El director Ang Lee ha adaptado en el cine la reconocida novela del canadiense Yann Martel 'La vida de Pino', ganadora entre otros del prestigioso premio Booker. El director taiwanés pone el libro en imágenes con su solvencia habitual y el dominio del cine de efectos especiales y de gran aparato, haciendo realmente creíble el relato del joven indio Pino que consiguió sobrevivir 277 días perdido en medio del mar compartiendo una pequeña barca con un tigre de Bengala.
La parte del central del film, que reconstruye esta insólita aventura, está rodada con polvo y grapa y consigue enganchar el espectador y hacer verosímil una historia de apariencia realista con intromisiones de fantasía. De esto se trataba, de hecho, pues esta singular historia del niño y el tigre no deja de ser una reconstrucción idílica de unos hechos que relata el propio niño protagonista cuando es adulto, y la verdad de los cuales, bastante más cruda, se pasa en la película de puntillas.
Es una lástima que Ang Lee no se atreva a mostrar también con imágenes la segunda versión de la historia, en una película donde precisamente el más interesante es la reflexión sobre los mecanismos del relato y de la ficción como el vehículo para superar traumas y explicarnos el mundo. Pero 'La vida de Pino' trae sus intereses hacia otro lado, el de la religiosidad y espiritualidad superficial y de consumo rápido, que proporciona respuestas rápidas a cuestiones muy complejas como por ejemplo la existencia de Dios, y que apuesta para satisfacer sin molestar los públicos poco exigentes.
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