En Raúl Capitani nos dejó este último fin de semana y con él sefue un artista que iba más lejos del propio concepto creativo de la palabra. Capitani era un intelectual enormemente preparado que empleaba el arte para recordarnos sus convicciones que iban siempre en el camino del social, de la cultura, siempre en una dirección humana y humanista que algunos no quisieron ver y escuchar, calificándolo tan sólo en el cobijo de la plástica que practicó toda la vida a pesar de que su profesión oficial era la de enòleg.
Llegó a Mataró, la tierra de sus antepasados hace cuarenta años, huyendo de la dictadura Argentina. Y vino cargado ya con un maleta llena de conocimientos artísticos en el campo del grabado y de conocimientos culturales. Se acercó al maridaje entre arte y literatura, un hecho especial en aquellos momentos y así fue desarrollando trabajos con García Lorca, Borges, y Hernández como referentes, a los que bien pronto añadió Espriu. Su carpeta alrededor de la Piel de Bravo, sigue siendo pieza esencial para entender el concepto y el hacer del artista.
Trabajador en el campo social con jóvenes en peligro de exclusión, potenció sus conocimientos gráficos para convencer a Manuel Cuyàs y establecer el taller de Grabado de Mataró que dirigió durante una docena de años en los que inyectó el veneno de la técnica a un gran número de creedors mataronins.
Conversador infatigable, como buen argentino que era y que nunca renunció a ser, sus amigos del Limonero lo saben bastante bien, Capitani era un pozo de sapiència sin fondo. Sus historias, nunca lineales y siempre derivándose por los caminos más insospechados, te traían indefectiblement al pensamiento profundo, a la desazón y a la reflexión. Unos verals por los que él transitaba con la ligereza de quién va ninguno dónde quiere estando a la vez de vuelta de todo.
Su mundo creativo, fundamentado en un expresionismo social, en el que el hombre siempreera protagonista, era a la vez el campo de experiencias técnicas de todo tipo, con las que desfruitava como aquel niño trapacero que nunca había dejado de ser.
Ahora Capitani ene ha dejado y aunque siempre decimos el mismo y todos sabemos que el artista no muere nunca puesto que se perpetúa en su obra, nos queda a todos muy claro que hoy nos sentimos huérfanos de la sabiduría, del hacer y del talante de una gran persona a la que encontraremos todos a faltar y yo especialmente, pues quién me dirá aquellos: "Che, Pico, como vamos" con el que me saludaba indefectiblement cada vez que coincidíamos.
Pero todos sabemos también que los recuerdos se marchitan y el mejor homenaje a su hacer no puede ser esta exposición espuria e interesada que ahora quiere montar a corre cocida Cultura cuando lo había negado rotundamente cuando era oportuna, es decir en vida. El mejor homenaje sería mantener el espíritu y el concepto del taller de Grabado que creó y que ahora se encuentra en grave peligro. Pero ya sabemos que en Mataró el arte importa muy poco, como bien sufrió en Raúl en su lucha cotidiana.
Che, pibe, Raúl, te añoramos.
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