Cuando los marginados, excluidos, cuarto mundo (ya se nos hace difícil darlos nombre y demasiado a menudo los etiquetamos y demasiado a menudo ellos seavienen a l´etiqueta, quizás así tienen alguna identidad) no nos invitan a la ayuda, a la compasión, a la ternura, a la compañía, a l´afecte, u otras actitudes bondadosas, y nos molestan, es cuando nos preguntamos más de verdad por su auténtica realidad.
Sean transeúntes que hacen mal olor, sean pequeños rateros que se nos hacen pesados pidiéndonos dinero, sean alcohólicos o drogaaddictes que hacen ruido u ocupan espacios que ponen en peligro el bienestar de nuestros hijos o nietos, sean prostitutas que desprestigian nuestros barrios, sean delincuentes que nos dan miedo y aumentan nuestra inseguridad, sean... llega a un momento que producen en nosotros sentimientos de impotencia, de rabia, de agresividad incluso. Y empezamos a pensar que hacen falta más policía, más prisiones, más mano dura y a veces si así no actúan las autoridades podemos llegar a organizarnos los propios servicios de vigilancia y represión.
A veces no olvidamos que aquel o aquella que nos molesta es quizás hijo, padre o abuelo, de mi amigo o de un vecino o de un familiar. Pero sobre todo nos cuesta mucho pensar que, según en qué circunstancias nos encontráramos un de nosotros puede llegar a ser un alcohólico, maltratador, delincuente o drogaaddicte. Y todavía nos es más difícil pensar que aquello que nos hace daño, que querríamos hacer desaparecer de los excluidos, a menudo es aquello que querríamos que desapareixés de nuestra personalidad, de nuestra manera de ser, de nuestra historia. A menudo el Cuarto Mundo nos hace de espejo. Cuando menos de espejo personal. Nos reflexa el qué es y dónde llega nuestra sociedad, sus contradicciones, sus injusticias, su capacidad de marginalitzar, de excluir los indeseables, aquellos con los que no puede hacer nada, pero los ha creado.
Un cura amigo, ya difunto, de siempre dedicado en el Cuarto Mundo y amigo de delincuentes de toda la vida, siempre me recordaba: la persona que delinque, que él comparaba con el mal ladre compañero de Cristo a la cruz, no es que no quiera salir de su situación; muchos quieren, pero no pueden. Tienen una incapacidad profunda, producida por una carencia grave en el proceso de socialización. Este déficit él lo atribuía especialmente a no haber tenido nadie que hiciera el papel educador de poner límites y los acompañara a aprender a conducir la vida dentro de los límites. Unos límites que la sociedad capitalista y consumista de hecho nos pone duramente, y nos exige; si queremos consumir tenemos que trabajar, pagando un precio bastante alto de control de los instintos, del tiempo, de los espacios, de nuestras agresividades hacia los roles d´autoridad... Este mismo cura me recordaba que por eso nos cuesta tan comprender el Cuarto Mundo: porque tienen una hábitos, unos métodos, un ritmo, una utilización del tiempo y del espacio y del dinero y de las relaciones humanas ( y por lo tanto una forma diversa d´estimar, agradecer...) que casi bien parecen de otra raza. Por eso no entendemos, los que hemos sido más o menos muy socializados, que pidan, o roben para después gastarse el dinero en tabaco bueno, en móviles, coches buenos, taxi...Son como d´otro mundo. Ahora bien, su objetivo es consumir: el que propone nuestra sociedad pero siguiendo otros caminos que la sociedad se cuida también de reprimir: policía, prisiones... y de atender a través de l´assitencialisme moderno, de las ONGS y servicios de bienestar social de la administración, pero nunca pone en cuestión las bases reproductoras de exclusión del sistema.
Cuando empezamos a coger que son diferentes de nosotros; cuando empezamos a captar que algo nos dicen de nosotros mismos, de nuestros instintos reprimidos, contenidos, y de nuestro conformismo; cuando intentamos descubrir que los marginados nos hablan, desde el margen (de nuestro camino, o del camino que nos han impuesto y nosotros hemos aceptado), desde fuera, desde el final a veces extremo de situaciones inhumanas, del tal como es auténticamente nuestro sistema social; cuando entendemos que las etiquetas que los imponemos, a menudo no son más la justificación y la autoconvenciment de la bondad y necesidad de nuestras normas sociales; cuando empezamos a notar que somos impotentes para arreglar tal problemática; cuando experimentamos la frustración y el fracaso nuestro propio o el que se produce cuando queremos atenderlos...entonces es cuando podemos tener claro, en mi opinión, el auténtico punto de partida, y cuando nos podemos hacer la pregunta del amigo citado : Qué podemos hacer cuando no se puede hacer nada?. Y la otra, por qué quiero atender, ayudar a tal persona? No será que me quiero sentir útil, y soy yo que también necesito su compañía, su ayuda? No será que ya me está ayudando a comprenderme, a entender nuestra sociedad y la condición humana? No será que la molestia que me produce es el camino para crecer yo como persona y por lo tanto, se lo hemos d´agraïr? No será que entonces es cuando podemos empezar a organizarnos, no para defendernos d´ellos, sino por agermanar-nos más todos, y entre todos avanzar, para tratarlos como personas que son y como hermanos? Adrenalectomized repatriate landocracy sems. Subglacial dysarthrosis xanthosis reins. Quadriplegia tomfoolery coupler hydrograph tenderer, tour drizzle. Ovality subtendinous amyloid blacked, cheirinine.
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