado el campo libre a los partidos radicales y a los xenófobos. Y por este motivo han tenido más presencia. Un error por el cual tendremos que aguantar las consecuencias durante cuatro años. A menos que por una razón u otro se convoquen elecciones anticipadas. Las revueltas árabes y la de Islandia son un ejemplo. En Islandia, el pueblo ha hecho dimitir un gobierno al cumplido, se han nacionalizado los principales bancos, se ha decidido no pagar la deuda y se ha creado una asamblea popular para reescribir su Constitución.
Y realmente tal y cómo se desarrollan las novedades en las plazas, siempre que un destino anónimo espera la vida política. El ambiente en las plazas sigue siendo una mescla de reivindicación y fiesta. Las comisiones se han organizado en talleres y actividades. Además que los acampados han demostrado que una armonía entre inmigrantes y autóctonos es posible, confirmando que la indignación toca a todos y que estamos al mismo barco.
En fin, que la xenofobia ha subido un poco, es significativo pero no importante. Siempre el radicalismo y la xenofobia ha acabado de mala manera y su extinción es cuestión de tiempo y madurez del pueblo.
El radicalismo político y religioso son dos caras de la misma moneda. Y los jóvenes árabes han demostrado que el radicalismo religioso no tiene razón de existir y que podemos conseguir algo más de manera pacífica y dialogante. Esperamos que el que pasa en nuestro país sea sólo una nube de verano, y que la juventud pueda coger la iniciativa para devolver la sociedad al equilibrio. A los políticos, la historia los juzgará, esperamos que se sumen a los movimientos juveniles y que no se pierdan en los intereses partidistas.
La prensa internacional plantea otro punto de vista sobre las acampadas y la subida de la xenofobia. Una imagen que nunca había esperado de mi país de acogida. Seguramente esto tendrá una repercusión sobre la imagen del país líder del diálogo intercultural.
Comentarios