Juan Ortiz

Juan Ortiz

Catedrático de Filosofía y militante de ICV

Por una Comisión de la Verdad

La aplicación del artículo 155 ha sido una tragedia sin paliativos, provocada por una alucinación estimulada y potenciada por una cúpula dirigente externalizada. Una tragedia después de la otra tragedia: la de la quebradiza interna en un país que presumía de aceptación mutua.

Por qué una Comisión para la Verdad en Cataluña? Esta denominación es copiada de la iniciativa que se llevó a cabo en Sudáfrica en 1995; fue una comisión encabezada por el arzobispo Desmond Tutu, quién estableció como lema de la misma: "Sin perdón no hay futuro, pero sin confesión no puede haber perdón".

Alguien piensa que "las togas" y las consecuencias de las resoluciones judiciales (penas de prisión) serán la vía del regreso de la paz emocional y simbólica en Cataluña o España? Alguien cruz, de verdad, que el legitimisme carlí y el unilateralismo harán más fuerte y cohesionado un país que hasta ahora había confiado en el que la sabia Anna Cabré ha denominado el "modelo reproductivo catalán"?

Es que necesitamos "confesiones" y "perdonarnos"? La guerra de los símbolos, que ha situado Mataró en el mapa, nos obliga a dar un paso adelante a todo el mundo que pensábamos que el silencio sería la mejor medicina para curar y coser las heridas. Estoy de acuerdo con en Josep Borrell con quien no comparto etiqueta política: si queremos cicatrizarlas hace falta primero desinfectarlas. Esto no quiere decir purgas, más bien al contrario, significar sacar toda la pus que tenemos adentro, entre vecinos, entre familiares, entre compañeras de trabajo.

Qué quiere decir, pues? Quiere decir empezar a dejar de satanizarnos, a reconocernos como personas. A expresar el dolor, paso previo a una justicia restaurativa y no penalista. Sienten dolor los que tienen que aguantar el que ellos consideran un acoso de banderas estelades y lazos amarillos? Es que no sufre toda aquella gente que consideran que sus derechos cívicos y políticos han sido diezmados por el gobierno central? Es que no sentimos vascas los que nos sentimos avergonzados por el abuso de poder del gobierno de la Generalitat a partir de los días 6 y 7 de septiembre de 2017?

Necesitamos una Comisión de la verdad que empiece el relato de la contabilidad del dolor. A ambos lados. Que empezamos a desocupar los respectivos "territorios nacionales" Que empezamos a "desescalar" la violencia simbólica que nos asfixia, de los nacionalismos centrípetos, más poderosos, así como del nacionalismo centrífugo que ha copiado también las maneras del primero cuando ha tenido palancas de poder autóctonas. Josep Maria Pozo, catalán del año, me ha impulsado a escribir estas rayas.

Esta tarea no la pueden llevar a cabo ni Òmnium ni la ANC; tampoco "Sociedad Civil catalana", que son parte, agentes sociales a los cuales se los ha externalizado la acción política. Tampoco veo plausible que esto pueda nacer de la iniciativa de los partidos políticos, esclavos del tacticisme político del día a día cuando se divisan elecciones y nóminas a distribuir. Tampoco cabe de las instituciones católicas, pues tampoco han estado a la altura en cuanto a neutralidad emocional, a banda además del Ebro.

No soy nada optimista a corto plazo pero sí tengo claro que sin este reconocimiento mutuo no hay salida. No tengo respuesta de cómo podría ser el inicio de este movimiento por la paz. Tengo claro que tendría que ser un movimiento con una cúpula-"espejo" de referencia y delegaciones en todo el país. He pensado en una presidencia colegiada, que podría encabezar un entrañable conocido del movimiento por la paz mataroní, en Vicenç Fisas. También Joan Coscubiela, que se ha convertido en la conciencia moral y que ha mantenido la dignidad del Parlamento. Uno, independentista y el otro federalista; uno, mediador internacional, el otro, protagonista de la institución más capilar existente y más sensible, una de las pocas "ambulancias" que nos quedan en una sociedad herida como la nuestra: los sindicatos confederales, Quienes dará el paso en nuestra ciudad? Todas las voces serán necesarias: desde los más españolistas hasta los más abrandats secesionistas. Hay que ganar la batalla a los hooligans. Necesitamos, más que nunca, la paz de los valientes.

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